miércoles, 29 de mayo de 2013

A TRAVÉS DE TI.- TORREMOLINOS.- Capítulo Dieciocho.- Octava Parte.-




                                -  8  -
Ahí se acabó mi historia con Alfredo, y ahora que lo pienso, no sé si la otra existió por que ya estaba de antes, o la creó mi propia imaginación dándole forma y vida carnal. Eso lo dejo para los profesionales, por que si no, no encuentro explicación, de que Alfredo me quisiera engañar, por que ni le puse nunca una pistola en el pecho, ni tampoco tenía mucho dinero. El siguiente fin de semana, Cecilia y yo nos fuimos a Marbella, y entre chapoteo y chapoteo un francés muy ladino nos invitó a comer, y cuando nos despedimos quedamos para el sábado siguiente. Adam, que así se llamaba ese ladino francés, nos contó que estaba separado de su mujer y que tenía un hijo de siete años. Nos dijo que se encontraba solo y quería conocer a las españolas, sobre todo para perfeccionar el idioma, ya que estaba aprendiendo el español y que tendría que estar en Marbella varios días para arreglar unos asuntillos personales, relacionado con un apartamento que había comprado entre él y un compañero de trabajo, pero que como el otro había fallecido en un accidente, tendría que solucionar el tema del testamento. Nos invitó a comer, y quedamos para el próximo sábado. El resto del verano lo pasamos con él en la playa, y antes de irse a su país, me pidió la dirección para escribirme por que quería conocerme, y aunque no me gustaba mucho físicamente, le dije que bueno, que no me importaba. Entre chapuzones y refrescos, pasé rápidamente de la desdicha a la dicha, y poco a poco, Alfredo se quedó en la penumbra de mis pensamientos, hasta que el dolor de amor desapareció por completo. Antes no lo sabía, pero con el tiempo aprendí, que cuando una persona me hacía daño, lo mejor era apartarla de mí, y no sé si sería por protegerme, el caso es que me daba buen resultado. Después me enteré que a eso se les llama mecanismos de autodefensas que tenemos todos lo seres humanos. Más o menos es lo que estoy haciendo ahora, que para protegerme y no tener miedo a la muerte, echo mano de mis recuerdos, recreándome en los buenos. De los malos o los errores tan feos que he cometido, ahora, pido perdón a todos los que he hecho daño, y así me siento mejor, ya que tengo la posibilidad de hacerlo, quedándome en paz.
El resto del verano fue una de las temporadas más maravillosas que tengo en mi recuerdo, junto a mi hermana Cecilia que desde entonces jamás perdimos el contacto. Cada vez que yo estaba en un aprieto, allá que venía corriendo a socorrerme. Cuando me caía, me levantaba, y cuando más la necesitaba, al momento aparecía. Muchas veces me reprendía, haciéndome ver las cosa que yo hacía mal, pero luego me abrazaba y me perdonaba. Siempre me perdonaba. Esa era mi hermana Cecilia. Nunca me dio la espalda, y estuvo conmigo hasta el final de mis días. Y aunque no expresaba sus sentimientos, jamás me hizo falta, pues con los hechos, sobran las palabras. Ya lo decía mi madre, hechos son amores y no mil razones. Cuando el verano acabó, nos quedamos las dos sin trabajo. Era el mes de octubre cuando tuvimos que regresar a casa de nuestros padres.

                             

No hay comentarios:

Publicar un comentario