sábado, 17 de noviembre de 2012

SEMANA SANTA.-

Nunca estrené nada, ni siquiera el Domingo de Ramos, que decían que la que no se pusiera algo nuevo se les caían las manos, y yo como era tan pequeña iba por la calle con las dos manitas juntas...
Mis padres no podían comprar ropa para todos, pero para mi hermana Trini sí, con eso de que era la mayor, iba la mejor arreglada. Mi madre decía que había que casarla y tenía que estar presentable para que los hijos de los oficiales se fijaran en ella, y es que la ilusión de mis padres era que se echara un buen novio, de familia acomodada, teniente o capitán. o al menos que tuviera una carrera, en una palabra, que hiciera una buena boda y no un bodorrio...
En Semana Santa, mi hermana Trini nos llevaba a Lola y a mí para ver las procesiones. Delante iba mi padre con Inma y José, mientras mi madre se quedaba con alguien arrullado entre sus brazos, dándole de mamar...
Felices y contentas llegábamos a la Plaza del centro, donde hay una fuente preciosa presidiendo la rotonda como si fuera una reina. El Mercado principal se encuentra enfrente del Paseo Marítimo mostrando un espacio aéreo reflejado en el mar abierto, y allá en el horizonte una rayita pegadita al cielo. Varios edificios a los lados con carteles colgados anunciando algún que otro refresco. Las calles y las avenidas están repartidas hacia abajo y hacia arriba, yendo a parar a distintos lugares, coincidiendo casi siempre con el litoral.... Una multitud la pasea de un lugar a otro, correteando y gritando los niños, atravesando los mayores la carretera, llenándose de gente las aceras. Mi padre nos coloca en el mismo borde, y sentaditas miramos a los penitentes vestidos de negro, con los capirotes puestos y unos ojuelos chiquitísimos, donde las pupilas se mueven de aquí para allá... Las señoras de los oficiales permanecen sentadas en las gradas, emperifolladas perdidas, presumiendo de bien compuestas, de bellezas y muy ricas, dándoselas de condesas, con sus mejores joyas. Los maridos vestidos de militar, llenitos de medallas de mil colores colgadas en un lado del traje de gala. Con la cara muy seria demuestran su rango a través de las estrellas puestas en los galones de los hombros y en el quepis... Los vendedores ambulantes contrastan con los soldados, curas y paisanos. Algunos gritan con todas sus fuerzas, otros llevan un barrilete con una rueda giratoria, ¡el barquillerooo...! ¡qué rico y qué buenooo...! ¡pruebe suerte señora que por dos reales le puede tocar tirar otra veeez...! También está el de la canasta llenita de bulgarillos, ¡a peseta el cartucho de bulgarillooo...! En medio de tanto tránsito se encuentra el muchacho de los globos. Los carrillos de golosinas aparcan en cualquier sitio, amontonándose la chiquillería a su alrededor. De vez en cuando pasa el señor de los altramuces y las chufas, ¡qué ricas! Mi padre nos compra un pirulí a cada una, y para mi hermana Trini un cartucho de almendra garrapiñada, y a mi madre le lleva una rueda de churros, ¡buenísimos! Pero ahora que se calle todo el mundo que empieza la procesión y los pasos se merecen un gran respeto. Los curas pasean el pequeño botafumeiro ahumando el aire de incienso, empujándolo el viento desde El Hacho hasta el mismísimo Tarajal.... Entre redobles de tambores y resoplidos de trompetas caminan por la Calle Real despacio, y tras los pasos, algunas mujeres descalzas, y allá a lo lejos está El paseo de la Marina en silencio, y casi a oscuras se encuentra el puerto iluminado por la luz de la luna dándole a Ceuta una belleza magistral... Más allá las montañas descansan dormidas, como si fuera una mujer muerta...

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