jueves, 23 de mayo de 2013

A TRAVÉS DE TI.- CÓRDOBA.- Capítulo Dieciséis.- Primera Parte.-




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Era el mes de setiembre cuando llegué a la capital a casa de la tía Encarna. Hacía un calor sofocante y entre sudores pasé la primera noche. El aire tenía un olor diferente. Los rayos del sol iluminaban la ciudad de una manera que parecía que de un momento a otro iba a derretirse. El cambio de clima trastornó la naturaleza de mi ser, y durante varios días la melancolía se adueñó de mi corazón, sin saber que aquello se llamaba depresión. La mezquita y el paseo de la ribera calmaron mi sed y después de algún tiempo, al fin me adapté. Las macetas llenitas de flores adornaban ventanas y balcones de todos los edificios altos y bajos de la ciudad. A la semana siguiente llegaron mis padres y me fui a casa volando como una paloma, deseando de ver a mi madre y a mis hermanos que cuando me vieron dieron saltos de alegría. Lloré como una tonta abrazándolos a todos. ¡Qué altas  estaban mis hermanas! ¡Qué guapas! Parecían unas mujercitas preciosas, sobre todo Lola, tan rubia, con unas piernas preciosas y un tipo... Era una muñeca de bonita.
En las largas y calurosa noches de aquél verano se hablaba mucho del movimiento Hippy, y a mí me dio por pintarme pecas en la cara, llevar falda larga y ponerme lazos en el pelo. Otras veces, una margarita, o una pamela blanca, cosa que llamaba mucho la atención.
En la época de la que hablo, aquí en ésta ciudad andaluza, la gente todavía no estaba tan acostumbrada a ver a chicas como yo, tan atrevidas y modernas en la forma de vestir, por eso no era de extrañar, que la mayoría de la gente se rieran cuchicheando al verme pasar.
También era la época de los ligues y de los Beatles, ¡del submarino amarillo! De los Bravos y las chicas con los chicos. De Adamo, de Luis Aguilé y de las colas en el cine para ver Sonrisas y Lágrimas. Después del mini putt entallado, la falda corta, ¡Mary Quant estaba de moda! Ultimaban los años sesenta.
Yo tenía veintiséis años y tenía una cintura de avispa y muchas ganas de dar a mi vida un cambio radical, además no quería abusar de mis padres, ya que en La Península mi padre ganaba mucho menos. Mi madre que era tan lanzada para todo se encargó de proclamar a los cuatro vientos que su hija tenía Corte y Confección. Gracias a Dios que todo ocurrió de lo más rápido, y antes del mes de julio, ya estaba cosiendo en casa de unos señores muy amables y educados, que cuando escucharon mi historia, mis necesidades y mis ganas de vivir se apiadaron de mí y siempre me trataron como a una verdadera hija. Mi madre se volvió loca de alegría, sobre todo, porque también me quedaba en la casa de ellos a comer, y no llegaba hasta la seis de la tarde. Estos señores se portaron tan bien conmigo que nunca podré agradecerles lo que hicieron, y antes de las navidades, intercedieron por mí y por enchufe trifásico, me colocaron en las antiguas Galerías Preciados. “Enchufe trifásico” ¡Vaya frase! Jamás se me hubiera ocurrido, pues en mis tiempos se decía a dedo. Si, si, a dedo puro y duro. Cuando era niña, entre los mismos militares, el comandante o general, se colocaba enfrente del amigote de turno, y con el dedo índice le señalaba en el pecho diciendo: Tu. Automáticamente ascendía de escalafón y no había más que decir. Debe ser que en la actualidad impere mucho esa frase que es nueva para mí, y creo que el joven de al lado al que acaban de traer por un infarto, mientras lo reanimaban, se ha liado a decir unas incoherencias muy extrañas, enredándose su aliento con el mío, por que antes de llevárselo hacia la sala de operaciones, se ha vuelto y me ha mirado con una cara de asombro grandísimo, y es que el pobre no se ha dado cuenta de lo que le pasa ni de dónde está. Yo, como llevo ya una larga temporada en éste submundo estratégico, estoy al tanto de todo, y aunque a veces me pierdo por los umbrales del destiempo, luego caigo enseguida y me entono un poco, por que si no estaría todo el tiempo desvariando como algunas ancianas que dicen los médicos que tienen alzhéimer, pero que en mi época se decía que estaban chocheando. Si no eran tan mayores, que estaban locos de remate o de atar, incluso como una cabra. Y es que hay que ver como ha cambiado la forma de expresión a lo largo del tiempo…

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