martes, 4 de junio de 2013

A TRAVÉS DE TI.- ADAM.- Capítulo Ventiuno.- Tercera Parte.-




                                                                -  3  -


Sin más me di la vuelta y me paré frente a mi padre y le dije: ¿Ya estás contento papá? No dijo nada, calló, miró hacia abajo y después me sonrió y me besó en la cara. Cuando quise darme cuenta, ya era demasiado tarde para mí… Ahora en éste lamentable estado en el que me encuentro siento la misma pena aquella, en la cual decidieron mi futuro, o es que me dejé llevar sin más. Pero en éstos instantes, ésta triste desolación que recorre todo mi espíritu, no es por mí, si no por mi padre… Mi querido padre, que sin querer, conmigo se equivocó, pensando en lo mejor para su hija la mayor. Quizás nunca llegué a comprenderlo y durante muchos años lo odié. Odié mi vida con todas las fuerzas de mi ser y pensaba que si hubiera tenido otro padre menos egoísta, mi vida habría sido diferente. No sé por qué le hice caso, tenía tan sólo veintinueve años y tanto mi madre como mi padre estaban deseando que me marchara de casa, pero casada. Les daban igual mis sentimientos. ¡Una boca menos! Solían decir. ¡Qué egoístas! Durante mucho tiempo, no quise saber de ellos y a pesar de todo mi sufrimiento ni siquiera venía a verlos. Los aborrecía con toda mi alma echándole la culpa de todas mis desgracias… Años después empecé a comprenderlos un poquito más poniéndome en su lugar. Tampoco era yo una hija modelo. En éste momento tan crítico, siento que las lágrimas bañan mi rostro, no las puedo detener, querida hermana… Son lágrimas huidizas de alegría, por que sé que todavía tengo la oportunidad de saber que a través de ti, ellos podrán perdonarme. Si, estoy segura de que perdonarán todo aquél mal que les hice padecer. Lo sé por que cuando los fui a ver, ya mayores y con casi todas las chicas casadas, mamá seguía con la misma sonrisa. Cuando me vio entrar por la puerta nos fundimos en un abrazo las dos, y nuestras lágrimas recorrieron el mismo camino… Ahora es lo que reconforta mi alma. Por eso lloro, por que me encuentro serena y relajada, tranquila y sobre todo feliz al recordarla… Tan bella, tan preciosa mi madre. Hermosura de mujer, como a ella le gustaba decir, que no hay otra más linda entre todas las madres buenas… Ahora comprendo cuánto ha debido padecer, con tantos hijos, tantas calamidades. Una no se da cuenta de la realidad hasta que no anda pisando sus huellas que a través del tiempo, como una atleta, fue sorteando obstáculos, los mismos que en mi camino me encuentro… Más tarde, cuando papá se quedó solito, con el pelo cano y algo encorvado, se echó a mis brazos llorando y en ese abrazo me hizo saber cuánto sentía todas mis calamidades. Que lo perdonara por no haber sido mejor padre, al menos el padre que a mi me hubiera gustado tener. Sé que ese abrazo habló por él, haciéndome recordar todas las cosas buenas que me enseñó cuando era una chiquilla…A mi mente vino cuando bendecía la mesa antes de comer, a darle un beso al pan cuando se caía al suelo, a pedir perdón a mi hermano el mayor cuando nos peleábamos, a rezar por las noches antes de acostarme, y cuando hice la comunión, a confesar y comulgar todos los domingos… Cuando me secaba con la toalla en la playa, cuando me daba dinero para el cine, son tantas cosas bonitas que en éste momento, lo que me llena de alegría es que en aquél abrazo me dijo al oído que si no era feliz que volviera a casa… Por eso ahora es por lo que me siento tan contenta y no tengo miedo de nada…
Esa misma tarde, después de la boda hice mi maleta y emprendí el camino hacia París.

No hay comentarios:

Publicar un comentario