lunes, 27 de mayo de 2013

A TRAVÉS DE TI.- TORREMOLINOS.- Capítulo Dieciocho.- Cuarta Parte.-




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Nuria y Marisa, ¡menudas prendas que nos trajimos a casa! Y lo peor no era eso, si no que a Marisa también le gustaba los hombres, y Nuria tenía unos celos que la volvían loca de remate. Era una mujer violentísima que a la menor sospecha sacaba un cuchillo amenazando con matarla si la veía con un tío. Nuria era baja, morena, con el pelo cortado a lo garçon, y no tenía ni un gesto femenino. Era un marimacho de cuidado. En cambio, Marisa era alta, delgada, rubia de bote y guapísima, y todo lo contrario de su novia, femenina cien por cien. Entonces yo no comprendía que a una le gustara la carne y el pescado, frase que acabo de oír a uno que acaba de llegar a éste lugar tan aciago, donde hay una mescolanza de seres erráticos, que  por mucho que me empeñe en saber quién es quién, no doy pié con bolo, y lo único que puedo hacer es estar alerta y con buen ojo, por que los hay que son donantes de órganos, y cuando toca extraer alguno, los médicos forense no miran la inclinación sexual de nadie.
Marisa era tan femenina que una noche en la 

discoteca conoció a un ligón de esos que estaban 

tan de moda, y se lió con él de tal manera que no 

la dejaba ni a sol ni a sombra. Saturnino, que así 

se llamaba el ligón, era guardia civil y si Nuria era 

celosa, éste más. Estaba tan enamorado de Marisa 

que la perseguía por todas partes, incluso la 

espiaba tras la ventana. Entre los tres nos hicieron 

la vida imposible. Apenas podíamos dormir por 

las noches de las broncas y gritos. No pagaban el 

alquiler. Se comían nuestra comida. No ayudaban 

en la limpieza de la casa. Armaban tanto jaleo que 

hasta vino una noche la policía. Estábamos 

muertitas de miedo. Como no había manera de echarlas, al final tuvimos que irnos. Menos mal 

que en aquella época siempre se encontraba algo, 

aunque fuera una pensión de mala muerte. Por 

mediación del jefe de mi hermana, encontramos 

un pisito de alquiler bastante aceptable, pero como 

tuvimos que dar un depósito nos quedamos casi 

sin dinero. Pasamos verdaderas calamidades, 

incluso un poco de hambre. Una noche tan sólo 

teníamos un huevo para cenar y entre las dos, nos 

liamos a mojar el pan con la yema hasta que nos 

hartamos de pan. Cuando cobramos, entre que 

teníamos que pagar a la señora de la tienda de 

comestible que, menos mal que nos fiaba muchas 

veces, y los gastos de la casa, otra vez a pasar 

algunas penurias. Se nos iba el poco dinero que 

ganábamos entre las dos en ponernos al día. Todo 

estaba muy caro y apenas nos llegaba. Muchas 

veces pensé en volver a casa con mis padres, pero 

ella se negaba rotundamente por que sabía que 

allí, sí que no tenía nada que hacer. Decidió 

llamarlos y pedirles un poco de dinero. A los dos 

días se presentaron mis padres y nos llenaron la 

despensa de paquetes de lentejas, habichuelas y 

garbanzos, sal, azúcar y café, aparte de chorizo y 

salchichón. Se quedaron una semana corriendo 

con los gastos de la comida para los cuatro y se 

volvieron a marchar. A partir de entonces, las 

cosas empezaron a mejorar, pues poco a poco nos 

pusimos al día, y jamás volvimos a meter a nadie 

en nuestro hogar.

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