martes, 25 de junio de 2013

A TRAVÉS DE TI.- A TRAVÉS DE MI.- Capítulo Veintinueve.- FIN.-




                                                               -  FIN  -




Tuvo mi hermana la mayor una infancia difícil y la adolescencia peor, pero vivió una juventud pletórica de placer, rebelándose contra todos, haciendo lo que le daba la gana, cuando quería y como quería, siguiendo los dictados de su corazón, adelantándose a su época de tal manera, que la tacharon de libertina, mujer fácil y fresca…

Como todas las mujeres de su generación, nació en una época en la que no podía hacer todo lo que quería, si no lo que debía. Sufrió una educación machista, donde por ser niña y la mayor de tantos hermanos, le tocó aprender a hacer las faenas del hogar antes de tiempo. Apenas disfrutó de su niñez, ni siquiera una adolescencia plena. Nadie le habló de sexo. Era una palabra tabú, y tuvo que educarse a sí misma.

Si, es verdad, así era ella, y yo, en un gesto de amor, la he querido traer de nuevo hasta aquí. Sentía la necesidad de hacerlo. Era como una asignatura pendiente. Estoy segura de que se marchó antes de tiempo. Creo que si la enfermedad no la hubiera invadido, habría puesto un poco de orden a su vida.

Estos pequeños relatos me los ha ido transmitiendo ella, o a mí me lo parecía. Era como una llamada. No sé si alguien podrá comprenderlo. Desde que se fue a transitar por otras dimensiones, sentía en lo más profundo de mi corazón, que tarde o temprano tendría que hacer algo. De repente, me puse delante del ordenador, y las palabras surgieron. Brotaron relajadas y distendidas. Las frases salieron solas, y juro por lo más sagrado, que si no estaban conformes con lo que decían, ellas misma se colocaban en mi mente.

Apenas he hecho un esfuerzo en cada capítulo, tan sólo tengo el recuerdo retratado en el alma de cuando éramos unos chiquillos y ella nos cuidaba a todos. Cómo sonreía, cómo cantaba. Sus gestos siempre cariñosos y amables. Su forma de caminar tan femenina. Era una mujer apasionada. Estaba enamorada de la vida, del amor, y tal como lo sintió, lo vivió.

Era una adelantada de su tiempo, una rebelde, una soñadora, y una romántica. Quería volar sin alas y se estrelló, pero sé que en el fondo quería estar en paz con todos aquellos que la quisieron de verdad. Es por eso que, inspirándome en ella, he creado un personaje ficticio, escribiendo esta pequeña historia, que de algún modo retrata a algunas mujeres de su generación. Creo que existen muchísimas personas que nacen de una manera de ser y no pueden hacer nada por cambiar, aunque se lo propongan. Al final ceden, como si fueran esclavos de sus propias debilidades.

Quizás el amor que siento hacia mi hermana, me ha dado pie a pensar, que después de muerto, uno nunca se va del todo, y se me ocurrió que, qué mejor que un espíritu. Un ser errático que va vagando en el limbo, analizando su comportamiento humano, sus errores,  y sus cosas buenas. Por eso, y por que creo que se lo debía, he escuchado a mi corazón dándole un poco de aliento, y un toque de humor. También he mezclado verdades con mentiras para dar más empaque a la historia.

Cualquier semejanza con la realidad, es pura casualidad.

                                                                                

              Felicidad Hurtado Sánchez
                             25 - Junio - 2013

lunes, 24 de junio de 2013

A TRAVÉS DE TI.- GABRIEL.- Capítulo Veintiocho.- Segunda Parte.-




                                                                             -  2  -




Al otro día se marcharon. Cecilia, la pobre no paraba de llorar, y José tuvo que arrancarla de mis brazos. ¡Qué pena de hermanita! ¡Cuánto ha sufrido por mí! De todas mis hermanas es la que más me ha querido y me ha ayudado…Cuando se fueron, mis hijas y Adam no se apartaron de mi lado, lo mismo que mi amiga Silvi, mi inseparable Silvi. Ella y René todavía seguían juntos, y eso me hacía muy feliz… Después llegaron los dolores y me ingresaron en una clínica donde te dejan medio tonta a base de morfina pura y dura, vamos drogada perdida. En el limbo. Más o menos donde ahora me encuentro, más a gusto que una pera, sin pena ni gloria. Feliz y contenta, además Gabriel siempre estaba sentado a mi lado, por que cada vez que abría los ojos, ahí que seguía él con una sonrisa de oreja a oreja…
Era una habitación donde estarían dos pacientes, pero según iban empujándome por los pasillos, los casi muertos, o no vivos, o como lo quieran llamar, se quejaban continuamente de una manera apenas audible para el fino oído de cualquiera, pero como yo todavía estaba al loro podía descifrar sus palabras entremezcladas, con esa exclamaciones que hacemos cuando estamos más asustados que siete vieja: ¡Ay, madre mía que me muero! La verdad es que me daba un miedo que te cagas, ¡vaya! Creo que se ha interpuesto en mi camino errático uno que traían de la ambulancia. Antes de llegar, hemos visto un accidente en mitad de la carretera, y seguro que la víctima sería algún joven de estos momentos, por que esa frase no la he dicho yo. De todas maneras debo decir, que aquí se está divina de la muerte, ¡qué frase más auténtica! Esta si que no tiene desperdicio. Creo que la ha dicho aquella chica que se va para el otro barrio, y no sé por qué me ha guiñado el ojo al pasar por mi lado. Y es que para ser sincera, aquí se está muy bien. No siento ningún dolor, estoy muy relajada, sobre todo que Lola y tú me habéis cogido de la mano, mientras Cecilia me masajea la espalda, además que después vendrá Gabriel, si mi amigo Gabriel, que aunque nadie parece que lo conoce, yo sé muy bien que es él. Y me habla al oído y me dice cosas buenas. Pero cuando llega Adam, no sé por que se va. Adam, mi ex. Adam, el padre de mis hijas, mis queridas niñas. Si, el franchute, que mira por donde ahora me quiere. Ahora no me deja sola. Ahora me limpia y ahora me adora… Pero antes de ahora vivía a mi lado, comía en mi cocina y dormía en mi cama tan sólo para hacerme compañía… Y también me llora de noche y me llora de día, me coge las manos, me besa en la boca y me tiene abrazadita, y en el oído me susurra: “Mon cherí, mon cherí… Pardón mon amour…” ¡Qué pena me da! El pobre se ha quedado más sólo que la una, sobre todo ahora que empieza la navidad, en cambio yo pienso pasarlo muy bien, por que acaba de llegar Gabriel y me ha dicho que ya mismo empieza el baile de fin de curso, y que como no tiene pareja, me ha hecho prometerle que sea la suya. ¡Ya era hora que me lo pidiera! Estaba deseando, no sé por qué ha tardado tanto…



A TRAVÉS DE TI.- GABRIEL.- Capítulo Veintiocho.- Primera Parte.-




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Sí, era Gabriel. El corazón me dio un vuelco y me desperté. Había sido sólo un sueño. El caso es que me levanté contenta y con ganas de salir para que me diera el aire.  Me duché cantando y salí a pasear un poco por mi jardín, y como tenía fuerzas me fui hacia la calle, entonces vi a Gabriel y esta vez estaba despierta. Empecé a caminar más de prisa. Como estaba bastante apartado, aligeré más el paso y al hacer ese esfuerzo me caí al suelo. Entonces él vino corriendo hacia mí, se agachó y me dijo que no me preocupara de nada, ya que me cuidaría, y que no tuviera miedo. Me levantó en volandas y me acompañó hasta el hospital más cercano. Cuando abrí los ojos, el médico me estaba auscultando, y después de un exhaustivo reconocimiento vinieron unos camilleros, me llevaron a una habitación y me transfundieron. Me quedé completamente dormida. No sé qué clase de inyección intravenosa me pusieron, el caso es que no paré de soñar con Gabriel. En mi sueño, Gabriel y yo caminábamos por la orilla del mar cogidos de la mano, y él me sonreía. Siempre me sonreía y me decía algo que no puedo recordar, pero sé que eran palabras tranquilizadoras, por que me encontraba estupendamente. Además sentía una paz interior y una serenidad que sólo el que está en mi lugar lo puede entender. Así que me dejé llevar de su mano sin miedo a nada…Cuando abrí los ojos, Gabriel fue el nombre que acudió a mi mente. ¿Dónde está Gabriel? Le pregunté a la enfermera. Nadie sabía quién era. Entonces, ¿quién me ha traído aquí?  Como ninguno sabía de qué estaba hablando, ni por quién preguntaba, pensé que lo habría imaginado, y así estuve una semana entera dándole vueltas a la cabeza. A las dos semanas me dieron el alta. Adam y mi hija Ellen vinieron a por mí y me llevaron a casa. A Loret no le dijeron nada para no preocuparla, además estaba muy lejos. Mi amiga Silvi se quedó conmigo hasta que me puse mejor. Al cabo de un mes, vino mi hermano José con su mujer y Cecilia. Antes de llegar, habían pasado por Barcelona a recogerla. Estuvieron diez días conmigo haciéndome compañía, y aunque no me decían nada, yo sé que vinieron a despedirse de mí. No me dejaron sola ni un instante. Me cuidaron con todo el cariño del mundo. Son tan buenos. Para mi hermana Cecilia fue muy gratificante el haber compartido esos días con José, por que tenía una idea muy equivocada de él, y gracias a mi enfermedad, se conocieron los dos. Se dio cuenta de la bellísima persona que era, sobre todo la gran humanidad que tenía. Por que realmente, la condición de las personas, salen a flote en los peores momentos, y es cuando se conocen como son cada uno. Antes de irse, le hablé a mi hermana Cecilia de Gabriel. Le dije que me había llevado al hospital y que luego desapareció como por encanto. Que nadie lo había visto y no sabían ni quién era. Cecilia se quedó muy extrañada y me dijo que a lo mejor lo había soñado. Le juré por todos los santos del mundo que no, que lo conocía desde que yo tenía dieciocho años. Que era el hermano de unas amigas de Ceuta, y que siempre había estado muy enamorado de mí, además que cada vez que tenía un problema, él aparecía como por arte de magia. Se quedó callada. Seguro que se creía que estaba loca por que el médico le dijo que me habían salido unos bultos en la cabeza y que me estaba afectando, pero yo sé que no, que lo vi con estos ojos que Dios me dio.…

sábado, 22 de junio de 2013

A TRAVÉS DE TI.- SOÑANDO.- Capítulo Veintisiete.- Segunda Parte.-




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Estas extrañas sensaciones que yo padecía en aquellos momentos, no sé si eran verdad o mentira, si soñadas o vividas, el caso es que ahí quedan aunque sean muy feas… Pero cuando cerraba los ojos soñaba contigo y con Lola, cuando íbamos a oír misa de doce. Siempre enganchadas en la tirilla de mi abrigo. Y de Cecilia, mi hermana querida, ¡cuánto me acuerdo de los momentos tan divertidos que hemos vivido juntas! ¿Te acuerdas? Los tres pilares de la casa. ¡Qué buenas hijas y hermanas! Siempre habéis estado ahí, cuando más falta hacía. Y José, el mayor, al que siempre admiré. Jesús, ¡mira que era malillo! Claro que el que traía a mamá por el valle de la amargura era Pablito, el chico, ¡éste si que era travieso! Encarnita y Nieves, ¡qué poquito las he tratado! Y mira por donde acaba de llegar la chica con la sonrisa de oreja a oreja, y viene cantando, y tocando las palmas: “Que viva los cantes jondos” ¡Vaya! Ésta Nieves tiene un humor…Dice que ahora vamos a recuperar el tiempo perdido… Se nota que ya ha llegado por que ha revolucionado a todo quisqui, mezclando alientos y pálpitos y no se sabe quién es quién. Resulta que no encontraba el camino para llegar, y se ha tirado toda la santa noche buscándome por todo el barrio, pero que había un señor muy amable en la puerta, que al preguntar por mí, enseguida le ha dicho donde me encontraba. Me imagino que habrá sido mi amigo Gabriel, por la descripción que me ha dado, alto y guapo. No hay duda es él. Me ha guiñado un ojo y dándome un codazo, se ha tumbado a mi lado y lo primero que me ha soltado es que soy abuela. Que mis hijas se casaron con los novios que tenía cuando yo estaba vivita y coleando en casa. Loret con Tony y ha tenido un niño muy hermoso, y que sigue viviendo en París, pero que todas las navidades las pasas con Ellen y Adam. Ellen se casó con Fhilipp y también ha tenido un niño que es más malo que un rayo, pero que es la alegría de su abuelo, ya que se han comprado una casa muy grande y preciosa, con un huerto que arregla el propio Adam que vive con ellos, pero al lado, en una casita más pequeña, y que Ellen no quiere que se separe de ella nunca, además el niño lo adora. Que hace dos años vino a Córdoba por que su marido quería conocer a todas sus tías, y pasó una semana inolvidable, tanto es así que va a repetir. Luego me contó que se había puesto algo pachucha, más o menos como yo y que estaba tan harta que lo único que quería era llegar cuanto antes a éste barrio, por que en el suyo ya no podía seguir, pero que había tenido muchísima suerte, por que estuvo siempre rodeada de todos los que la quisieron. Luego me comentó, que antes de llegar aquí, había visto a mamá más contenta que unas pascuas, por que estaba esperando que papá la sacara a bailar. No sé qué es lo que ocurre hoy, pero hay un revuelo tremendo, y es que esta hermanita mía tiene tanta gracia, que ha contagiado a todos con su aliento tan alegre y bueno que dan ganas de seguir aquí. Me ha recalcado que te diga, que como no la oías cuando se iba, ha dejado caer la muñequita que te regaló, para decirte adiós. Que la perdones si te asustaste, pero tu nombre fue lo último que acudió a sus labios… Al rato llegó mi amigo  preguntando si me habías encontrado, y se la presenté. Era Gabriel.

A TRAVÉS DE TI.- SOÑANDO.- Capítulo Veintisiete.- Primera Parte.-




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Soñando, rezando y vagando estaba continuamente… Estos eran mis pensamientos pues yo ya sabía que no había nada que hacer, así que me dediqué a pasar el tiempo lo mejor posible. No tenía solución. Los médicos siempre buscaban una manera de que tuviera más calidad de vida, y entre unas cosas y otras, me atiborraban de pastillas. Yo me sentía como un conejillo de indias, con el cual experimentaban, y si eso hubiera hecho que mejorara, no me habría importado servir a la humanidad, pero es que cada vez estaba peor, de tal manera que le dije al médico, ¡se acabó! No quiero más experimentos, no quiero más pastillas, ¡dejarme morir en paz! Quiero estar en mi casa y el poco tiempo que me quede, que al menos sea feliz, lo único que os pido es que no tenga dolores. Los médicos aceptaron.

Según pasaban los días, mis fuerzas flaqueaban, tanto que con cualquier paseo me cansaba como si corriera kilómetros sin parar, así que me dediqué a estar sentada tranquilamente en mi jardín. Mis hijas estaban muy bien, y Adam, el grotesco y bruto Adam, de repente, no sé qué le hizo cambiar, el caso es que empezó a tener un poco de humanidad y venía todas las noches a hacerme compañía y la cena. A él si le dio tiempo en vida de pedir perdón y de rectificar todo aquello que antes hizo mal. Yo, sinceramente, me dejaba llevar por las circunstancias, pues ya no tenía ni fuerzas ni ganas. Las poquitas energías que tenía, las guardaba para mí, por que pronto iría camino hacia el descanso…

Rezo una oración con las dos manos juntas. De todas las enfermedades me tocó la peor. Estoy tan mal que la vida se me esta agotando. Rezo sin parar: Ángel de mi Guarda dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día... El tiempo pasa y mis fuerzas están flaqueando, y cuando anochecía, mientras dormía o vagaba, acudían unos pensamientos bastantes funesto a mi cabeza, y no es por que los quisiera tener, por que al otro día se iban por donde venían, pero mientras tanto estos eran…

Lejos, lejos. Me encuentro muy lejos y a pesar de la distancia susurro los nombres de todos mis hermanos. Los digo por orden, de mayor a menor, repitiéndolo una y otra vez como si dudara. Como si tuviera miedo a equivocarme y se me olvidara…Y es que cuando un aliento como el mío va deambulando entre tinieblas, oye muchos comentarios de seres confusos, y pienso que puede ser que todavía, antes de entrar en la negra oscuridad, haya un poco de luz que ilumine el camino del otro lado, y por fin pueda descansar... Ángel de mi Guarda dulce compañía… Que ya no hay tregua, que no hay marcha atrás y que no tendré otra oportunidad…Ángel de mi Guarda dulce compañía, no me desampares…

Estoy sola, muy sola. Nadie viene. Me duermo poquito a poco. Grito los nombres de todos mis hermanos. Los llamo uno a uno. Necesito verlos, que vengan pronto y rápido.

Sigo estando sola. Nadie me atiende. No puedo moverme. No tengo fuerzas para levantarme. Las piernas me flaquean cuando lo intento, pero cuando lo consigo, no me puedo mantener en pie. Me desplomo abatida y me he quedado un tiempo interminable tirada en el suelo. Me arrastro hasta la cama y me agarro con las manos, pero ni puedo ni me hacen caso, y  aquí me he quedado hasta que alguien venga… Ángel de mi Guarda dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día…

jueves, 20 de junio de 2013

A TRAVÉS DE TI.- UN MILAGRO.- Capítulo Veintiséis.- Primera Parte.-




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Si por una casualidad de la vida, de esas en las que ocurre un milagro, que la gente cavilando se pregunta y pregunta sin saber cómo, dónde ni porqué… Sí, sí… Esas noticias que de vez en cuando se dan en los telediarios, que nos deja boquiabierto, patidifusos, anonadados y algo alelados... Que de  repente, una se entera que en tal o cual sitio alguien ha sanado milagrosamente. Sin explicarse los médicos cómo ha podido ocurrir si ya le daban al pobre enfermo por muerto… Si por purita casualidad a mi me ocurriera esto… ¡Ay Dios mío…! ¿Qué no sería yo capaz de rectificar...? Si a mi me ocurriera eso… ¿por qué no me lo iba yo a creer con lo malita que estoy? Por que… mire usted por donde, a mi me afecta en  todo el cuerpo esta enfermedad que ni siquiera me atrevo a mencionar, no vaya a ser que por nombrarla se le ocurra hacerme más mal que bien. Que la muerte me acecha desde los pies a la cabeza, teniendo una metástasis que ya me cubre casi todos los órganos, los huesos, el pecho… En una palabra y para abreviar, que me esta comiendo toda entera, y digo yo, ¿por qué no me pongo buena? Si le ha ocurrido a otras gentes, ¿por qué no yo también? ¿Por qué no me iba a ocurrir y se me fuera de una puñetera vez, este cáncer maldito que me tiene toda la cabeza loca perdida, de médico en médico, de ambulancias para arriba y para abajo, sesiones de radioterapia, y, para colmo, esa quimioterapia que me tiene ya hartita de tantas calvas? Que si el pelo se me cae, que si ahora cuando me crece me pongo más mala todavía. ¿Por qué no me iba a tocar ese milagrito tan esperado por mí que no hago más que rezar y suplicar a Jesucristo bendito... La Santísima Virgen, y a todos los santos del mundo entero, que ya no sé qué hacer para que me ponga buena de una vez? Ángel de mi Guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día… ¿Por qué, por qué y por qué me ha tocado sufrir tanto? Es que… ¿no he tenido ya bastante durante más de cinco años de sufrimientos, de dolores, de vómitos, de barriga mala, de heridas en el ano que cada vez que defeco se me va la vida en un grito? ¡Por favor! ¡Venga ya! ¡Por Dios! Sé bueno y piadoso y ten un poquito de compasión haciendo ese milagrito, total, ¿qué más te da tener un poquillo de bondad, con lo que he sufrido ya? Por que no me dirás que no llevo ya padeciendo, y no te hablo de esta terrible enfermedad, si no, de lo mal que lo he pasado con mi primer marido, y luego con ese hombre malvado, que tanto me ha maltratado psicológica y físicamente. Palizas va y palizas viene. Me ha arrastrado de los pelos por la casa y me ha empujado escaleras abajo, ¡hasta me dejó toda una noche entera en la calle muertita de frío! ¡Por Dios! No me digas que no es suficiente, para que encima venga esta enfermedad que me está comiendo poquito a poco, dejándome adolorida, apenas sin poderme mover, echada en la cama con la bomba de oxígeno enganchada, que si me la quito me ahogo, me asfixio y me muero, por que la vida se me va en cada palabra que sale de mi boca… Por Dios, si Tú eres o has sido en algún momento de tu vida un hombre, un humano, un ser que andando por la calle veía pasar a la gente, o sea, un peatón, un ciudadano de a pie, ¿me entiende usted? ¿No te da cosa verme sufrir tanto y me pones buena, me saneas de una vez para siempre con tan sólo un poquillo de bondad? Venga ya por favor, ayúdame con esa cosa que llaman Milagro.- “Ha ocurrido un milagro” - Y sale en la tele un señor dando las noticias, gritándolo con toda su boca.- “Señoras y señores, ha ocurrido un milagro, una cosa que los humanos no entendemos, pero que de repente, una mujer que estaba moribunda, a punto de fallecer, se ha puesto buena y no tiene ni siquiera una huella de esa terrible enfermedad llamada cáncer y encima con metástasis. Los médicos no dan crédito a lo ocurrido pues ha sanado milagrosamente, aunque se da la paradójica circunstancia que  sus hermanas habían llegado de España para cuidarla una semana. Dicen algunos que el verlas le ha dado tanta alegría, que ha recuperado las fuerzas para seguir viva y la enfermedad ha remitido como si jamás hubiera existido.”  Vamos… sé sincero, dime que no te tienta la idea… sería como reforzar un poco tu buen hacer, tu capacidad para el bien. Te prometo Dios mío que si me pongo buena, no sé qué haría… Ángel de mi Guarda dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. ¡Escúchame! Por favor, ¡escúchame! Creo que viene la enfermera para inyectarme algo... los ojos se me cierran... Estaré soñando, ¡que bien! Soñando, soñando...

martes, 18 de junio de 2013

A TRAVÉS DE TI.- ENFERMANDO.- Capítulo Veinticinco.- Sexta Parte.-




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Después de varios días en cama, el equipo de oncología, me propuso un tratamiento alternativo de quimioterapia, y yo, sinceramente estaba harta, pues al fin y al cabo, lo mío ya no tenía remedio. Estaba empachada de tantos fármacos, así que le dije que me dejara vivir en paz el poco tiempo que me quedara. A partir de entonces me dediqué a salir cada tarde alrededor de mi casa. Caminaba muy despacito, pero como seguía siendo tan guapa y femenina, hasta me salió un pretendiente bastante majo. Todas las tardes se sentaba a mi lado a contarme sus aventuras. René, que así se llamaba mi leal pretendiente, era un hombre alto y muy delgado, viudo, de buena posición, y tan sólo tenía sesenta años, total no era tan mayor, y a pesar de mi estado de salud, me propuso matrimonio, cosa a la que me negué rotundamente, no por su aspecto impecable, no, si no por que él tenía muchas ganas de sexo todavía, cosa que a mí ni se me pasaba por lo alto. Tan sólo el pensar que me viera desnuda, me daban ganas de salir pitando, y aunque él insistía que no le importaba, a mí sí. La verdad es que se encontraba muy solo, así que le hablé de mi amiga Silvi, que aún no la conocía. A ella le dije que le quería presentar un amigo que le iba a gustar mucho por que era un hombre muy guapetón para la edad que tenía. Quedamos un domingo por la mañana. Al momento se cayeron bien y hasta ahora. Se fueron a vivir juntos poco después. Mi hija Ellen se había colocado en un banco y tenía un sueldo estupendo, y seguía con su novio Fhilipp, que era el encargado de un camping. Mis amigos Silvi y René venían a visitarme todas las tardes y juntos caminábamos hasta el parque. Entonces yo me apoyaba en un andador. Casi siempre era ella la que llevaba la voz cantante, por que últimamente, apenas me salía la voz del pecho y tenía que escribirle pequeñas notas para que me entendiera. Pasado un mes, tuve que salir con una botellita de oxígeno por la calle, como si fuera el carrito de la compra, pero no me importaba ya que mis pulmones lo agradecían mucho. A veces me enfadaba conmigo misma por la situación, y llegó un momento tan desesperante, que sólo quería morirme. Le dí tantas vueltas a la idea, que no tenía ningún miedo, y os puedo asegurar, que cuando una persona llega a tener tan poca calidad de vida como yo, los sentimientos y la manera de ver las cosas te hacen cambiar de tal manera, que se pierde todo temor. Pensaba que la muerte era la cosa más natural del mundo, y estaba tan cansada que sólo quería estar durmiendo en la cama, y que nadie me molestara. Me sentía tan feliz, que cuando, mis hermanas me llamaban por teléfono desde España, me enfadaba con ellas y les decía que no volvieran a despertarme. Cuando me encontraba con fuerzas, volvía a salir dando un pequeño rodeo por la calle, y en uno de esos paseos, caí desplomada al suelo. Necesitaba urgentemente un milagro…


A TRAVÉS DE TI.- ENFERMANDO.- Capítulo Veinticinco.- Quinta Parte.-




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Un domingo que paseaba con mi amiga, me caí desplomada sin darme cuenta en el suelo. Cuando abrí los ojos, la gente me rodeaba y no me acordaba de nada. Al cabo de un mes, limpiando el cuarto de baño, me desmayé. Si no es por Adam, todavía estoy allí tirada, en medio del pasillo, sola. Me llevaron al hospital. Después todo se complicó, y volvieron a darme sesiones de radioterapia y quimioterapia. Estaba harta de la dichosa enfermedad que se ensañó conmigo de una manera brutal. El médico me dijo que éste tipo de cáncer sale cuando hay un cambio hormonal. También por disgusto. Sea lo que sea, a partir de entonces mi vida fue una continua salida y entrada a los hospitales durante cuatro años. Me atiborraron de pastillas, de tal manera que engordé unos cuantos kilos, ¡parecía una vaca de gorda! Después, cuando acabó el tratamiento adelgacé y me quedé estupendamente, ya que toda la ropa me quedaba de maravilla. Fue en esa etapa cuando mis hijas dieron un cambio radical, y empezaron a tomarse las cosas más en serio. Loret se peleó con su novio, un celoso que le estaba haciendo la vida imposible, y conoció a un chico extraordinario, Tony. Los dos emprendieron viaje hacia París a buscarse la vida y encontraron trabajo en el parque de atracciones Disney World. Loret era más atrevida para todo. Mi pequeña se parecía mucho a su padre. Era una auténtica francesa, muy despegada. Ellen en cambio nunca se separó de mí y aunque vivía ya con su novio, era más familiar. Después del trabajo venían los dos a estar conmigo. Creo que fue una de las mejores etapas para mí, dentro de la enfermedad, por que al menos ya no me sentía tan sola, además mi hermana Cecilia venía cada dos por tres. Si su marido no podía traerla, cogía el tren, y se quedaba una semana. Antes de irse me propuso irnos a pasar las navidades en Córdoba, ya que mi padre estaba muy mayor y quizás ya no lo vería más. Cuando llegó diciembre, Adam me acompañó en su coche hasta la estación de Montpellier para coger el tren que salía para Barcelona. A los dos días, Cecilia y yo montamos en el Ave rumbo hacia Córdoba. Fueron una de mis mejores fiestas navideñas. Vinieron todas mis tías, por parte de mi padre. Mis hermanos se volcaron conmigo, y una tarde que veníamos del Corte Inglés, Emilio pasó por mi lado, ¿te acuerdas? Se quedó mirándome, y pasé de largo… Cuando acabó el año regresamos. Nada más llegar, recaí de nuevo. Menos mal que al menos me despedí de mi padre. Pobrecito, todavía me acuerdo de lo triste que estaba por que echaba mucho de menos a mi madre. Se tiró todas las navidades diciendo que para qué quería seguir viviendo, si ya no estaba ella. La verdad es que tenía toda la razón, por que ahora se le ve tan feliz… Lo mismo que yo, que estoy tan tranquila, además que cuando cierro los ojos viene mi amigo Gabriel, se sienta a mi lado y me cuenta cosas bellas, me coge de las manos y me lleva casi en volandas hasta Ceuta. Luego nos vamos a la playa a bañarnos, y corremos por la arena como dos niños chicos para secarnos al sol. ¡Qué risa! ¡Qué feliz estoy! ¡Qué sol tan rico, madre mía! Es un sol que me adormece y siento una relajación tan grande que no quisiera despertar jamás…Ángel de mi Guarda dulce compañía no me desampares ni de noche ni de día, no me dejes sola que me perdería…
 


A TRAVÉS DE TI.- ENFERMANDO.- Capítulo Veinticinco.- Cuarta Parte.-




                                                                          -  4  -



Al cabo de un año, me salió otro tumor en el pecho izquierdo y me tuvieron que hacer una mastectomía radical. Luego vinieron pruebas tras pruebas y esta vez si accedí a la quimioterapia. Antes de lo que yo esperaba empezó a caérseme el pelo a mechones limpio.  Me quedé calva como una pelota y fue un verdadero tormento para mí… Con la melenaza que yo tenía, ¡madre mía! Y hablando de madre, mire usted por donde acaba de pasar por mi lado saludándome.- ¿Qué haces tú aquí mamá? - Vaya, me ha sonreído y me ha dicho que está muy contenta de verme y que pronto me darán la última sesión de quimioterapia, ¡qué bien! Pronto me crecería otra vez el pelo, ¡hurra! Y me creció el pelo, y me salió otro tumor en el otro pecho, y me lo extirparon. Me dieron radioterapia y quimioterapia. Entonces Adam me propuso vivir cerca de casa para ayudarme. Él mismo corrió con los gastos de albañilería. Por la puerta trasera, construyeron un adosado, una gran habitación, con aseo incluido. Así podría pasar a mi casa en caso de que hiciera falta acudir a socorrerme. Desde que caí enferma, Adam empezó a cambiar, no sé si por que me quería de verdad o por remordimiento. Ya no me importa, por que creo que todo el mundo se merece una segunda oportunidad. Al fin y al cabo es el padre de mis hijas, y desde que las dos tienen novio, las ayuda mucho en plan económico. Además, ha vendido el apartamento pequeño y el piso de Marbella, y ha repartido el dinero entre ellas. La verdad es que ha cambiado una barbaridad, con lo que le gustaba el dinero. Ahora se portaba muy bien conmigo. Todas las noches viene a casa y me hace la cena, por que con las chicas no puedo contar para nada, y no es por que sean malas, no, es que están en una edad que sólo piensan en divertirse y salir con los novios para arriba y para abajo. No las juzgo, al fin y al cabo, eso es lo que les he enseñado. Pobrecitas mis niñas, ¡cuánto lo siento! Espero que alguna vez me podáis perdonar. A veces pienso que desde que salí de mi tierra, la cabeza se me trastornó. Bueno, qué le vamos a hacer, es la vida que me tocó. El caso es que cuando me creció el pelo, me salió completamente rizado y estaba guapísima. Empecé a encontrarme mejor y todos los días me iba a pasear con Silvi. Otras veces Adam se quedaba sin salir en todo el día. Él tenía una amante, pero me decía que la iba a dejar por que era muy pesada. Pobre Adam, todavía se cree que es joven. Entonces tenía mi misma edad, o sea cincuenta y dos años. Todos los días venía quejándose de lo machacona que era su amante. No sé por qué seguía con ella...

domingo, 16 de junio de 2013

A TRAVÉS DE TI.- ENFERMANDO.- Capítulo Veinticinco.- Tercera Parte.-




                                                                             -  3  -




Al cabo de otro año, me volvió a salir otro bulto en el mismo pecho, esta vez con más insistencia, y entonces ya si que me lo examinaron. No era bueno aquello, y me lo tendrían que extirpar entero, pero yo le dije al medico que salvaran mi pecho y que sólo me quitaran los dos quistes ya que eran muy pequeño. Enseguida llamé a Cecilia que vino lo más rápido posible. Estuvo una semana a mi lado, pues no se podía quedar para la operación, así que te llamé a ti. Estuviste diez días conmigo. Aún puedo recordarte sentada en aquél sillón leyendo a Cervantes en el hospital de Avignon. Me dijiste que ya habías leído El Quijote cuando estabas en el bachiller, con catorce años pero que te gustó tanto que lo volviste a releer, ¡qué paciencia! Luego se enteraron todos los que antes me dieron de lado. Adam casi se arrastró y llorando me pidió perdón. Lo mismo hizo su antiguo socio que apenas me miró, y un día antes de ingresar en la clínica para extirparme los tumores, se presentó Michel y en la cocina me hizo el amor, y yo como una tonta lo amé con desesperación. Me acuerdo que cuando te lo conté te quedaste con la boca abierta… Es que no tengo remedio, ¿sabes? Soy una romántica empedernida… Creí que volvía para quedarse…
A la semana siguiente me dieron el alta y el oncólogo me dijo que tendrían que darme unas cuantas sesiones de quimioterapia.- ¿Qué?- Le contesté.- Ni hablar del peluquín, ni se le ocurra.- El médico trató por todos los medios de convencerme, y al ver que no podía me hizo firmar un papel que bajo mi responsabilidad no me daban quimioterapia. ¡Qué tonta fui! Creí que podría curarme sola, sin medicación. Y ahora mira dónde estoy, que ni siquiera lo sé, si viva, si muerta, pero estoy segura de que por mi culpa, por vanidad, hoy me encuentro aquí, en este lugar extraño, que ni siento mi aliento, que se me va la vida por que en un momento firmé mi propia agonía… No quería quedarme calva. Esa estupidez era lo que más temía, sin darme cuenta, que caérseme el pelo era pasajero y que más tarde me crecería. Por eso quiero transmitir a través de ti que se lo digas a mis hijas. Que se haga sus revisiones, y que no tengan miedo de nada, por que hoy en día el cáncer se cura.

A TRAVÉS DE TI.- ENFERMANDO.- Capítulo Veinticinco.- Segunda Parte.-




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La casa era una preciosidad. No le faltaba ningún detalle, y en verano, cuando llegaban sus hijas se llenaba de la alegría de sus nietos. Estaba muy bien situada, frente del mar. Todas las mañanas nos dedicábamos a dar largas caminatas descalzas por la arena. ¡Que bien se estaba allí! Fuero unos días deliciosos. Un sábado Silvi fue al centro del pueblo para hacer unas compras relacionadas con el hotel, y me dijo que mientras tanto, me fuera a caminar y que la esperara en la curva donde dábamos la vuelta para regresar, que eran las dos horas que empleábamos entre ida y vuelta. Después de una hora andando por la orilla, vi una silueta a lo lejos. Era un hombre pescando en lo alto de una roca antes de la curva. Según me iba acercando, creía reconocerlo y cuando llegué a su lado me quedé completamente muda. ¿Qué hacía Gabriel aquí? Me sonrió. No daba crédito a mis ojos. De un salto llegó hasta mí y nos abrazamos con todo cariño. No me dio tiempo ni a preguntarle qué hacía en éste lugar recóndito de la costa Azul. Gabriel había venido a un congreso en París donde se reunían los más prestigiosos especialistas del corazón, y que cuando regresaba para España, al pasar por aquí y ver la playa, no pudo ceder a la tentación de pescar, ya que en Ceuta siempre lo había hecho, por que según él, era muy relajante. Después de ponernos al día de nuestro recorrido por la vida, se fue, no sin antes recomendarme que me cuidara mucho. Al volver, sobre mis pasos, vi a Silvi que venía a buscarme por que se había preocupado mucho por mi tardanza. Le conté mi afortunado encuentro con Gabriel, que se acababa de irse. Se quedó mirándome muy extrañada. Al otro día regresamos a casa. Ella muy contenta, pero yo seguí muy apenada…
Una mañana temprano que estaba rascándome el pecho me noté un pequeño bulto. No le dí importancia. Pasado un mes seguía ahí. Era como un granito y se lo comenté a mi médico de cabecera, pero al cabo de unos días ya no lo palpaba. Seguro que era un quiste de esos sebáceos y había desaparecido. Pasó un año y me olvidé del tema, aunque yo seguía muy deprimida. Ya no trabajaba ni hacía nada por mí, tan sólo me dediqué a limpiar un poco el jardín y a discutir con las niñas que se habían vuelto rebeldes. La culpa la tenía yo. Así que para compensarlas, me las llevé una semana a Barcelona y pasamos unos días deliciosos junto a mi hermana Cecilia, que entonces estaba casada y tenía dos hijos, precisamente la mayor era de la edad de Loret. Ella siempre estuvo a mi lado en los peores momentos, y de vez en cuando, si no iba yo, venía a mi casa.

A TRAVÉS DE TI.- ENFERMANDO.- Capítulo Veinticinco.- Primera Parte.-




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Si, empecé a enfermar. Primero de tristeza, después de pena al ver en qué estado me encontraba. Yo, que lo único que había hecho en la vida fue amar, simplemente amar. En aquellos momentos tan sólo pensaba que no había valido la pena el haberme entregado tanto. No me encontraba bien. Estaba decaída. Creo que era la primera vez en mi vida que mi corazón estaba triste. Apenas salía, no se me apetecía nada. Quería desaparecer, perderme. No tenía ni fuerzas para pensar, ni para limpiar la casa, ni para asearme. Sólo quería estar echada en la cama y que pasara el tiempo rápidamente. Corre, corre, corre. Que se acabe el día y que pase otro. Esos eran mis pensamientos. El mundo no significaba nada para mí. Quería morirme. Me sentía igual que al principio cuando, el amor de mi primera juventud me dejó. Yo pensaba que esos sentimientos tan dolorosos ya habrían desaparecido, y que ahora, en plena madurez, estaría de vuelta de todo. Me equivoqué. El dolor era igual de intenso. Sufría hasta la saciedad. Pasó un año, en los que las chicas salían y entraban haciendo lo que le daban la gana. Eran dos preciosa adolescentes y empezaron a tontear con los chicos. Cada dos por tres se llenaba la casa de jóvenes, haciendo sus pequeñas fiestas. Los sábados por la noche se iban a bailar y no volvían hasta las tantas de la mañana. Fue una época en la que las desatendí de tal manera, que no me enteraba de si dormían en casa o no. Ni me preocupaba. Volví a equivocarme, como siempre. Nunca aprendí la lección. Creo que no hay en el mundo nadie como yo en cometer tantísimos y tremendo errores en su paso por la vida. Y ahora, cuando la cosa ya no tiene remedio, me doy cuenta y me gustaría subsanarlo de alguna manera, y como no sea a través de ti, ¿quién me va a ayudar? Espero que estos relatos sirvan para algo a alguien, o al menos a mis hijas a las que les debo tanto… 

Silvi venía a animarme muchas tardes, y en cierta 

ocasión me propuso que me fuera con ella unos 

días a la casita que tenía en la costa azul. Ya me lo 

había dicho otras veces, pero no quise nunca por 

que en el fondo tenía la esperanza de que Michel 

volviera alguna vez. Había pasado casi un año 

desde que me abandonó. Así que esta vez cedí, 

además mis hijas me animaron y me fui con ella 

quince días.

viernes, 14 de junio de 2013

A TRAVÉS DE TI.- MICHEL.- Capítulo Veinticuatro.- Cuarta Parte.-




                               -  4  -
Mis hijas nunca se enteraron de nada, por que en aquellos días estaban de excursión con el colegio fuera del pueblo, y Adam cuando se enteró vino corriendo, no sé si para recochinearse o para apiadarse. El caso es que quería volver a vivir conmigo. Como entonces me convenía, acepté su propuesta, pero que cada uno en una habitación. No se me apetecía que se acostara en mi misma cama por nada del mundo. De todas maneras, Adam, con las pastillas que tomaba para los nervios, estaba más tranquilo. Tanto él como yo nos ahorrábamos un dinero y tuve que aguantar nada más que por interés, gran error por mi parte, por que la faceta de don limpio, no la había dejado, ¡era un maniático cocinilla! Todo el santo día detrás de mí con el trapo del polvo, el estropajo, dando brillo a los grifos. Un verdadero tormento para mis hijas que a esa altura ni le hacían caso y me echaban la culpa de que estuviera con nosotras en casa. Continuamente se burlaba de mí restregándome por toda la cara que Michel me había abandonado por otra más joven, dejándome tirada como a una perra, recalcando bien las dos erres. Era imposible la convivencia. Después de muchas peleas y juicios me separé de Adam que nunca me perdonó que perdiera la cabeza por otro hombre. Puso a todo el mundo en contra de mí. Trajo testigos y en el juicio me tacharon de mujer infiel. Llevé todos los papeles del médico para que supieran el estado mental de Adam. Salí en los periódicos, en la televisión. La prensa me maltrató. Toda la ciudad empezó a criticarme, a escupirme por la calle. Marcel, el antiguo socio de Adam me arrebató lo poco que tenía, y hasta una de mis empleadas me arrastró por los pelos. Todo, lo perdí todo, menos la casa. A Adam le prohibieron acercarse a mí y a las niñas, aún así, una tarde entró por la ventana forzándola y me robó todas las joyas. Me dolió en el alma, sobre todo por que mi madre me había regalado una pulsera de oro y unos pendientes. También las que yo me había comprado que tenía un joyero lleno. Siempre me han gustado las alhajas, además eran de oro. Lo denuncié a la policía y como si nada. A partir de entonces tuve que enfrentarme sola a todos los gastos de la casa y me tuve que poner a buscar trabajo, ya que con lo que tenía no me daba para todo. Además como yo fui la que se quedó con la casa Adam no me pasaba nada, ni siquiera a las niñas, tan sólo de vez en cuando, ellas mismas le pedían dinero, y si les pillaba de bueno, se los daba. Últimamente se pasaba el día sentado en un bar que había en el mismo centro de la ciudad, y daba penita verlo. Siempre con las mismas bermudas. Estaba hecho un desastre. Tan canijo y tan cateto. Parecía un patán, no sé ni cómo pude acostarme con él… Loret se quitó de estudiar con todo el dolor de mi corazón. Me hubiera gustado que hiciera una buena carrera. Se colocó en una tienda de ropa muy lujosa. Su jefa estaba encantada con ella y la puso en la trastienda para los arreglos de costura. Ellen en cambio siguió con sus estudios y se colocó en un hotel en la oficina de información. Aparte del francés, hablaba el español perfectamente. Más tarde hizo unas oposiciones para el banco más importante de Saint-Rémy, donde sigue todavía. Le pedí a mi amiga Silvi ayuda y me dijo que si quería podría ofrecerme ser camarera de hotel a lo que accedí muy gustosa. Entonces tenía cuarenta y siete años. Mis hormonas estaban cambiando ya que el periodo me venía cuando le daba la gana, trastornándome de tal manera, que a veces me irritaban, pagando con las niñas todo mi mal humor. No sé qué era lo que me ocurría, pero no me encontraba bien. Me cansaba mucho cuando andaba, y más si quería hacer algún ejercicio. Poco a poco empecé a enfermar.
 

A TRAVÉS DE TI.- MICHEL.- Capítulo Veinticuatro.- Tercera Parte.-




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Silvi, que así se llamaba la que hasta ahora era mi rival, quedó con Michel a una hora y lugar determinado, y le dijo que quería presentarle a una amiga que conocía desde que eran unas adolescentes. Luego me llamó a mí. Nada más salir Michel por una puerta, yo salí por la de atrás. Cuando él llegó a la cita, estaba Silvi esperando en una cafetería, y le dijo que su amiga iba a tardar unos minutos. Estaba sentado de espalda cuando Silvi me saludó y le dijo que ya llegaba su amiga. Cuando se giró para ver quién era, la sonrisa de la cara se le borró al instante. Se quedó callado, puso unas monedas en la mesa y salió avergonzado. Y allí nos quedamos las dos tan tranquilas. A partir de entonces fuimos amigas, la única y verdadera amiga que tuve en Francia. Ya nunca nos separamos. Me contó cómo había conocido a Michel. Silvi regentaba un hotel en el mismo centro de la ciudad. Era un hotel pequeñito de dos plantas donde estaban todas las habitaciones. Abajo se encontraba el restaurante. Tenía varios empleados, entre camareros, cocineros y chicas que hacían las camas, y fue una de ellas, que estando embarazada se mareó. Llamaron a una ambulancia y Michel ese día era el que estaba más cerca. A raíz de ahí empezaron a salir. Luego, por el camino de regreso a casa, siguió narrándome su historia. Silvi se había criado en París, en el seno de una familia acomodada. Sus padres tenían viñedos, y entre todos los empleados que tenía, había uno que la enamoró por completo, se quedó embarazada y antes de lo veinte años, se casó con él, siendo un verdadero desastre toda su vida matrimonial. Tuvo tres hijas. Se tiró toda la infancia de ellas amargada perdida a causa de las seguidas infidelidades de su marido. Cuando las niñas crecieron, se separó y se vino al sur para romper con todo. Sus hijas se casaron y tuvieron dos hijos cada una, o sea que era una abuela joven y moderna. A la muerte de sus padres, heredó una fortuna, que repartida entre sus cuatro hermanos, cogió un buen pellizco, con lo cual, rompió con todo, y es por eso que abrió el negocio del hotel. De ese modo, Silvi y yo fuimos inseparables a partir de aquél momento.

Cuando llegué a casa, pensé que Michel me daría 

explicaciones y que seguiría conmigo. Estaba 

dispuesta a perdonarle. Me equivoqué. Me 

abandonó. Me volví loca y empecé a reclamarle el 

dinero que le había prestado y el coche. Él insistía 

que el coche era un regalo de amor y que el dinero 

jamás me lo devolvería. Me insultó llamándome 

loca. Me sentí tan humillada que pagué a unos 

matones para que le pegaran fuego al coche. 

Cuando Michel se enteró vino a mi casa, me 

cogió de los pelos y me dio más de mil puñetazos 

en la cara, después me arrastró por el jardín y me 

pateó la barriga dejándome inconsciente. Me dejó 

abandonada en la tierra ante la mirada de las 

chicas de la limpieza, que en todo momento no 

dejaron de gritar. Estuve dos semanas ingresada 

en el hospital.

miércoles, 12 de junio de 2013

A TRAVÉS DE TI.- MICHEL.- Capítulo Veinticuatro.- Segunda Parte.-




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Michel se enfrentó a él y se liaron a puñetazos, y le dijo que jamás me dejaría por otra y que me amaría siempre, siempre. Hasta la eternidad. Yo sonreí, y cuando Adam me miró, me dijo gritando con toda la maldad del mundo, que cuando tuviera un par de años más sería una vieja fea y asquerosa y que Michel se iría con una mucho más joven. Cuando Michel se marchó, entré en casa, y riéndome le dije a Adam, que lo que más coraje le daba a él, no era que me hubiera acostado con otro, si no que lo había hecho por amor, porque estaba enamorada y eso es lo único que jamás me perdonó. Adam se volvió hacia mí, me dio tal empujón que me estrelló contra la pared. Estaba fuera de sí. Empecé a gritar pidiendo auxilio. Nadie entraba a la casa. Había echado la llave. No pude escapar de allí. Me dio tal paliza que estuve en coma dos días seguidos, según el médico que me atendió. Sobre todo en la cabeza que me la pateó. No sé ni como sobreviví aquello madre mía. Me salieron un montón de chichones. Los ojos apenas los podía abrir, parecían dos huevos de lo hinchado. Amoratados perdidos. Me arrancó varios mechones de pelo. Tal era su ira. Mientras estaba en el suelo medio inconsciente, oí golpes por la puerta de atrás. Después ya perdí el conocimiento. Entre los auxiliares y la mujer de la limpieza lo separaron de mí, si no ahora estaría muerta y no me hubiera dado tiempo de redimirme, por que lo que más deseo en este mundo es que mis hijas me perdonen…
A la semana me dieron el alta y nada más llegar a casa le dije  a Adam que se iba él  o yo, y como no le convenía por que tendría que estar con las niñas, se marchó a una pensión de mala muerte. Partimos la sociedad y me asocié con Michel. Le presté dinero y le regalé un cochazo. Yo lo adoraba. Fue la historia más bella de mi vida. ¡Pobre de mí! ¡Qué ilusa fui! Sólo duró cinco meses nuestra apasionante historia de amor. Poco a poco, el fuego se iba apagando. No por mí que hubiera estado toda la vida adorándolo, tal era el amor que sentía, si no por él que continuamente tenía una excusa para salir. Puede ser que yo tuviera la culpa por los dichosos celos. Malditos celos. Lo amaba apasionadamente, tanto que empecé a agobiarlo, persiguiéndolo por todas partes. Estaba tan enamorada que no me daba cuenta de que lo estaba ahogando. Asfixiando. Michel era demasiado guapo y atractivo y gustaba mucho a las mujeres, y yo tenía unos celos enfermizos, pues no sé por qué intuía que me engañaba. No podía soportarlo. No me equivoqué. Lo pillé con otra  y aún así, seguí con él por temor a perderlo. Me hice la desentendida, como si no supiera nada. Era imposible seguir fingiendo. Empezamos a discutir en casa, en la calle, en las cafeterías, en la ambulancia, delante de los enfermos. Allá donde íbamos, los gritos se oían por todas partes. Las broncas cada vez eran más continuadas. Nos perdimos el respeto. Entonces lo amenacé con romper la sociedad, si seguía con aquella mujer. Se quedó un rato callado, y me dijo que no era nada serio, y que no había vuelto a verla. No lo creí y lo seguí una tarde que fue a recoger un enfermo. Nada más irse me arreglé. Entro en una casa y salió con una mujer guapísima, pero más o menos de mi misma edad. Era una ricachona. Cuando volvió no le comenté nada. Al otro día fui a la casa de esa mujer. Cuando me abrió la puerta le dije que Michel era mi pareja desde hacía más de un año, y que no sabía que hacía ella con él. Por lo visto llevaba el mismo tiempo con ella. Las dos caímos en la cuenta de que este tío, por que ya para mí no tenía nombre, era un buscavida, que se aprovechaba de las mujeres mayores para sacarles todo el dinero que pudiera. Entonces urdimos un plan.

A TRAVÉS DE TI.- MICHEL.- Capítulo Veinticuatro.- Primera Parte.-




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Michel era un hombre alto, medía más de uno noventa, atractivo, moreno de ojos negros y mirada apasionante, con unos labios gruesos y carnosos. Tenía dos hoyuelos en el rostro que cuando sonreía se le acentuaban más, y un tercero en el mentón. Su porte era de lo más elegante, con un trato exquisito. De voz melodiosa y una ternura de lo más dulce. Era un auténtico seductor y llegó a mi vida en el momento adecuado, cuando más falta me hacía.
Michel tenía treinta años, y yo cuarenta y cinco. Caí rendida a sus pies. Me volví loca de amor. Me enamoré. Me enamoré como una verdadera colegiala. Me enamoré como nunca jamás lo había estado y eso me gustaba. Yo pensaba que ya era mayor para estas cosas. No. Estaba equivocada. En ese momento me dí cuenta de que el amor no tiene edad, y más si se ama con pasión. Con pasión y desenfreno. Fue cuando empecé a dejar a las chicas solas en casa, sabiendo de antemano que estaban muy asustadas, sobre todo si era por las noches. Ellen tenía casi catorce años, y me decía a mi misma que con esa edad, yo cuidaba de mis hermanos pequeños, fregaba la casa, limpiaba los cristales y planchaba la ropa de todo el mundo, además sabía cocinar, y cuando mi madre no podía lo hacía yo. De esa manera me auto justificaba, haciendo lo que me daba la gana, sin preocuparme del daño que causaba. Así que durante varios fines de semana me iba con Michel a la costa, cosa que jamás me podré perdonar. No sé qué pasó por mi cabeza en aquellos momentos para hacer esas cosas tan terribles. Creo que me volví loca. Todavía no lo puedo comprender. ¿Qué es lo que me arrastró a hacer tales barbaridades? Michel me tenía hechizada de tal manera que no sabía ni lo que hacía. Era como si fuera la última puerta al amor, y no me daba cuenta de que estaba tirando por la borda el amor de mis hijas, mis queridas hijas, haciéndoles un daño irreparable. ¿Cómo voy a reparar aquello que hice tan mal, si ya no me queda tiempo? Quiera Dios que a través de ti puedan perdonarme…
Nos entregamos al amor apasionado con toda la lujuria que da el apetito carnal, porque aquí lo que privaba era el sexo. Puro y duro sexo, pero con sentimiento verdadero de amor, de tal manera que la locura y los celos hicieron su aparición, tanto por su parte como de la mía, pues si él era un joven seductor, yo tenía una pizquita de picardía madura que a los hombres les atraía. A pesar de todo, fuimos inseparables, tanto que Adam empezó a sospechar, cosa que a mí me daba igual. De alguna manera, él nunca supo enamorarme. Lo único que hizo en su vida junto a mí, fue destrozar mis ilusiones. Matar la fe y la esperanza que yo tenía de ser una mujer amada, cosa que jamás consiguió. Siempre fui una rebelde de la vida y no me conformaba con menos. Nunca me acostumbré a sus soeces, ni al tedio, ni tampoco que me hablara con brusquedad. Ni a sus golpes, ni al menosprecio. No le dí cabida a mi vida. Tan sólo quería amar y ser amada, y cuando el amor se presentó a mis puertas, no lo pensé dos veces. Lo que Adam no se esperaba, era que me hubiera enamorado de verdad, y cuando por fin se enteró, me machacó a golpes.

lunes, 10 de junio de 2013

A TRAVÉS DE TI.- NEGOCIO DE AMBULANCIA.- Capítulo Veintitres.- Tercera Parte.-




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Pasó otro año y descubrí que las cuentas no cuadraban y que había fugas por algún lado. Así que durante más de tres meses empecé a vigilar al personal, y como no lo encontraba me lié a tontear con Marcel. No sé por qué, pero me daba mala espina, él y su esposa Brigitte nunca me habían gustado. Tantos halagos hacia mi por su parte, la verdad es que lo encontraba muy sospechoso, el caso es que cuando menos lo esperaba me vi envuelta en una trama, donde las drogas hicieron su aparición, no por que yo las consumiera, si no que entre ellos y sus compinches dependían tanto de ellas que finalmente empezaron a sacar dinero de lo que era la sociedad. Claro que para demostrarlo tuve que flirtear con Marcel, ya que desde un principio siempre había demostrado un gran interés hacia mi persona, cosa que nada más que pensarlo, ya me echaba atrás, no por que no fuera un hombre agraciado, no, si no por que Brigitte era una celosa empedernida y a la primera que se liara con su maridito, le arrancaba todos los pelos de la cabeza de un tirón arrastrándola por toda la calle. Nada más pensarlo me dan hasta escalofríos. De todas maneras como yo estaba dispuesta a encontrar al ladrón, me enrollé con Marcel para sacarlo a barrer… ¡hala! Sacarlo a barrer… Esto si que es un referente del argot popular y actual, ¡eh! Por que en mis tiempos se decía caer en la trampa, pero ahora no, se ve que están llegando muchos alientos que debaten en los senados últimamente, y es que esto de los políticos de ahora… ¡Madre mía! Si hasta aquí llegan rumores de un tal Alfonso Guerra que da muchas entrevistas en la tele, y por lo visto estuvo muy malito, casi nos encontramos por aquí…. Total, que una tarde quedé con él en un camino descampado, intransitable, todo lleno de baches y yerbajos a los lados, donde en una curva se paró para hacerme el amor, cosa que llevaba tiempo quererme hacer, y justo donde se quería parar, apareció la figura de una mujer caminando. Era Brigitte, que nada más verle salió corriendo hacia nosotros. Marcel empezó a dar marcha atrás sudando como un pollo, y yo agachada para que no me viera. Me lié a rezar… Ángel de mi Guarda, dulce compañía no me desampares ni de noche ni de día…. Le estaba rogando que me sacara de allí lo más rápidamente posible, por favor, por favor, por favor… Estaba desesperada, atemorizada…. A mi izquierda, dos caminantes se quedaron mirando para verme la cara, menos mal que actué rápidamente y me la cubrí con un pañuelo que llevaba envuelto en la garganta, además me tapé el rostro con las manos, mientras Marcel, en una curva, dio la vuelta y salimos pitando de allí a toda velocidad…. Al otro día, él mismo salió a la palestra contándome que estaba metido en una mafia marroquí hasta las trancas y que si no les daba lo que pedían lo cosían a balazos… Le di dinero para que pagara sus deudas, con la condición que no volviera a aparecer en toda la vida. Lo indemnicé con una buena cantidad de dinero y le compré dos billetes para que se marchara con su mujer al otro lado del mundo y se olvidara de nosotros hasta el resto de sus días, cosa que hicieron… Más tarde rompí la sociedad con Marcel, ya me había echo con el timón, y le conté a mi marido toda la verdad y cómo lo supe todo. Adam no dijo nada. A esa altura de la vida, dependía tanto de las pastillas para los nervios, que más bien estaba retirado del negocio, le habían dado dos infartos. Además no había nada peor que un ladrón robara a otro ladrón. Me quedé con la mitad de las ambulancias y puse un cartel de que necesitaba un enfermero. Antes de una semana se presentó un francés-marroquí que nada más verlo me dio un vuelco el corazón. Se llamaba Michel.

A TRAVÉS DE TI.- NEGOCIO DE AMBULANCIA.- Capítulo Veintitres.- Segunda Parte.-




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Cuando pasaron cinco años me incorporé al trabajo. Las niñas estaban creciendo y Adam empezó a enfermar de los nervios, convirtiéndose poco después en un esquizofrénico, teniendo que delegar todo el negocio en mí. Me saqué el carnet de conducir, ya que mi trabajo consistía en trasladar a enfermos del riñón hasta Avignon para la diálisis. También varios títulos relacionados con todo lo que conlleva una ambulancia. Tenía un teléfono portátil, llamado busca, para estar localizada en cada momento. Después un móvil. Con el tiempo me convertí en una experta. Era la jefa de todo el personal y de siete ambulancias, llegué a tener quince. Lo mismo conducía que llevaba el papeleo. Nos forramos de dinero.
Empecé a rodearme de la gente más próspera del pueblo, incluso salía esporádicamente en las noticias locales. Organicé bailes casi todos los sábados, para de alguna manera captar nuevos clientes. Tenía cuarenta y dos años. Me encontraba en todo mi apogeo. Estaba pletórica de esplendor, así que decidí echar mano de mis armas de mujer seduciendo a los hombres ya maduritos, de tal manera que cada vez éramos más ricos. Abandoné un poco a mis hijas que estaban en una edad peligrosa, pero era tanto mi afán por hacer dinero que me olvidé de la madre y saqué a relucir la mujer de negocios y sin escrúpulos. Tan sólo pensaba en el futuro, y en ese futuro no entraba Adam. No sentía nada por él. Ya no teníamos relaciones sexuales, me asqueaba verlo siempre con las pastillas y la botellita de agua, además no hacía nada. Se levantaba por la mañana se ponía la camisa floreada y unos pantalones cortos que estaba para matarlo de feo. Después se iba a ver a su amante que era gorda y fea, pero que tenía una buena delantera y eso es lo único que le atraía de las mujeres. Quería abandonarle, pero no sabía cómo. Cuando le hablaba de separarnos, me amenazaba diciéndome que antes me mataba y me dejaba tirada en la calle. Yo sabía que lo haría por que entonces estaba loco de remate y si algún día conseguía hacerlo de verdad, jamás iría a la cárcel por que llevaba algunos años yendo a un psiquiatra que seguramente declararía en su favor. El caso es que por una cosa u otra seguí al pié del cañón. Todo el santo día trabajando, mientras las chicas se hicieron unas mujercitas preciosas, que salían y entraban con toda clase de amigas y amigos. Reconozco que ni siquiera sabía cómo eran sus amistades, tan enfrascada como estaba en el negocio, cosa mal echa por mi parte y ahora en éste momento lloro de impotencia al comprobar que de nada me sirvió tanta agonía, total, ¿para qué? Aquí todos llegan con las manos vacías y en pelota picada… ¡Vaya! ¡Qué frase más graciosa! Se habrá cruzado con mi aliento, en mis tiempos se decía como Dios lo trajo al mundo. Reconozco que está un poco desfasada… Hoy hay aquí tal revuelo de gente, parece ser que ha habido una enorme riada en un Camping, por Huesca, el famoso Camping de las Nieves y algunos enfermeros que corretean con camillas por los pasillos han gritado: ¡Ha sido un tragedia, si, si, una tragedia en Biesca! Ahora que lo pienso, entonces estaba yo muy cerca de allí… Fue una de las veces que fui con las niñas…
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A TRAVÉS DE TI.- NEGOCIO DE AMBULANCIA.- Capítulo Veintitres.- Primera Parte




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Entre los dos emprendieron la tarea de poner un negocio pequeñito de ambulancia. Adam, era un lince para hacer dinero, tanto que en menos de un año, tuvieron que ampliar, invirtiendo el dinero de las ganancias en comprar cinco ambulancias más. En total teníamos siete, así que dimos empleo a varias personas. Como mis hijas eran pequeñas, y yo no podía dedicar el tiempo necesario en llevar la oficina, tuvimos que contratar los servicios de una secretaria, que por cierto se llevaba muy bien con Adam, tanto que se acostaban cada dos por tres. A esta altura de mi vida, me daba igual, con tal que me dejara tranquila y en paz, sobre todo, que no hiciera daño a las niñas. Lo único que me interesaba en aquellos momentos, era ganar dinero y darles una buena educación a mis hijas. Cada mañana las llevaba a la parada del autocar y las recogía a las cinco de la tarde. De ese modo recuperé tiempo, y me compré una máquina de coser. Durante una buena temporada me dediqué a hacer los vestiditos a las niñas, incluso para mí. Las vecinas de las otras casas se quedaban con la boca abierta. Era raro que una francesa supiera coser. Hasta yo misma lo diseñaba. Siempre tuve un gusto exquisito. También sabía hacer punto e hice varios jerseys y rebecas de lana. Mi hija Loret se tiraba las horas mirándome tricotar y tanto le gustaba que la enseñé y se hizo una bufanda larguísima. Después quiso aprender a coser y cuando cumplió los trece años, se diseñaba su propia ropa, y ya a los quince que no quería estudiar, la puse en una academia de corte y confección, aprendiendo lo mismo que yo. Nunca podré olvidar aquellas cálidas tardes de verano junto al pozo, en la que las dos nos dedicábamos a enhebrar la aguja, mientras puntadas tras puntadas, reíamos juntas al ver los dobladillos que hacía, los hilvanes, y los ojales. Ellen se quejaba de que no se podía concentrar en los estudios con nuestras risotadas. Siempre fue una alumna ejemplar sacando las mejores notas, pero luego no paraba de reír cuando le enseñaba el pañito que habías hecho, corazón. Ahora me consuela aquellas tardes, Loret de mi vida, y te ruego que perdones el daño que te hice después. Perdóname hija mía por mis flaquezas, por mis debilidades y por mis pecados, sobre todo por mi gran egoísmo cuando te dejé sola junto a tu hermana Ellen. Aún no me he perdonado y en éste momento de mi último aliento, tan sólo le pido al tiempo que vosotras dos escuchéis el lamento que a través de ti, voy describiendo. Ellen, Ellen, mi querida hija mayor, sé que tú has sufrido más por ser tan sensible. Yo no me daba cuenta del daño que te causaba entonces, y ahora me arrepiento tanto, Dios mío… Y qué suerte tengo de poder transmitírtelo…

sábado, 8 de junio de 2013

A TRAVÉS DE TI.- PARÍS.- Capítulo Veintidos.- Quinta Parte.-




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En menos de dos años dimos con lo que queríamos, y le compramos una casa a unos alemanes que en aquellos momentos se encontraban bastante mal de dinero, y gracias a esas circunstancias, nos vino de perla. Era una casa de dos plantas a las afueras de la ciudad con cuatro dormitorios, un salón con chimenea y un comedor. La cocina era una maravilla y los cuartos de baño, aún mejor. Estaba la casa rodeada de un jardín con árboles alrededor, y flores de todos los colores, más una cochera enorme, un pozo de adorno y una casita para un perro guardián. Mis hijas se volvieron locas de alegría cuando la vieron y estuvieron correteando por el jardín de un lugar a otro. Estaba rodeada de más casas a un lado y otro de la calle, ya que era una zona de la gente más adinerada de la cuidad. Justo en la entrada de la urbanización, había un supermercado, cosa que me venía de perla, ya que no tenía que depender de nadie para la compra, pudiendo ir caminando con las niñas de la mano. Fue una de las épocas más felices de mis hijas, por que tenían muchos amiguitos, y en los cumpleaños siempre hacíamos una fiesta por todo lo alto. Le decoraba el jardín con lucecitas de colores. Le hice unos vestidos de sevillanas rojos con lunares, y cuando la vieron las demás niñas, a sus madres les gustaron tanto que me tiré todo el año cortando y cosiendo. En uno de mis viajes a Córdoba compré tela suficiente para seis niñas. A mis hijas no le faltaba ni un detalle, además tenía varios discos de sevillanas, y cuando ponía el tocadiscos, la gente que pasaba se quedaba embobada escuchando. A mis amigas les encantaba el flamenco, y como yo tenía tanto arte para el baile, me liaba a taconear en el suelo y a retorcerme bailando como una auténtica folklórica. Mis niñas me imitaban y Loret, sobre todo tenía una gracia, que parecía una gitanilla. Por entonces, Adam estaba más apaciguado, por que últimamente tenía la tensión muy alta y el médico le dijo que si no se cuidaba, le podría dar un infarto. Yo no es que me alegrara de eso, pero cuando discutía, le advertía que tuviera mucho cuidado recordándole las palabras del médico, añadiendo de mi cosecha...¡Uy, mi cosecha! ¡qué frase tan original, juá, juá, juá...! ¿De dónde habrá salido? ¡Ajá! Ha sido un aliento que se ha interpolado en mi camino! Pobrecillo, lo acaban de traer en camilla, por lo visto lo han aporreado en una manifestación donde según parece, los manifestantes y los policías se han liado a puñetazo limpio... Últimamente se oye mucho la palabra recortes... El caso es que yo le advertía con mucha sorna e ironía que se relajara un poco si no se quedaría medio tonto o le daría un infarto, además que me quedaría con todo. Sinceramente me recochineaba de él y sentía una alegría... Últimamente me estaba volviendo más descarada y valiente, y me enfrentaba a él, sobre todo cuando venían los amigos, que lo ponía como un trapo, contándole cómo era de verdad. Estaba harta de sus manías y de su esquizofrenia, además, ganaba un dinero extra con la costura y era más dependiente. Ya no lo temía tanto. De esa manera se venía abajo, y como le gustaba tanto el dinero se callaba. A los dos años de vivir en esa casa, el inquilino del solar de al lado se fue a Marsella, y el dueño nos lo ofreció de alquiler con derecho a compra. Era grandísimo. Adam que era un lince para los negocios, llamó a su amigo Marcel, y entre los dos pusieron un negocio de ambulancia.