martes, 7 de mayo de 2013

A TRAVÉS DE TI.- PHARRYS.- Capítulo Noveno.- Primera Parte.-




                                                                          -  1  -




En aquellos momentos los programas musicales estaban muy de moda, y casi todos los sábados por la noche quedaba con mi vecina Pilar para ver Gran Parada. También los domingos por las tardes televisaban Escala en Hi-fi, presentado por el cantante Mochi que era guapísimo, y que cuando salía, Pilar y yo nos mirábamos suspirando. Entonces, el más importante de todos, que nadie se perdía y esperado por la mayoría de los ceutíes era el Festival de Eurovisión, donde el cantante actual del momento representaba España y era visto por todos los españoles, y quien no tenía televisión en su casa, se iba a la del vecino, incluso muchos se apelotonaban en la calle sentados en sillas frente a la ventana que dejaban abierta. Lo mismo ocurría con los bares, que se forraban esa misma noche.
Pilar tenía un hermano guapísimo rubio, que me recordaba muchísimo al actor Troy  Donahue y aunque se llamaba Joaquín, todo el mundo lo llamaban Pharrys por el enorme parecido con el protagonista de la película del mismo nombre. Al principio no le hice mucho caso, pero al ver que todos los sábados colocaba las sillas juntas, y que siempre se sentaba a mi lado, empecé a esperar ansiosamente que llegara esa noche para estar cerca de él, y sin darme cuenta, poco a poco mi corazón empezó de nuevo a palpitar como si fuera la primera vez. Y de los primeros roces intencionados, llegaron los besos tras la puerta cerrada, los interminables abrazos en el pasillo, y cuando no nos veía nadie, me quería tocar por todas partes. Me estaba enamorando pero no me fiaba mucho de él, por que tenía fama de mujeriego. Mis amigas me habían dicho que le gustaban todas y una vez que conseguía lo que quería, las dejaba tirada como a un perro. Bonita cosa que me decían, yo, que estaba saliendo del desengaño más grande de mi vida, no me faltaba más que oír eso. No me fiaba ni un pelo. Ni de él ni de nadie, aparte de que tenía mucho miedo de que me volvieran a hacer daño. Así que no pasaba de ahí, pero entre este tira y afloja, al final cedí. No me pude contener ante tanta insistencia por su parte. No paraba de decirme cosas bonitas, ya sabes, eso que nos gusta tanto a las mujeres oír. Me derretí, y empecé a quererlo con locura y con pasión. Estaba deseando que llegara el sábado para sentir sus manos rodeándome los hombros, pero cuando acercaba sus labios a mis oídos y susurraba cuánto me amaba, a mi eso, la verdad, es que me dejaba hecha una piltrafa. Me desarmaba totalmente, y por las noches tenía pensamientos pecaminosos…
Después de unos meses en esa tesitura de que todavía no, por esto y lo otro, empezaron las salidas a escondidas de sus padres y de los míos, porque entonces yo no quería que lo supiera nadie, tan sólo su hermana Pilar, que desde un principio fue nuestra confidente, y recadera, ya que me traía notas de él, y después la repuesta mía. Eran unas letras nada más, pero estaban cargadas de amor.
Una tarde de primavera nos fuimos a pasear por la playa descalzos, y en la oscuridad de la noche, nos desnudamos y nos revolcamos por la arena con todas las estrellas del cielo afuera. A partir de aquella fogosa noche ya no quiso dejarme suelta, queriéndome con todas sus fuerzas, tanto que ni vivir siquiera podía de los celos tan grandes que tenía, empezando ahí mi agonía de sentirme desgraciada cada día. Al principio no me daba cuenta de lo que me estaba ocurriendo. Creía que eso era el amor de verdad. Pensaba que a todas las parejas de novios les pasaba lo mismo, y no quería contarle a nadie, y menos a Pilar, que su hermano se estaba volviendo muy celoso y que hasta me asustaba un poco. Me sentía como si fuera su prisionera. No me dejaba salir sola, ni pintarme la boca con lo que a mí me gustaba. Tampoco vestir llamativa, y si fumaba un cigarro en los bailes, me lo apagaba porque decía que tan sólo fumaban las fulanas, y si me contoneaba demasiado por la calle andando, me decía que lo hacía para provocar a los hombres. Otras veces, cuando quedaba a una hora, y si llegaba un poco tarde, me armaba tal escándalo que lo oían todas las vecinas, por que a esa altura de mi vida, ya todo el mundo conocía nuestra historia de tortuosa relación. Hasta una vez me pegó tal tortazo, que me dejó la cara acolchada, casi dormida, y otra vez me dio un empujón que me caí al suelo, y tan sólo porque pasó uno por mi lado mirándome descaradamente y él decía que yo lo había provocado con una sonrisa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario