jueves, 23 de mayo de 2013

A TRAVÉS DE TI.- CÓRDOBA.- Capítulo Dieciséis.- Segunda Parte.-




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El encargado, nada más verme se enamoró de mi forma de vestir, según él tan moderna.  Llevaba puesto unos pantalones negros de espuma ceñidos haciendo juego con un jerséis con tres franjas anchas de colores muy llamativos, azul, rojo y blanco. Una boina de lana negra, que feliz y coqueta daba rienda suelta a mi cabellera brillante y espesa. Parecía una modelo, así que me puso en la planta de ropa juvenil. Pasé toda la temporada invernal trabajando como una loca. Era raro el día que no se llenara de gente, y no sé por qué casi todas las chicas jóvenes se dirigían a mí, seguramente por mi forma de andar o pensarían que las podría ayudar en la elección, el caso es que no paraba y los jefes estaban muy contentos conmigo.
Ahora lo recuerdo y me parece tan extraño hablar de aquellos años, pareciéndome tan cercano todavía. ¡Dios mío, qué pasa conmigo! Sé que se me escapa la vida de las manos, y tengo miedo. Tengo miedo de estar en este estado de sonambulismo. Tengo miedo de ser quién soy, sin saber siquiera dónde estoy. Si viva o muerta, si dormida o despierta. Acaso estoy soñando mientras vago por los hilos de la inquietud. Señor mío, yo no estoy aún preparada para madurar esta idea, ¿cuándo llegará el momento de la verdad? Alerta, siempre alerta, hay alguien rondando tras la puerta…Creo haberla reconocido… Su cara me es muy familiar… No, no puede ser ella, es imposible, pero se parece tanto… Ángel de mi Guarda dulce compañía no me desampares ni de noche… Por entonces seguí los dictados de mi corazón solitario, saliendo y entrando de casa con 

todos los hombres que me invitaban a salir, sobre 

todo por que me pagaban el cine y las discotecas, 

que entonces estaban muy de moda. Cada sábado 
por la noche quedaba con mis compañeras de 

trabajo y allá que íbamos las cuatro de siempre a 

pasarlo bomba. Nos vestíamos a la última moda y 

repintadas bailábamos sin parar solas en medio de 

la disco, atrayendo las miradas de todos los 

hombres. Éramos las más atrevidas del local. De 

vez en cuando se acercaba uno a mi lado, y si me 

gustaba, me quedaba el resto de la noche con él. 

No me iba a casa hasta que no cerraban la 

discoteca. Mis amigas hacían lo mismo, y de esa 

manera, más de una pareja terminaron en boda, y 

cuando me di cuenta, otra vez me quedé más sola 

que la una. Entonces, las que se casaban no 

volvían jamás a trabajar, cosa que hoy en día sería 

terrible, sobre todo con la crisis que hay, pues en 

mi tránsito por éste no sé qué camino, me he 

cruzado con ánimas benditas que hablan entre 

dientes un dialecto incongruente, en la que la 

palabra más inteligible es paro y crisis, ¡menos 

mal que a mí no me ha tocado vivirlo In Situ!

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