lunes, 12 de noviembre de 2012

DOMINGO PLAYERO.-

Los recuerdos más bellos de mi infancia, son cuando todos los domingos, mis padres nos llevaban a la playa ¡cómo me gustaban! El Chorrillo en la puerta del Campo, donde me crié. La de Benítez en el barrio de Villa Jovita, El Tarajal cerca de la aduana, camino de Marruecos. La Almadraba, también llamada de la Pota por que allí recalaban los pescadores que hacían sus labores. La del Sarchal toda rocosa y salvaje, con espectaculares vistas de acantilados, yendo hacia Marruecos...
Hasta que la Virgen del Carmen no bendecía el mar, no íbamos a la playa y teníamos que esperar que los pescadores la pasearan en barca por la orilla, por que según mi hermana Trini, estando una vez un marinero perdido en alta mar, las olas no paraban de crecer, y él arrodillándose le rezó a esa virgencita cuando estaba a punto de caer, y una mano lo asió de los brazos salvándole la vida. Es por eso que el disciséis de julio de cada año se celebra el día del Carmen, ¡flischss, flischss...! ¡Todo el cielo encendido en un abanico de colores en el ambiente de los pescadores! Desde la orilla prendían los cochetes que hasta Gibraltar huían... Eran una fiestas espectaculares, donde los cohetes y las verbenas se hacían dueña de toda Ceuta.
Después del Carmen ¡hala! todos los domingos a la playa Benítez a comer, a la caseta de los militares, ¡qué bien! Aquél olor a tortilla de patata con su ajito picado y su perejíl, y los pimientos fritos y las berenjenas, y un tomate muy hermoso que mi madre nos partía por la mitad regado con un chorreoncito de aceite y unos granitos de sal. Todos sentaditos en la arena con el agua apenas rozándonos los pies, ¡era lo mejor del día! Ese sol que me adormecía... Yo me tumbaba y soñaba. Soñaba que estaba muy contenta de ser una niña por que si fuera un perro no sería así de feliz, ni tampoco si fuera un árbol o una roca, así que había tenido muchísima suerte de haber nacido niña, y así durante un buen rato perdida en mi alegre y fácil vida de niña contenta, hasta que unas patitas peludas andaban por mi espalda y me levantaba chillando como una loca, mientras mis hermanos pequeños corrían muertos de risa. Inma y José eran muy traviesos y se pasaban el día trepando por una roca, y en una lata iban echando toda clase de bichos, sobre todo erizos y cangrejos. Después de haber hecho la digestión, se tiraban de cabeza al agua, y a escondidas me asustaban diciéndome que había un pulpo para atraparme con sus tentáculos. Siempre la misma historia y que como una tonta me creía, saliendo corriendo que me las pelaba. Otras veces nos peleábamos por quitarle pellejos de la espalda a mi madre, ¡me encantaba despegarle un buen pedazo sin que se me rompiera! Se lo enseñaba como si fuera un trofeo y ella me sonreía... Adiós verano, adiós playa, adiós erizo, adiós pulpo, adiós cangrejo, adiós pellejos, adiós olas, adiós arena... Aunque no vuelva, jamás os olvidaré y os juro que algún día le contaré al mundo lo feliz que fuí con vosotros. Lo divulgaré a los cuatro vientos, porque esto son trocitos de mi vida que jamás volverán...

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