- 1 -
Soñando, rezando y vagando estaba continuamente… Estos eran mis
pensamientos pues yo ya sabía que no había nada que hacer, así que me dediqué a
pasar el tiempo lo mejor posible. No tenía solución. Los médicos siempre
buscaban una manera de que tuviera más calidad de vida, y entre unas cosas y
otras, me atiborraban de pastillas. Yo me sentía como un conejillo de indias,
con el cual experimentaban, y si eso hubiera hecho que mejorara, no me habría
importado servir a la humanidad, pero es que cada vez estaba peor, de tal
manera que le dije al médico, ¡se acabó! No quiero más experimentos, no quiero
más pastillas, ¡dejarme morir en paz! Quiero estar en mi casa y el poco tiempo
que me quede, que al menos sea feliz, lo único que os pido es que no tenga
dolores. Los médicos aceptaron.
Según
pasaban los días, mis fuerzas flaqueaban, tanto que con cualquier
paseo me cansaba como si corriera kilómetros sin parar, así que me
dediqué a
estar sentada tranquilamente en mi jardín. Mis hijas estaban muy bien, y
Adam, el grotesco y bruto Adam, de repente, no sé qué le hizo cambiar,
el caso es que
empezó a tener un poco de humanidad y venía todas las noches a hacerme
compañía
y la cena. A él si le dio tiempo en vida de pedir perdón y de rectificar
todo
aquello que antes hizo mal. Yo, sinceramente, me dejaba llevar por las
circunstancias, pues ya no tenía ni fuerzas ni ganas. Las poquitas
energías que
tenía, las guardaba para mí, por que pronto iría camino hacia el
descanso…
Rezo una oración con las dos manos juntas. De todas las enfermedades me
tocó la peor. Estoy tan mal que la vida se me esta agotando. Rezo sin parar:
Ángel de mi Guarda dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día... El
tiempo pasa y mis fuerzas están flaqueando, y cuando anochecía, mientras dormía
o vagaba, acudían unos pensamientos bastantes funesto a mi cabeza, y no es por
que los quisiera tener, por que al otro día se iban por donde venían, pero
mientras tanto estos eran…
Lejos, lejos. Me encuentro muy lejos y a pesar de la distancia susurro
los nombres de todos mis hermanos. Los digo por orden, de mayor a menor,
repitiéndolo una y otra vez como si dudara. Como si tuviera miedo a equivocarme
y se me olvidara…Y es que cuando un aliento como el mío va deambulando entre
tinieblas, oye muchos comentarios de seres confusos, y pienso que puede ser que
todavía, antes de entrar en la negra oscuridad, haya un poco de luz que ilumine
el camino del otro lado, y por fin pueda descansar... Ángel de mi Guarda dulce
compañía… Que ya no hay tregua, que no hay marcha atrás y que no tendré otra
oportunidad…Ángel de mi Guarda dulce compañía, no me desampares…
Estoy sola, muy sola. Nadie viene. Me duermo poquito a poco. Grito los
nombres de todos mis hermanos. Los llamo uno a uno. Necesito verlos, que vengan
pronto y rápido.
Sigo estando sola. Nadie me atiende. No puedo moverme. No tengo fuerzas
para levantarme. Las piernas me flaquean cuando lo intento, pero cuando lo
consigo, no me puedo mantener en pie. Me desplomo abatida y me he quedado un
tiempo interminable tirada en el suelo. Me arrastro hasta la cama y me agarro
con las manos, pero ni puedo ni me hacen caso, y aquí me he quedado hasta que alguien venga…
Ángel de mi Guarda dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día…
No hay comentarios:
Publicar un comentario