domingo, 2 de junio de 2013

A TRAVÉS DE TI.- BARCELONA.- Capítulo Veinte.- Primera Parte.-




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Llamé a mi hermana Cecilia loca de contenta, sobre todo por que esperaba ver a mi amiga Julia y a Jaime. Estaba tan feliz, que Adam seguramente pensaría que sería por él. No me importaba, sólo pensaba en mi amiga y el que fue mi primer amor. Tenía una curiosidad grandísima. La noche antes de irnos no pegué ojo y hasta tuve unos sueños muy extraños.
Al otro día muy tempranito emprendimos el viaje hacia Barcelona. Tardamos más de nueve horas, y eso que paramos lo justo. Por supuesto que no pagué ni un duro. Mis padres me dieron dos mil pesetas y ni las toqué por que no quería llegar con las manos vacías, además Adam era el hombre más amable del mundo, correcto y educado que yo había conocido. ¡Qué equivocada estaba! En fin, que cuando mis hermanas me vieron, Lola vivía una planta debajo con su marido Agustín, me recibieron con todo el cariño. ¡Qué alegría más grande madre mía! ¡Ojala me hubiera quedado allí con ellas para siempre! Seguro que si le hubiera hecho caso a Cecilia cuando me dijo que no me casara con Adam, mi vida habría dado un giro de noventa grados. Después de las presentaciones y pasar una noche allí, Adam siguió su camino hacia Francia. Le dije que quería estar en Barcelona por lo menos un par de meses antes de irme definitivamente a su país, cosa que aceptó gustoso.
Al otro día, sábado, mi cuñado y mis hermanas me invitaron a comer fuera y de ese modo recorrí lugares desconocidos para mí. Me enamoré de esta ciudad tan grande y llena de vida. Las Ramblas, La Plaza Cataluña, La Sagrada Familia y un sin fin de sitios que no podría enumerar. Los días laborables, cada uno en su trabajo. Por la mañana me dedicaba a limpiar el piso, ir a la compra y hacer la comida. De ese modo no me sentía una carga para mi hermana, y aunque ella insistía que no me preocupara por que ganaba lo suficiente, yo se lo agradecía con mi trabajo. El caso es que pasada la primera semana le hablé a Cecilia que quería ir a ver a mi amiga Julia. Como le debían unos días por asuntos propios, los cogió y así me acompañó a coger el metro por que ni sabía cual, y me daba mucho miedo al ver tantísimas personas apelotonadas en el andén, y cuando llegaba éste pitando y frenando poco a poco, la multitud se agolpaba cerca de la puerta, para salir otra vez pitando. Me costó muchísimo trabajo perder el miedo.
Tenía la dirección de Julia, y cuando llegamos, nos dijeron que se había mudado a otro barrio más elegante, ya que se casó con un militar, y que al ascender, se marcharon. El portero, que estaba al tanto, me dio la nueva dirección. Nos dirigimos hacia allí. Cada vez estaba más nerviosa. Llegamos a un portal de lo más lujoso. Mi hermana Cecilia me dijo que subiera yo sola, que me esperaba en la cafetería de enfrente. Se lo agradecí. Había ascensor, menos mal por que era un octavo. Fue la misma Julia quién me abrió la puerta. Nos miramos un rato sin hablar. Habían pasado diez años y seguía estando igual de guapa y delgada. Al momento me sonrió, y antes de lo que esperaba, nos abrazamos llorando como dos tontas. Me invitó a entrar, pero le dije que venía acompañada. Hizo bajar a la muchacha de la limpieza para que le dijera a mi hermana que subiera, y al rato estábamos alrededor de la mesa tomando un aperitivo.

        






                                         

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