martes, 21 de mayo de 2013

A TRAVÉS DE TI.- MADRID.- Capítulo Quince.- Segunda Parte.-




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Mis primos eran casi perfectos, pero una noche pude descubrir cómo eran realmente. Mi tío les dio permiso para que me enseñaran una discoteca que estaba muy de moda en aquellos momentos en el centro. Nada más llegar, mi prima, dos años menor que yo, y el otro dos más, se desmelenaron de tal manera, que ahí me di cuenta de los engañados que estaban sus padres. Se mostraron como todos los jóvenes de la época, más bien atrevidillos, y yo por supuesto como era así, ni me inmuté. Yo pensaba que en Madrid, la gente estaba más adelantada que el resto de España, y claro que sí, lo que pasa es que el tío Eustaquio era un hombre rudimentario, primitivo y antiguo que no había avanzado en la sociedad y que vivía mucho del qué dirán. Y mi tía Elvira era una mujer insegura que acataba todo lo que su marido decía. Me hicieron la vida imposible, siempre echándome en cara que ellos no tenían derecho a darme de comer. Que mis padres eran unos frescos que abusaban de su buena voluntad y de su dinero, ¡madre mía y le chorreaba por las orejas!
Las pasé canuta en casa de mis tíos en Madrid, y aguanté lo que no hay en los escritos. Un día que llegué antes de lo previsto de la compra, y ellos no se percataron de mi presencia, pude observar como Eustaquio tenía a mi tía cogida del brazo, de manera amenazante, mientras le decía con una voz que parecía de ultratumba, que la próxima vez que se le ocurriera decirle a su hermanita que estaba encantada de que yo fuera a su casa, se iba a enterar de lo que valía un peine, y que cuando me fuera, lloraría lágrimas de sangre. Me quedé con la boca abierta, por que aunque ya sabía por la forma de mirarme que no era de su agrado el que estuviera allí, del rostro de Eustaquio emanaba una crueldad tan grande que parecía el mismísimo demonio. ¡Pobre tía Elvira! Ahora ya sé por qué había cambiado tanto, y aquella chiquilla que me había pintado mi madre no tenía nada que ver con ésta mujer. El resto del día estuve cabizbaja y pensativa. Cuando llegaron mis primos, algo notarían en mí que no pararon de mirarme, sobre todo Elvira, que oyó mis pasos al darme la vuelta, y se dio cuenta de que lo había presenciado todo. A partir de entonces, sabía que yo la conocía de verdad. Los había desenmascarado a los dos, pero durante todo ese mes hicieron el paripé conmigo. De todas maneras, ya me quedaba poco por seguir allí, y si me quedé hasta el final, era por no volver a mi tierra, por que entonces pensaba que las vecinas se reirían de mí, además era como si hubiera fracasado. No sé cómo pude aguantar tantas humillaciones, pero sólo lo hacían en casa, ya que delante de la gente cambiaban de actitud. Eran los típicos personajes que vivían de la imagen. Eustaquio, sobre todo utilizaba mucho la palabra gentuza. No soportaba que nadie dijera lo más mínimo de él, y si alguien le hacía un comentario que no encajaba con sus miras, lo maldecía mil veces y repetía hasta la saciedad, que eran unos muertos de hambre de los cojones, y que le dieran por culo a ése tipejo de mierda y a toda su calaña. Que era la basura de todo Madrid, y que para él cruz y raya. Después le decía a su mujer que todo lo que tenían era envidia por su dinero. Era verdaderamente mordaz. De lo más cruel hablando que yo había visto hasta el momento, de tal manera que contagió a su mujer, que ya no sabía quién era quién. Ella, para fortalecer a su marido, decía que tenía la casa llenita de telarañas, al mismo tiempo que dejaba caer que en tal sitio había oído que tenía fama de tal y de cual, tirándolos por los suelos. Eran tan soberbios, que hasta los calumniaban, inventando cualquier bulo. La pobre no se daba cuenta de que estaba comprada por su marido. Hablaba mal de todas sus hermanas, las ponía a parir. En cambio a las dos cuñadas la ponía por los altares.


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