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Pasó otro año y descubrí que las cuentas no cuadraban y que había fugas
por algún lado. Así que durante más de tres meses empecé a vigilar al personal,
y como no lo encontraba me lié a tontear con Marcel. No sé por qué, pero me
daba mala espina, él y su esposa Brigitte nunca me habían gustado. Tantos halagos hacia mi por su parte, la
verdad es que lo encontraba muy sospechoso, el caso es que cuando menos lo
esperaba me vi envuelta en una trama, donde las drogas hicieron su aparición,
no por que yo las consumiera, si no que entre ellos y sus compinches dependían
tanto de ellas que finalmente empezaron a sacar dinero de lo que era la
sociedad. Claro que para demostrarlo tuve que flirtear con Marcel, ya que desde
un principio siempre había demostrado un gran interés hacia mi persona, cosa
que nada más que pensarlo, ya me echaba atrás, no por que no fuera un hombre
agraciado, no, si no por que Brigitte era una celosa empedernida y a la primera
que se liara con su maridito, le arrancaba todos los pelos de la cabeza de un
tirón arrastrándola por toda la calle. Nada más pensarlo me dan hasta
escalofríos. De todas maneras como yo estaba dispuesta a encontrar al ladrón,
me enrollé con Marcel para sacarlo a barrer… ¡hala! Sacarlo a barrer… Esto si
que es un referente del argot popular y actual, ¡eh! Por que en mis tiempos se
decía caer en la trampa, pero ahora no, se ve que están llegando muchos
alientos que debaten en los senados últimamente, y es que esto de los políticos
de ahora… ¡Madre mía! Si hasta aquí llegan rumores de un tal Alfonso Guerra que
da muchas entrevistas en la tele, y por lo visto estuvo muy malito, casi nos
encontramos por aquí…. Total, que una tarde quedé con él en un camino descampado, intransitable, todo
lleno de baches y yerbajos a los lados, donde en una curva se paró para hacerme
el amor, cosa que llevaba tiempo quererme hacer, y justo donde se quería parar,
apareció la figura de una mujer caminando. Era Brigitte, que nada más verle
salió corriendo hacia nosotros. Marcel empezó a dar marcha atrás sudando como
un pollo, y yo agachada para que no me viera. Me lié a rezar… Ángel de mi
Guarda, dulce compañía no me desampares ni de noche ni de día…. Le estaba
rogando que me sacara de allí lo más rápidamente posible, por favor, por favor,
por favor… Estaba desesperada, atemorizada…. A mi izquierda, dos caminantes se quedaron
mirando para verme la cara, menos mal que actué rápidamente y me la cubrí con
un pañuelo que llevaba envuelto en la garganta, además me tapé el rostro con
las manos, mientras Marcel, en una curva, dio la vuelta y salimos pitando de
allí a toda velocidad…. Al otro día, él mismo salió a la palestra contándome
que estaba metido en una mafia marroquí hasta las trancas y que si no les daba
lo que pedían lo cosían a balazos… Le di dinero para que pagara sus deudas, con
la condición que no volviera a aparecer en toda la vida. Lo indemnicé con una
buena cantidad de dinero y le compré dos billetes para que se marchara con su
mujer al otro lado del mundo y se olvidara de nosotros hasta el resto de sus
días, cosa que hicieron… Más tarde rompí la sociedad con Marcel, ya me había
echo con el timón, y le conté a mi marido toda la verdad y cómo lo supe todo.
Adam no dijo nada. A esa altura de la vida, dependía tanto de las pastillas
para los nervios, que más bien estaba retirado del negocio, le habían dado dos
infartos. Además no había nada peor que un ladrón robara a otro ladrón. Me
quedé con la mitad de las ambulancias y puse un cartel de que necesitaba un
enfermero. Antes de una semana se presentó un francés-marroquí que nada más
verlo me dio un vuelco el corazón. Se llamaba Michel.
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