viernes, 3 de mayo de 2013

A TRAVÉS DE TI.- CORAZÓN ROTO.- Capítulo Séptimo.- Quinta Parte.-




                                   5 


Lo único que quería era que me dejaran tranquila y que nadie me molestara. Carmen y Candelaria venían a buscarme para que volviera a los bailes con ellas, pero yo temía encontrarme con Antonio, ya que era un chico bueno y nunca le di explicaciones del verdadero motivo, tan sólo le dije que no lo quería. Mis amigas me contaron que lo habían visto agarrado y muy acaramelado con una chica de la academia muy guapa. No sé lo que me entró por el cuerpo, pero sentí una rabia y unos celos enormes. Así que sin pensarlo quedamos para el baile del próximo domingo. Cuando llegué y lo vi con la chica esa, comiéndole casi la oreja, se me revolvieron las tripas. Sentí tanta envidia, que me puse a bailar llamando mucho la atención y pegada al primero que me sacó, nada más que para darle celos. Después con otro y el siguiente. Antonio no paraba de mirarme. La chica también, que si fueran puñales sus ojos, me los habría clavado. Antonio empezó a beber más de la cuenta y a tropezarse adrede con mi compañero. Se palpaba la tensión y finalmente, Antonio se emborrachó, empujándonos a los dos. El que bailaba conmigo lo insultó y Antonio lo cogió del pecho y empezaron a darse puñetazos, armando tal jaleo, que se acabó la fiesta. Josefina, la chica que estaba con él empezó a llorar, entonces Carmen y Candelaria me dijeron que yo había tenido la culpa de todo. Que había provocado la pelea. Se enfadaron muchísimo conmigo. Si, es verdad, metí la pata con unos celos que no tenían ni sentido, ni fundamento, ya que no amaba a Antonio. Creo que fue por orgullo, o por vanidad, no lo sé, pero cometí un error muy grande. Al final cada uno se fue a su casa. Yo estaba tan avergonzada que no quería ni mirarlas a la cara. Cuando salí a la calle, Antonio me estaba esperando solo para pedirme disculpa. Le dije que no se preocupara y me acompañó hasta mi casa. Según íbamos caminando, nuestras manos se rozaban y antes de llegar al portal, me atrajo hacia sí y me besó en la boca. Como yo estaba tan arrepentida por todo, me dejé querer. Sí, me dejé querer durante más de medio mes. No sé si fue por lástima o por que realmente quería enamorarme, pero muchas veces me preguntaba si aquello era amor verdadero o no. Comparándolo con lo que yo sentí por Jaime, esto no tenía nada que ver. El caso es que quedamos para el día siguiente, y cuando se enteraron mis amigas Carmen y Candelaria, me dieron un poco de lado por que según ellas le había robado el novio a Josefina, que no paraba de llorar. No podía hacer nada y de esa manera, poco a poco dejamos nuestra amistad. Mientras tanto Antonio y yo seguíamos saliendo juntos como novios, y aunque él estaba deseando de entrar en mi casa, nunca me decidí a hacerlo, por que en el fondo de mi corazón, sabía que tarde o temprano, se acabaría nuestra relación. Pero una tarde que estábamos dando una vuelta y empezó a hablarme de matrimonio, de que estaba ahorrando para casarnos, me di cuenta de que no podía seguir con esa farsa. La palabra matrimonio fue la chispa que se encendió en mi cerebro, imaginándome los dos juntitos en casa rodeada de pescado. Se me vino abajo lo que yo sospechaba. No estaba locamente enamorada, además cada día me gustaba menos. Había algo en él que no me llenaba, así que le dije que no podía seguir. Yo sabía lo que era, pero no quería herir su sensibilidad. A nadie le gusta que lo dejen por ser algo vulgar. Pues sí, esa era la palabra exacta. Lo encontraba un poco vulgarcillo y eso, sintiéndolo mucho, es que lo rechazo. Y precisamente aquí estoy rodeada de vulgares, por que a quién le gusta ver al que está al lado con la boca abierta y roncando, por que la mayoría está así, sin contar las ventosidades que se les escapan a más de uno, sin querer...  
Antonio no se lo tomó muy bien, pero finalmente lo comprendió y me dijo adiós. Al cabo de unos días me encontré a Carmen y a Candelaria a la salida de misa de doce, y me dijeron que Antonio y Josefina habían retomado su relación y que pronto se iban a casar, de prisa y corriendo por que ella estaba en estado de buena esperanza, y en aquellos tiempos, cuando el novio dejaba embarazada a la novia, tenía la obligación de casarse con ella si no, el padre le pegaba un tiro en la cabeza. Intercambiamos unas cuantas palabras más y al preguntar por su hermano Gabriel, ni siquiera me contestaron, dándose la vuelta y dejándome con la palabra en la boca. Seguimos cada una por su camino, y yo no hacía más que preguntarme el por qué Carmen y Candelaria se hicieron la sorda cuando le nombré a su hermano, y se me ocurrió que a lo mejor le habría pasado algo malo y que no me lo querían decir. La realidad era que sabían lo que su hermano sentía por mí y no querían que yo lo supiera. Seguramente sería por la diferencia de edad, ya que era cuatro años menor que yo. Bueno, realmente eran suposiciones mías, pues ellas nunca me hablaron de los sentimientos de Gabriel, ni de nada, más bien lo ignoraban. El caso es que llegué a casa más triste que nunca y de nuevo me volví a encerrar en mí misma. Oír música y que pasara el tiempo de prisa, de prisa. Sí, eso era lo que yo quería, que el tiempo pasara lo más rápidamente posible. Era como si estuviera esperando algo. Algo maravilloso que nunca pasaba. Un milagro. Un novio encantador que me quitara esta apatía tan grande que tenía. La mayoría del tiempo lo pasaba metida en mi cuarto. Mi madre no paraba de molestarme, abriéndome la puerta constantemente, mientras decía que los novios no vienen a casa a conocerte, y que como siguiera así me iba a quedar para vestir santos. Que los años pasaban volando y que después de los veinticinco me podría considerar una solterona. Que me dejara de cuentos y que volviera a salir con las amigas. Era su perorata diaria y por no oírla, salía y me dedicaba a limpiar los cristales, barrer y quitar el polvo, a ver si viéndome trabajar en la casa me dejaba en paz. Otras veces me tiraba horas y horas asomada a la ventana viendo a la gente pasar, sumiéndome en una melancolía que no sabría definir…

No hay comentarios:

Publicar un comentario