domingo, 28 de abril de 2013

A TRAVÉS DE TI.- JAIME.- Capítulo Sexto.- Segunda Parte.-



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Todo era del color de rosa para mí, pero una tarde de setiembre, Jaime vino cabizbajo. Yo no sabía qué pasaba, pero tenía un mal presentimiento.- ¡Por favor! ¿Qué te ocurre? ¿Qué te pasa? ¡Dímelo, por Dios!- Con lágrimas en los ojos, me dijo que su padre había ascendido y lo habían destinado a Barcelona, a su ciudad natal. Me quedé sin poder articular palabra. Rompí a llorar. Después llegó Julia, mi amiga Julia, la única amiga que he tenido de verdad. También se echó a llorar, luego a reír. Un llanto mezclado con una nerviosa risa  temblorosa y espasmódica. Nos abrazamos llorando sin parar. Pasamos unos días llenos de angustia, y aunque hacíamos todo lo posible por no hablar del tema, cuando me llevaba a casa, me acostaba sin cenar. Mi madre me miraba y no decía nada…
El día de la despedida fue el peor de mi vida. Todos llorando en el puerto, y cuando el Correo Virgen de África atracó, me dio un vuelco el corazón, que casi me caigo de pena. Jaime me abrazaba prometiéndome que volvería a por mí. Que lo esperara. Que no saliera con otro chico. Julia animándome, que no me preocupara de nada, que me escribiría muchas cartas contándome todas sus cosas.- ¡Adiós, adiós!- Allí me quedé sola agitando un pañuelo blanco para que me vieran desde lejos. Allí me quedé rota por dentro hasta que el morro del barco dio la vuelta tras el espigón, perdiéndose de vista, dejándome sola y sin su amor. Me quedé triste y vacía…
Al principio, sus cartas eran a diario, incluso me llamaba por teléfono a casa del señor Manuel, el de la tienda de ultramarinos de al lado. Luego una a la semana, más tarde al mes, hasta que un día Monserrat, su antigua novia, la que un día él me dijo que eran solamente amigos, me escribió una carta tan maligna que todavía me duele al recordarla. Entre líneas pude leer, que cuando volvió a verla tan bella y tan guapa y el cambio tan maravilloso que había dado, su amor volvió a resurgir, apartándolo por completo de mí. Me dejó para siempre, plantada como una maceta. Ni siquiera me dijo adiós, ni hubo una explicación, nada, como si yo no hubiera existido nunca. Y ahí pasé de la pena al olvido, volviéndome loca de sufrimiento, de llanto y desengaño, apoderándose el dolor de mi corazón. Al mes recibí una carta de Julia en la que me contaba toda la verdad de lo sucedido:   
“Querida Trini, espero que te encuentres bien al lado de los tuyos. Mi hermano esta muy arrepentido de todo el dolor que te ha causado. Las cosas surgieron así, pero sin ánimo de hacerte daño. Lo que pasó realmente es que cuando le contó a Monserrat lo vuestro, ésta le dijo que bueno, que vale, pero que podrían seguir como amigos. El caso es que, donde hubo fuego, quedan rescoldos, y eso es lo que pasó de verdad. Un sábado por la noche se fueron a bailar con la pandilla, bebieron más de la cuenta y una cosa llevó a otra, y al cabo de tres meses tuvo que decirle a Jaime, que esperaba un hijo suyo y que no sabía qué hacer.
Mi hermano como es tan caballero, ha tenido que tragar, pero que realmente de quien está enamorado es de ti. Me ha pedido que por favor te lo diga. El pobre esta muy arrepentido, créeme Trini, no te lo puedes imaginar. No sabes cómo anda por la calle, y aunque disimula todo lo que puede, pero yo que soy su hermana y lo conozco bien, sé que por dentro está que se muere de pena. Me ha pedido que te lo cuente todo y que lo perdones, pero es que no sabe qué hacer. Tampoco quiere hacer daño a Monserrat, ya que se conocen desde niños. Sus padres y los míos son amigos de toda la vida, y además no la quiere dejar tirada en la calle. Tú sabes bien lo mala que es la gente y sería la comidilla del bloque, sobre todo entre los oficiales, que no pararían de criticarla. Figúrate, una madre soltera, ¿quién la iba a querer? Y menos con un niño de otro hombre. Espero que lo entiendas. Por favor Trini, por la amistad que nos une, perdónalo que el pobrecillo está fatal y a mí me da mucha pena verlo así. Me ha dicho también que tú eres la mujer de su vida y que siempre te llevará en el corazón, pero que las circunstancias lo obligan a tomar esa decisión. Un beso muy grande de tu amiga del alma.”
                                      Julia.
Cuando terminé de leer la carta me eché en la cama y lloré hasta que me quedé sin lágrimas. Quería perdonarlo, pero en ese momento sólo sentía odio. Un odio infinito, tan grande, que todo lo que me contaba Julia, me entraba por un oído y me salía por el otro. ¡Mentiras, mentira, mentira! Rompí la carta en mil pedazos, odiándola a ella y a su hermano. Me habían roto el corazón…


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