domingo, 11 de noviembre de 2012

EL MONTE HACHO.-

¡Al Hacho! ¡Que nos vamos al monte Hacho! Hoy es cuatro de noviembre y es el día de La Mochila, y todos los ceutíes van de gira al monte. Mi hermana Trini nos lleva a Lola y a mí con una bolsa llena de fruta, sobre todo de frutos secos, pues es una tradición muy antigua, y como todas las niñas de la vecindad vamos cantando: Al salir de capamento, al salir de campamento... Y no paramos de cantar hasta que llegamos a San Amaro, donde en la misma entrada hay un precioso jardín con una escalinata que nos invita a subir para ver unos periquitos de colores, y un pavo real que orgulloso, se pavoneaba abriendo su cola en un abanico, y nosotras admirábamos con placer. En la falda del Hacho había un pequeño parque zoológico donde los monos enjaulados hacían mil piruetas, haciéndome reír. Subiendo monte arriba nos paramos a descansar en un asiento de piedra de forma de media luna con una pérgola de madera rodeándola, como si fuera un artesonado, apoyada en unas columnas, donde la hiedra trepaba enroscándose en un abrazo interminable de tirabuzón hacia el techado, dando sombra a los que se refugia. Unos loros parlanchines hacían nuestra delicia mientras machacábamos las nueces. Después seguíamos por otra cuesta empinada y estrecha, donde los altos pinares embadurnaban el aire fresco de olor a bosque, a tierra húmeda y mil sensaciones llenaban mi alma de alegría y el corazón casi se me desbordaba haciéndome gritar más que cantar aquello de : Vamos a contar mentiras traslará... Eran unas tardes tan lindas, madre mía, tan bonitas que aún las puedo revivir como si estuviera bajo la sombra del árbol aquél, en el que me entretenía recogiendo piñas dejándomes las manos pegajosas... De repente, allí estaba la ermita de San Antonio, donde cada trece de junio, las chicas casaderas van a pedir novio para no quedarse para vestir santos... Era la ermita muy pequeñita, con un caminito de piedra y unos árboles a los lados que la hacían tan bonita, tan blanquita, bella como una estampita. Justo enfrente estaba el mirador con los pies de Franco, que nos contaba mi hermana Trini que desde allí, con un catalejo, veía a los moros cuando estaban en guerra... Vista desde allí, Ceuta aparecía tan hermosa y bella... ¡Qué bonita es mi tierra! Del Mediterráneo, una perla... En la cima del Hacho, una fortaleza que más de una vez decían por ahí, que estaba llena de prisioneros políticos, rodeada de una gran muralla agujereada de balazos, donde en la guerra habían sido fusilados los hombres del otro bando...

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