lunes, 17 de diciembre de 2012

EL FLECHAZO DE MIS PADRES.-

Mi madre nació en Ceuta en el año de mil novecientos quince, y la casualidad dueñas de tantos sinos que hay en la vida, llevó al abuelo a aquella plaza militar siendo teniente o capitán, durando el destino once meses, volviendo a Salamanca con toda su prole, y aunque le pusieron por nombre África por ser la patrona de Ceuta, la Virgen de África, ella siempre se sintió salmantina y orgullosa decía que era tierra de mujeres bellas y hermosas...
En el transcurso de mi infancia, mi madre me ha ido relatando trazos de su vida, y era tal el entusiamo que ponía, que la cabeza me la llenó de fantasía, siendo la alegría casi siempre la protagonista...
En la guerra pasó mucho miedo por que cuando sonaba la sirena tenía que esconderse con sus hermanos en los refugios... ¡El cielo se encendía! ¡Las bombas explotaban con un ruído ensordecedor! ¡Las mujeres y los niños corrían despavoridas de un lado a otro, muertitos de miedo y gritando de dolor! ¡El tiroteo no paraba! ¡Los camiones y los soldados por todas partes! La gente exclamaban: ¡Que vienen los rojos, que vienen los rojos! Cuando ella lo contaba abría mucho los ojos y ponía boca de lobo... ¡Pobrecita mi madre! ¡cuánto sufrimiento...! Otras veces se dedicaba a contarnos cómo era su padre, recto y disciplinado. Su madre preciosa y sus hermanas, todas muy guapas, pero que sus hermanos le hacían  la vida imposible, por que no la dejaban salir con ningún muchacho, que la espiaban y si llegaba tarde la reñían como si fuera una niña chica... Que les gustaba mucho el baile, el cine y el teatro, y que se iba con sus amigas todos los domingos a pasear por la Plaza Mayor y que los chicos las piropeaban sin parar... 
Mi madre estudió solfeo sacándose el título de música, y una tarde que estaba tocando el piano , se presentó su primo Arcadio con un amigo que tenía cara de pito y un bigote muy fino para que conociera a su hermana la mayor. Ese del bigote fino y cara de pito era mi padre...
Mi padre nació en el año de mil novecientos diecinueve en el seno de una familia muy rica, en un pueblo de Córdoba. A los dieciséis años se fué a La Falange con sus hermanos ya que sus padres se arruinaron, y al estallar la guerra se apuntó de voluntario, siendo herido en un cerro de Benamejí. Fué su bautizo de sangre... Más tarde, escondido tras unas montañas de Teruel, le retumbó una bomba en el oído dejándolo sordo perdido, y en Valladolid, en el año cuareta, le hicieron una trepanación de oído con martillo y cincel.
En el treinta y nueve acabó la guerra y como no tenía ni oficio ni beneficio, se quedó en el ejército. En San Roque en la provincia de Cádiz se preparó para sargento primero y desde allí lo enviaron a un batallón que tenía un regimiento que pertenecía a Salamanca, y miren por dónde, otra vez el destino hizo de las suyas llevando a mi padre a rescatar a mi madre para devolverla a la ciudad que la vió nacer... Y cogida del brazo de él le dijo adiós al barco y a su juventud. En un baúl puso sus ropas junto a una colcha amarilla, lo único que le regalaron sus padres y algo de dinero para que se comprara una máquina de coser Alfa. Llenita de ilusiones emprendió el camino de aquél valle de lágrimas como solía decir...
Lo que nunca imaginó mi madre es que al llegar a Ceuta con veinticinco años y un niño de la mano, regresaría con ocho más y estaría allí veinticuatro años viviendo. En Ceuta nacimos el resto con la ayuda de la matrona y mi padre en la cama de su habitación, menos el más pequeño que nació en el hospital militar de Hadú, donde se tiró tres noches con medio niño dentro y medio fuera, hasta que una enfermera se sentó en lo alto de la barriga dejando a mi madre traspuesta y el niño enterito fuera berreando como una fiera...

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