sábado, 18 de mayo de 2013

A TRAVÉS DE TI.- ALGECIRAS.- Capítulo Trece.- Primera Parte.-




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Mi padre llevaba mucho tiempo sin ver a su madre, además eran las fiestas de su pueblo y tenía muchas ganas de volver, y me presentaría a sus primos y tíos, que por cierto eran muchísimos. Mi abuela era la más pequeña de los trece hermanos, la mayoría vivitos y coleando. Al llegar a Algeciras mi padre me presentó un matrimonio que, cuando se casaron, estuvieron viviendo juntos en una casa de vecino, donde compartían la cocina. Ahora vivían en un piso enorme en el mismo centro de la ciudad. Nos invitaron a comer y después, el marido de ella salió a comprar unos pasteles para tomarlo con café. Aún teníamos tiempo suficiente, antes de montar en tren para dar un paseo por la ciudad, y estuvimos recorriéndola hasta el anochecer. Mi padre tenía muchas ganas de volver a ver el primer piso donde vivió con mi madre cuando se casaron y terminamos en la calle Cayetano del Toro, cerca del muelle. Allí se quedó embarazada de su segundo hijo, antes de nacer yo. Fue en esa misma casa, donde bebió agua en mal estado, y a la pobre le vino ese tifus tan malo. Igual que le ocurrió a mi hermano mayor, pero mi padre se lo llevó a su pueblo y estuvo un año entero, y la abuela le dio muchas naranjas y gracias a eso se curó. Entonces tenía cuatro añitos. Mi padre mientras tanto se dedicó a curar a mi madre, que la pobre casi no lo cuenta. Abortó. Todo esto me lo contaba según íbamos recorriendo el camino. A mi me impresionó mucho Algeciras, sobre todo por el ambiente. Siempre me ha gustado vivir rodeada de gente, de tiendas, y cómo no, del puerto que estaba repleto de barcos enormes varados en el muelle. Los bares y las cafeterías rebosaban de alegría, contagiándome con sus risas. Había jaleo por todas partes y un ir y venir que me encantaba. Finalmente nos despedimos de estos señores, y el amigo de mi padre quedó con él a la vuelta para comer con ellos. Eran verdaderamente muy amables, y se les notaba que lo decían de corazón. Durante todo el trayecto del tren, mi padre no dejó de hablar de todos los destinos que le había enviado el ejército, y así me enteré que también habían compartido casa con una pareja de Jauja en Melilla, y que mi madre abortó de nuevo, por que resbaló al tender la ropa. Al mes se quedó embarazada y pintando la casa le picó un mosquito causándole unas fiebres tan altas que volvió a abortar y como no echaba el feto entero, el médico le metió la mano y se lo arrancó de cuajo, mientras ella chillaba como los cochinos cuando lo degüellan. Pobrecita, ¡cuánto ha sufrido! Ahora que lo pienso, tengo remordimiento de todos los disgustos que le he dado. He tenido que llegar hasta aquí para darme cuenta. Quizá ya es demasiado tarde para pedirle perdón, pero cuando la vea, por que tarde o temprano tendremos que encontrarnos, la voy a hinchar a besos y abrazos. El abrazo más largo del mundo. Tengo unas ganas de estar a su lado…

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