martes, 14 de mayo de 2013

A TRAVÉS DE TI.- ÁNGEL.- Capítulo Once.- Primera Parte.-




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Ángel estaba haciendo la mili en la legión, y era completamente diferente a Justo. Tenía el pelo revuelto, siempre se estaba riendo, cantando y silbando y cuando pasaba por mi lado me desnudaba con la mirada, y eso era lo que a mí me gustaba. No sé lo que estaba ocurriendo conmigo, pero desde que lo conocí, tan sólo pensaba en él. Cuando Justo me besaba me imaginaba que era Ángel. Cuando llegaba a su casa y no estaba, la tristeza se apoderaba de mí y me quedaba todo el día muda, en cambio cuando sabía que él llegaba, me temblaban las piernas y las manos. Apenas podía hablar y el corazón me daba un vuelco, casi se me salía del pecho. Eso era lo que yo quería sentir por Justo. Cuando me dí cuenta de que no, ya era demasiado tarde, porque sin querer, me vi envuelta en un mundo lleno de engaños y de pasión que no pude dominar.
Ángel se apoderó de mis sentimientos. Pensaba en él continuamente. Cada instante de mi vida. Estaba dentro de mí. Era mi último pensamiento cuando me acostaba y el primero cuando me levantaba. Y entre sudores, en mitad de la noche despertaba diciendo su nombre. Cada segundo de mi vida se lo dedicaba a él. Cada átomo de mi cuerpo estaba lleno de él. A veces tenía pensamientos atrevidos y apasionados. Lo deseaba. Deseaba acostarme con él. Quería susurrarle al oído frases ardientes y frescas, esas que jamás se me habría pasado por la cabeza decírselas a Justo, por que me daban mucha vergüenza. En cambio, estoy segura de que con Ángel hubiera sido distinto. Incluso me imaginaba que lo besaba todo entero, desde los pies hasta la cabeza. Ya no era dueña de mis actos desde aquella dichosa noche, que tropezando en el pasillo, me agarró con fuerza de los hombros, me atrajo y me dio tal beso en los labios, que nuestras lenguas se enredaron dentro y aunque al otro día me pidió perdón, para mí no hubo vuelta atrás y me entregué a sus brazos con toda la pasión de mi alma y mi corazón. Y así pasé el segundo año de noviazgo repartido entre Justo y su hermano. A uno lo engañaba, y al otro lo amaba. Con Justo era una novia decente y recatada, y con Ángel una auténtica fiera enjaulada, ardiente y apasionada. Estaba tan enamorada de Ángel, que empecé a mentir tanto que hasta yo misma me creía mis propias mentiras. Ni siquiera distinguía lo falso de lo verdadero y estaba tan cegada por la pasión, que me convertí en una auténtica embustera. Una experta en el arte de la mentira. Una actriz interpretando un papel que no tenía nada que ver conmigo. Era una mujer con dos caras. Así como con Justo me dejé querer un poco, con Ángel fue todo lo contrario ya que los dos nos buscábamos con la mirada, incluso hasta con el pensamiento. Yo sabía cuando pensaba en mí porque lo sentía dentro de mi alma. Me lo transmitía la fuerza de su amor. El fuego de su pasión me recorría por todo el cuerpo. Podía sentir los latidos de su corazón en mi pecho, en mi alma. Sentía si dormía bien o mal, si sudaba o no, no sé cómo explicarlo, pero yo sentía todo su amor dentro de mí, y si alguien sabe de lo que hablo, me entenderá. Estábamos poseídos por una fuerza desconocida e incontrolable. Ni él ni yo éramos dueños de nuestros sentimientos, y se nos fue de las manos. Sé que tenía que haber roto con Justo y contar lo nuestro, pero cada vez que le decía a Ángel, que eso que hacíamos no estaba bien, él me quitaba la idea por temor a hacer daño a su hermano, sin pensar que era peor para los dos, por que tarde o temprano, la caso saldría a la luz. Pero no. Disimulaba tan bien, que me convertí en una verdadera experta en el engaño. Cuando quedaba con Justo en su casa y estaba él, me hacía señas con la mirada para quedar al otro día en el sitio de siempre.

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