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Al otro día se marcharon. Cecilia, la pobre no paraba de llorar, y José
tuvo que arrancarla de mis brazos. ¡Qué pena de hermanita! ¡Cuánto ha sufrido
por mí! De todas mis hermanas es la que más me ha querido y me ha ayudado…Cuando
se fueron, mis hijas y Adam no se apartaron de mi lado, lo mismo que mi amiga
Silvi, mi inseparable Silvi. Ella y René todavía seguían juntos, y eso me hacía
muy feliz… Después llegaron los dolores y me ingresaron en una clínica donde te
dejan medio tonta a base de morfina pura y dura, vamos drogada perdida. En el
limbo. Más o menos donde ahora me encuentro, más a gusto que una pera, sin pena
ni gloria. Feliz y contenta, además Gabriel siempre estaba sentado a mi lado,
por que cada vez que abría los ojos, ahí que seguía él con una sonrisa de oreja
a oreja…
Era una habitación donde estarían dos pacientes, pero según iban
empujándome por los pasillos, los casi muertos, o no vivos, o como lo quieran
llamar, se quejaban continuamente de una manera apenas audible para el fino
oído de cualquiera, pero como yo todavía estaba al loro podía descifrar sus
palabras entremezcladas, con esa exclamaciones que hacemos cuando estamos más
asustados que siete vieja: ¡Ay, madre mía que me muero! La verdad es que me
daba un miedo que te cagas, ¡vaya! Creo que se ha interpuesto en mi camino
errático uno que traían de la ambulancia. Antes de llegar, hemos visto un
accidente en mitad de la carretera, y seguro que la víctima sería algún joven
de estos momentos, por que esa frase no la he dicho yo. De todas maneras debo
decir, que aquí se está divina de la muerte, ¡qué frase más auténtica! Esta si que
no tiene desperdicio. Creo que la ha dicho aquella chica que se va para el otro
barrio, y no sé por qué me ha guiñado el ojo al pasar por mi lado. Y es que
para ser sincera, aquí se está muy bien. No siento ningún dolor, estoy muy
relajada, sobre todo que Lola y tú me habéis cogido de la mano, mientras
Cecilia me masajea la espalda, además que después vendrá Gabriel, si mi amigo
Gabriel, que aunque nadie parece que lo conoce, yo sé muy bien que es él. Y me
habla al oído y me dice cosas buenas. Pero cuando llega Adam, no sé por que se
va. Adam, mi ex. Adam, el padre de mis hijas, mis queridas niñas. Si, el
franchute, que mira por donde ahora me quiere. Ahora no me deja sola. Ahora me
limpia y ahora me adora… Pero antes de ahora vivía a mi lado, comía en mi
cocina y dormía en mi cama tan sólo para hacerme compañía… Y también me llora
de noche y me llora de día, me coge las manos, me besa en la boca y me tiene
abrazadita, y en el oído me susurra: “Mon cherí, mon cherí… Pardón mon amour…”
¡Qué pena me da! El pobre se ha quedado más sólo que la una, sobre todo ahora
que empieza la navidad, en cambio yo pienso pasarlo muy bien, por que acaba de llegar
Gabriel y me ha dicho que ya mismo empieza el baile de fin de curso, y que como
no tiene pareja, me ha hecho prometerle que sea la suya. ¡Ya era hora que me lo
pidiera! Estaba deseando, no sé por qué ha tardado tanto…
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