miércoles, 5 de diciembre de 2012

RETRATO DE UN PAISAJE.- 1966

¡Trini, corre, date prisa...! ¡Lola, venga ya, que nos vamos a la costa...!
Hoy me voy a la Costa del Sol con mis dos hermanas mayores. Dicen que es el sitio costero de última moda, que hay muchísimo ambiente y que está llenito de ingleses, americanos y franceses, ¡todos los extranjeros del mundo entero! ¡Viva la revolución sexual!
¡Corre! Corren las cuatro ruedas por la carretera y me asomo. Saco mis brazos por la ventanilla, y siento el aire por mi rostro. La melena se va, se aleja de mi cara. Es la fresca brisa que me da la bienvenida. ¡libre, libre como el viento me siento! ¡Vuela mi alma! La mirada tras las montañas y allá a lo lejos está la cara de un indio muy viejo...
Desde la ventanilla del coche divisaba los árboles que bordeaban cada lado de la carretera. Eran de los colores más bellos y exóticos que jamás había visto. Morado, rojo, incluso anaranjado, violeta y amarillo. El azul con el rosa formaban una alfombra ribeteada de verde claro y verde oscuro, donde una pizca de marrón se asomaba entre pedruscos para decirme adiós, ¡todo un mundo de esplendor! Un paisaje multicolor ante mis ojos, siempre ávidos de traspasar más allá, se ofrecía alrededor gratuitamente, ¡cuánta belleza! Dios fue generoso con la naturaleza. No podía asimilar tanta grandeza plena de loca armonía, donde el alma mía se derretía de pura vida... Vida alegre, vida bonita, vida amable dulce e inagotable de transmitir mi existir en una lluviosa mañana otoñal, donde un laberinto de árboles lilas me daban la bienvenida, con las ramas bailando al son del aire que mueve el viento, y el tronco erguido, mientras las hojas me saludaban con candorosa sonrisa...
Era una carretera curvilínea, interminable y en pendiente, donde los coches pasaban a una velocidad desorbitada, ofreciendo una panorámica impresionante, toda rodeada de montañas y algunas casas de madera decorando su falda, que me recordaban las que de niña dibujaba en mi cuaderno de dos rayas...
De vez en cuando, entre valles, se divisaba un río precioso persiguiéndonos a lo largo del camino, mostrando árboles por todas partes, y entre subidas y bajadas, un poquito de agua, agua de mar salada... ¡Lola, el mar! ¡Trini, el mar! ¡mirar, qué bonito es! Desde aquí aparece un pedazo enorme de cielo con su línea pegadita al agua, y un barco a lo lejos hace buuu, buuuu....
Pequeñas lagunas aparecían por todas partes, hasta que llegamos a un bosque, donde las mesas hacían juego con las bancas a lo largo y ancho del frondoso parque familiar, donde hasta se podía acampar, incluso veranear, por que estaban al aldo de un lago artificial. Más bien parecía un ancho mar, con unas rocas llenas de pajarracos más negros que el tizón. Mis ojos no pueden abarcar la grandeza que en el infinito se pierde, ¡qué libertad de sentimientos! ¡qué derroche de fantasía! ¿todo esto es para mí? ¿cómo lo voy a dibujar con palabras para tí? Me sentía la criatura más importante del universo. Era la dueña de la tierra y el cielo, donde el aire y el viento coqueteaban con una tímida niebla, mientras una suave brisa se mecía en el lago salpìcando las rocas, que dichosas reían agradecidas... Un mar de nubes jugaban con las montañas pintando el horizonte de gris, y allá a lo lejos el agua y el cielo se daban un beso, ¡qué día más fresco! Una insinuante llovizna hizo aparición, cuando la lluvia se dejó arrastrar por el gran chaparrón que la tormenta ocasionó... Algunos árboles aparecían desnudos, con manchones blancos, ¡estaban ateridos de frío! Con el alma al aire y un  halo de tristeza los envolvía y cuando pasé por su lado les dije al oído: ¡No temas amigo, que aquí no te conoce nadie! Y sonrió con orgullo, y dando media vuelta entré en una caseta que estaba dispuesta para cualquier faena. Era de madera toda entera, con una puerta que se abría para adelante y para atrás, donde sólo una persona se podía sentar en una oquedad hecha en una tabla atravesada de medida universal...

No hay comentarios:

Publicar un comentario