domingo, 2 de junio de 2013

A TRAVÉS DE TI.- BARCELONA.- Capítulo Veinte.- Cuarta Parte.-




                                                                         -  4  -



Una mañana que mi hermana trabajaba, Jaime llegó a casa. Tenía que hablar conmigo, por que según él, tenía una asignatura pendiente. Me vestí rápido y nerviosa. Monté en su coche. Según iba alejándose de la ciudad, presentía que quería parar en un lugar solitario para besarme. No me equivoqué. Nos besamos apasionadamente. Me dijo que nunca me había olvidado y que lo perdonara. Sus manos empezaron a acariciarme las rodillas, y antes de seguir muslo arriba, sentí algo muy extraño. No me gustaba. Ya no era lo mismo. Tampoco me agradaba el sabor de sus labios, ni sus manos sudorosas, ni su voz en mi oído. Ahí me dí cuenta que yo era la que había cambiado. Me compuse y frené sus manos. Lo miré a la cara y sin decirle nada, asió el volante y regresamos a casa. Cuando llegué, mi hermana Lola, me dijo que hacía dos meses que no le venía la regla.
Después de aquél episodio, no volví a ver a Jaime jamás. Nunca se lo conté a Julia que constantemente me llamaba para quedar con ella. Sabía que tarde o temprano me iría de Barcelona. Tan sólo lo sabía mi hermana Cecilia, confidente mía desde que estuvimos juntas en la costa. Cecilia y yo nos acurrucamos en la cama y nos liamos a contarnos nuestros amores y desengaños. Muchas veces me reprendía, pero luego me decía que hiciera lo que me dictara el corazón. Ese día estaba muy contenta por que había conocido a un muchacho, el que conducía el torito en el almacén, que no paraba de tirarle los tejos, y que la había cogido en brazos, la sentó en sus rodillas y le dio un abrazo diciéndole que era muy bonita. Estaba haciendo oposiciones para bombero, pero que mientras tanto tenía que trabajar. En su casa eran muchos hermanos. Después se sacó la especialidad de bombero submarinista, ganando lo que le dio la gana, ya que era un trabajo muy peligroso y privado y uno podía pedir lo que quisiera. Si le convenía bien y si no también, comentaba siempre. Paco, que así se llamaba su enamorado, se sumergía bajo el agua y se tiraba un tiempo interminable limpiando el casco de los barcos. Con el tiempo se casaron, tuvieron dos hijos y comieron perdices. Yo en cambio no sabía qué hacer. Me encontraba perdida. Por un lado estaba Adam que ya mismo venía para casarse conmigo. Mi hermana me sugirió que antes de casarme, debería ir a París para conocerlo mejor, por que no sabía cómo era en realidad, y si después no me convenía, ella estaría siempre para ayudarme. Por ese lado tenía razón, así que les dije a mis padres que me iba a vivir con Adam antes de casarme. Les pareció bien y entonces escribí a Adam diciéndole cuáles eran mis pensamientos, y aunque no estaba de acuerdo, tuvo que aguantarse, de lo contrario no me casaba. Me dijo que entonces sólo podría estar tres meses como turista. Me pareció perfecto. No es que diera saltos de alegría, pero veía cómo todas mis hermanas formaban una familia poco a poco. Cecilia con novio formal. Me sentía un estorbo. Hice la maleta, y antes de darme cuenta llamaron a la puerta. Era Adam.


No hay comentarios:

Publicar un comentario