jueves, 16 de mayo de 2013

A TRAVÉS DE TI.- SECRETARIA.- Capítulo Doce.- Segunda Parte.-




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Era un verdadero petardo, sobre todo cuando me hacía entrar en su propia oficina, a la que echaba la llave, y luego le decía a las demás que no entraran para molestarnos ya que tenía que dictarme una extensa y larga carta. Mis compañeras, sobre todo, la que estuvo liada con él, no paraban de chismorrear a mis espaldas, cosa que me daba igual, por que dijera lo que dijera, éstas nunca se creerían que jamás me dejé tocar ni un pelo. El señor don Ramón, como solía dirigirme a él, me hacía muchos regalos, cosa que a mis compañeras las volvían locas de envidia y durante un tiempo, casi me hicieron la vida imposible, pero pasaba mucho de ellas porque lo que ganaba se lo entregaba a mis padres, que estaban contentísimos, y además eso de tener buenos bolsos y una gran variedad de zapatos, siempre me ha encantado. También me regalaba algún que otro vestidito. Yo le decía a mi madre que como don Ramón estaba tan contento con mi trabajo, en vez de pagarme un extra, me decía que me comprara algo en la tienda tal, y que luego él se pasaría a pagarlo, y para que no sospechara nada del acoso del que estaba padeciendo, le contaba que hacía lo mismo con la que antes estuvo de secretaria con él. No sé en qué estaría yo pensando para haberme vuelto tan banal y superficial. Me convertí en una persona egoísta y fría y ni siquiera me paraba a pensar que éste se estaría haciendo ilusiones conmigo. Ahora me arrepiento de haberle seguido el royo. El tiempo pasaba y don Ramón estaba tan loquito por mí, que medio en serio, o medio en broma, dejó caer, que si yo quería, me ponía un pisito. No sé qué cavilaría esa mente libidinosa, pero me hizo pensar que de verdad estaba enamorado de mí. Me quedé callada, por que temía que si lo mandara a la mierda, seguro que al otro día me despediría, pues entre las compañeras se rumoreaba, que la que no cedía a sus pretensiones, las echaba. Así que como no paraba de mirarme, le sonreí. No quería dar un paso en falso. Estaba equivocada de cabo a rabo. Entonces no lo sabía, pero como ganaba un dinerito y a mi madre le venía muy bien, seguí trabajando hasta final de mes para cobrar. En lo único que pensaba, era de que viniera otra guapa chica, que lo engatusara, y me dejara en paz de una dichosa vez, por que había momentos, que para dictarme la carta, se pegaba tanto tras de mí, que podía sentir sus resoplidos por las orejas y el cuello, y me entraba un repelús que me daban ganas de volverme y estrellarle la máquina de escribir contra su nariz. El caso es que cometí el error de que se hiciera ilusiones. Le dije que lo pensaría y que le daría una respuesta al otro día.
A la mañana siguiente iba caminando, y al cruzar por el puente de Cristo, me paré para rezar una oración. Siempre lo he hecho, sobre todo si estaba preocupada o me sentía mal, me liaba: Ángel de mi guarda dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día… Desde que mi padre me la enseñó, siempre, siempre la he rezado. Total que antes de llegar a la oficina, me llamó la atención un chico guapísimo que estaba asomado en la baranda del puente viendo a unos pescadores que estaban remando a contra corriente, y mira por donde era Gabriel, que al verme, me saludó. ¡Qué alegría! Me dijo que venía del cuartel por que al año siguiente tenía que hacer la mili. Estuvimos un rato charlando y le conté lo del acoso de don Ramón.  A esa altura de mi vida, ya tenía mucha confianza con él porque sabía escucharme. Era muy amable conmigo, además me daba muy buenos consejos. Cuando acabé me dijo que no le hiciera caso a mi jefe y que al final se aburriría y me dejaría en paz. Antes de despedirme le di recuerdos para sus hermanas y seguí mi camino. Cuando llegué a la oficina, mi jefe estaba esperándome, deseoso de una respuesta, así que como todavía tenía mis dudas le dije que esperara una semana al menos.
 

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