viernes, 31 de mayo de 2013

A TRAVÉS DE TI.- EL REGRESO.- Capítulo Diecinueve.- Cuarta Parte.-




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Quería ser feliz, nada más. Llamé a mi hermana Cecilia llorando. Le conté que me sentía muy mal, y le roge que me ayudara. Precisamente en esos momentos, la vecina del piso de arriba se había ido y lo iba a alquilar. Me dijo que me fuera unos días, que no necesitaba nada, por que ella ganaba muy bien y me daría de comer, pero que si encontraba trabajo, que mejor. Mira por donde, mi hermana Nieves, la más chica de las seis, se pone muy malita y la operan urgentemente de una úlcera que le había salido en el estómago. Tenía que estar en casa, ya que entre todos teníamos que turnarnos por las noches. Gracias a Dios que salió airosa y se puso buena enseguida, pero tuve que aplazar el viaje. De todos modos, estaba contenta y tenía una ilusión muy grande de irme a Barcelona. De repente me dio por pensar que, una vez allí, me dedicaría a buscar a mi amiga Julia. Desde su última carta, no volví a saber nada de ella, pero me sabía la dirección de memoria. Nunca la había olvidado. También pensé que me encantaría ver a Jaime, ¿cómo estará? ¿Habrá cambiado mucho? Empecé a imaginármelo y  no me acordaba de su cara. Se me había borrado su semblante por completo. Habían pasado diez años, y no sé cómo había podido olvidar su rostro. A lo mejor a él también le ocurriría lo mismo. Apenas pude dormir en toda la noche de la emoción. Cuando le dieron el alta a Nieves, llamé a Cecilia para decirle que de aquí a una semana me iba para allá. Me iría en autocar por que costaba casi la mitad, aunque tardara una eternidad, además de la incomodidad.
Empezaba el mes de abril, y como dice el refrán, aguas mil, mi corazón empezó a latir y antes de lo que esperaba, se presentó la ocasión idónea para mí. Llamaron a la puerta, y mira por dónde era el francés que había venido conduciendo desde París hasta aquí. Vi el cielo abierto. Adam se presentó en casa con un brazo vendado. Nos contó que él mismo se había lesionado con una navaja para conseguir la baja médica, ya que su jefe no le daba permiso, cosa que me impresionó muchísimo, tanto que cuando me dijo que quería casarse conmigo, me quedé patidifusa. Claro que yo aún no me había separado formalmente de Rafael, pero tampoco me importó demasiado, ya que me daba igual casarme por la iglesia que juntarme, además estaba pasando por los peores momentos de mi vida, o al menos así me lo parecía a mí, pues según voy relatando, ahora me doy cuenta de que he pasado ya muchos, y casi todos por culpa del amor. Debe ser que nunca aprendí…
Adam quería conocer a toda mi familia, pero sobre todo saber si estaba conforme en casarme con él, por que tendría que arreglar todo el papeleo. Tenía una semana de permiso, pero que después volvería para casarnos. Mis padres al principio dudaron un poco, pues siempre tuvieron la esperanza de que volviera con mi marido, Rafael, de nuevo, sobre todo mi padre. Yo me reafirmé en mi postura de que jamás de los jamases se me ocurriría tal cosa, así que cedieron, además, vieron el cielo abierto, al fin iba a sentar cabeza, según ellos, yo era una locuela y nunca volvería a tener otra oportunidad tan buena en la vida. En esa época, una mujer pasado los treinta, se consideraba una solterona, y seguro, seguro que me quedaría para vestir santos, sobre todo que ya había tenido un fracaso matrimonial. Pensé que sería como una válvula de escape para mí. De todos modos, como Adam quería casarse conmigo, y no juntarse, al final nos enteramos que yo era viuda de verdad, así que ya nada me ataba a Rafael. De ese modo se me ocurrió irme a Barcelona en coche con él, ya que para volver a su país, tenía que pasar por allí. De esa forma fue como llegué a Barcelona.



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