viernes, 2 de noviembre de 2012

EL PUENTE DE CRISTO.-

Hoy es domingo, ¡viva, bien, hurra! Hoy no tengo cole, así que mi madre después de lavarme bien, me ha puesto el vestidito de los domingos. Sí ese que me gusta tanto, y que antes era de mi hermana Lola, y como se le ha quedado pequeño, me lo han pasado a mí. Está un poco usadillo, pero tiene dos volantes preciosos que me encanta. La verdad es que nunca he estrenado nada, ni siquiera el traje de comunión, con eso de que soy más pequeña que ella, casi toda su ropa la heredo yo. A veces me enfado con mi madre, porque casi siempre me llega cuando está demasiado viejo, o se le nota la de veces que le han descosido el dobladillo, por que antes fué de Trini, la mayor. De todas maneras estoy muy contenta por que me han comprado unos zapatos de charol negro preciosos, y eso sí que los he estrenado yo. El caso es que hoy como es domingo, mi madre me ha repeinado y me ha echado la colonia de una nueva hermanita que acaba de nacer y me encanta ese olor a bebé que tiene. Después de tanto aseo, Trini nos lleva de las manos a oír la misa, y por el camino jugamos al "Veo-veo" y es de lo más emocionante. Antes de llegar al Puente de Cristo, nos arrodillamos en los reclinatorios de piedra y repetimos la oración que ella nos dice en voz alta, mirando hacia el Crucifijo que está en la pared. Después nos alza un poco para que veamos el agua del mar que pasa por debajo. Mi padre dice que cuando él llegó a Ceuta era de madera, y para que los barcos pasaran lo levantaban con cadenas, pero ahora está acerado y tiene baranda de hierro a los lados. Lo que más nos gusta es cuando pasan las barquitas, por que llevan una velocidad inusitada, ya que justo allí, se unen los dos mares, el Atlántico y el mediterráneo, y por eso la corriente es más fuerte, llegando el agua hasta el otro puente, dando a la playa del chorrillo. Frente al crucifijo, está el Peñón de gibraltar, y debajo el Club Náutico, donde los yates permanecen encallados en la misma orilla, sobre todo cuando sube la marea. De repente un repiqueteo de campanas nos advierte de que ya son las doce y salimos corriendo para no perdernos la misa. ¡Tolón, talín, talán! La iglesia de la Virgen de África y la de la Catedral. El aire de Ceuta se llena de tañidos ensordeciendo a los pajarillos, que en bandadas alzan el vuelo, haciendo que los transeúntes levanten la mirada hacia el cielo. Las palomas corretean por la plazoleta, y hasta un perro que estaba echado como un trapo tirado, se aleja corriendo, ¡guau, guau, guau! ¡Qué bullicio! ¡Qué esplendor! Las chicas jóvenes pasean por la acera y algunos soldados las persiguen siseándolas. Otros silban de una manera muy pícara, y los más atrevidos les preguntan si tienen novio o marido, mientras ellas  se miran ruborizadas perdidas... Las mujeres de los comandantes y coroneles van vestidas con sus mejores galas, contoneándose como si fueran la reina de Saba. Los maridos como es domingo van de paisano, y después se irán al Casino Militar, donde se encuentra la flor y nata de la ciudad. Otros van hacia La Hípica, donde sólo los oficiales pueden entrar. Como es domingo, mi hermana nos lleva de paseo a la calle Real, al Paseo Marítimo, al Zoco donde los moros tienen sus comercios y venden unas telas preciosas y brillantes, y al final nos lleva a San Amaro, donde está el monte Hacho, para regresar a casa a comer.

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