lunes, 10 de junio de 2013

A TRAVÉS DE TI.- NEGOCIO DE AMBULANCIA.- Capítulo Veintitres.- Primera Parte




                                -  1  -
Entre los dos emprendieron la tarea de poner un negocio pequeñito de ambulancia. Adam, era un lince para hacer dinero, tanto que en menos de un año, tuvieron que ampliar, invirtiendo el dinero de las ganancias en comprar cinco ambulancias más. En total teníamos siete, así que dimos empleo a varias personas. Como mis hijas eran pequeñas, y yo no podía dedicar el tiempo necesario en llevar la oficina, tuvimos que contratar los servicios de una secretaria, que por cierto se llevaba muy bien con Adam, tanto que se acostaban cada dos por tres. A esta altura de mi vida, me daba igual, con tal que me dejara tranquila y en paz, sobre todo, que no hiciera daño a las niñas. Lo único que me interesaba en aquellos momentos, era ganar dinero y darles una buena educación a mis hijas. Cada mañana las llevaba a la parada del autocar y las recogía a las cinco de la tarde. De ese modo recuperé tiempo, y me compré una máquina de coser. Durante una buena temporada me dediqué a hacer los vestiditos a las niñas, incluso para mí. Las vecinas de las otras casas se quedaban con la boca abierta. Era raro que una francesa supiera coser. Hasta yo misma lo diseñaba. Siempre tuve un gusto exquisito. También sabía hacer punto e hice varios jerseys y rebecas de lana. Mi hija Loret se tiraba las horas mirándome tricotar y tanto le gustaba que la enseñé y se hizo una bufanda larguísima. Después quiso aprender a coser y cuando cumplió los trece años, se diseñaba su propia ropa, y ya a los quince que no quería estudiar, la puse en una academia de corte y confección, aprendiendo lo mismo que yo. Nunca podré olvidar aquellas cálidas tardes de verano junto al pozo, en la que las dos nos dedicábamos a enhebrar la aguja, mientras puntadas tras puntadas, reíamos juntas al ver los dobladillos que hacía, los hilvanes, y los ojales. Ellen se quejaba de que no se podía concentrar en los estudios con nuestras risotadas. Siempre fue una alumna ejemplar sacando las mejores notas, pero luego no paraba de reír cuando le enseñaba el pañito que habías hecho, corazón. Ahora me consuela aquellas tardes, Loret de mi vida, y te ruego que perdones el daño que te hice después. Perdóname hija mía por mis flaquezas, por mis debilidades y por mis pecados, sobre todo por mi gran egoísmo cuando te dejé sola junto a tu hermana Ellen. Aún no me he perdonado y en éste momento de mi último aliento, tan sólo le pido al tiempo que vosotras dos escuchéis el lamento que a través de ti, voy describiendo. Ellen, Ellen, mi querida hija mayor, sé que tú has sufrido más por ser tan sensible. Yo no me daba cuenta del daño que te causaba entonces, y ahora me arrepiento tanto, Dios mío… Y qué suerte tengo de poder transmitírtelo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario