- 3 -
Yo seguí yendo a la academia y una noche de regreso a casa me
encontré a Gabriel. ¡Qué casualidad! Después de tanto tiempo. Era casi imposible.
Me invitó a tomar algo. Estuvimos todo el tiempo recordando nuestro pasado y me
dijo que había venido para un congreso, y que pronto se iría al extranjero a
trabajar en un laboratorio de investigación científica, por que estaba haciendo
unos experimentos que iban a dar mucho que hablar sobre enfermedades graves.
Cuando me dejó en la puerta de mi casa, me dijo que siempre me llevaba en su
pensamiento, y que me cuidara mucho. Esa noche pensé mucho en él.
Al otro día llegó un alumno nuevo a la academia. Era un hombre alto,
moreno y muy atractivo, con pinta de mujeriego y ligón. Me gustó al momento y
como él se dio cuenta, empezó a rondarme todas las tardes. Emilio, que así se
llamaba el nuevo, tenía treinta y seis años. Estaba casado, pero según me contó
más tarde con pensamiento de dejar a su mujer, ya que no vivían juntos. Tenían
una hija en común, que en aquellos momentos estaba pasando unos días con su
abuela materna, para el asunto del papeleo. Emilio y yo empezamos a salir como
compañeros de clase, pero antes de lo que pensaba, ya estaba metida en su cama.
Me dijo que me quería y que en el momento que se separara de su mujer, me llevaría
a vivir con él. Caí en sus redes como una quinceañera. Cuando quise echar
marcha atrás, ya era demasiado tarde para mí. Todo era mentira. Que lo hacía
con todas las mujeres. Me volví loca. La ceguera no me dejaba ver que era un
hombre sin escrúpulos, un vividor, un don Juan, un casanova, ligón y
juerguista, que tan sólo me quería para la cama. Yo pensaba que dejaría a su
mujer por mí, pero también era un mentiroso, que para conquistarme me había
prometido el oro y el moro. Me dejó tirada como una perra. Yo lo perseguía por
las calles llorando, suplicándole amor, arrastrándome como una estúpida. ¡Qué
error tan grande cometí! No me dí a valer. Ahora que lo pienso, si es que se
puede pensar en este estado de inánime sonambulismo, me dan ganas de levantarme
y arrancarle la cabeza de cuajo, por no decir otras cosas peores, pero me callo
y me las guardo para mí por temor a Dios…
Después
de aquello, pasé los peores días de mi vida. No sabía ni qué hacer. Me quité de
la academia por que no tenía ni ganas de verlo ni de que me vieran ninguno de
mis compañeros. Se habían enterado de todo mi asunto con Emilio. Al fin me
estaba dando cuenta de que yo era una mujer con muy mala suerte con los hombres.
Parecía que estaba condenada a ser una desgraciada toda la vida. No me
encontraba a gusto en casa con mis padres, no por que ellos me hicieran algún
reproche, si no, por que tenía ganas de vivir mi vida con alguien que me quisiera
de verdad, pero que al mismo tiempo, yo estuviera enamorada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario