domingo, 28 de abril de 2013

A TRAVÉS DE TI.- JAIME.- Capítulo Sexto .- Primera Parte.-



                                                                          -  1  -




Cuando Jaime se declaró me convertí en la mujer más feliz del mundo. Me pidió ser su novia formal, y aunque estoy segura de que a mis padres les habría caído bien, no se lo dijimos ni a los suyos ni a los mío. Tan sólo lo sabía Julia, que pasó una buena temporadita de carabina con nosotros. Íbamos a todas partes juntos para no levantar sospechas. Más tarde se nos unió Esteban, un muchacho de la pandilla que a ella le hacía mucho tilín, ¡menos mal! Porque últimamente coqueteaba con todos.
Pasamos el mejor veraneo de nuestra juventud. Para mí, único, y ahora, en éste momento de incertidumbre, lo vuelvo a revivir llenándome de alegría y paz.
Nunca podré olvidar aquellos chapuzones en la playa, y menos el primer día que me vio en bañador. A mi me daba tanta vergüenza de quitarme el vestido que esperé hasta última hora, muertita de calor. Julia, que era tan descarada para todo, enseguida se desprendió del suyo y salió corriendo hasta la orilla, y de un salto se lanzó a la primera ola. Al rato salió con los brazos hacia arriba loquita de contenta, diciendo que el agua estaba buenísima. En un descuido de Jaime, me quité el vestido, pidiendo a todos los santos del mundo que le gustara. Cuando éste giró la cabeza, me miró boquiabierto y con un silbido, me lo dijo todo. Al momento me fui al agua, estaba asada. Jaime me siguió, y empezó a nadar junto a mí. Cuando me rozaba alguna parte del cuerpo, o cuando me agarraba por la cintura para tirarme al agua, yo sentía una mezcla de emociones que no sabría ni definir, pero que en estos momentos de mi poca vida, o mucha muerte, es lo que me hace vibrar de alegría. Esos roces me volvían loquita perdida. También andando por la calle, cuando no pasaba nadie, me cogía de la mano. Pero lo mejor era cuando nos sentábamos de noche en los bancos de los jardines. Jaime me besaba en la boca y yo le correspondía. Fueron mis primeros besos, los más ardientes y apasionados de mi vida. Y cuando me despedía en el portal de mi casa, nos abrazábamos como si fuera la última vez, pegados como lapas. Eran besos interminables. A veces me dejaba unas señales  en el cuello, que después tenía que taparme con el pelo para que mis padres no las vieran.
Los domingos en el cine nos sentábamos en la última fila si había sitio, porque la mayoría estaban ocupados por parejas de novios, como nosotros. Aquello era pura pasión, y las manos por todas partes del cuerpo. Nos dábamos unos lotes enormes, aunque nunca llegábamos a más, por que yo estaba educada de manera que una tenía que llegar al altar virgen. Algunas veces Jaime se enfadaba conmigo por que decía que no ponía ningún interés en buscar un lugar para acostarse conmigo, llegando incluso a decirme que me iba a dejar, por que según él, era un hombre y los hombres necesitaban deshogarse. A mí estas cosas me daban mucha vergüenza, pues aunque hoy en día es lo más natural del mundo, en la época que yo vivía, las mujeres éramos así de recatadas. Una podía hacer de todo, menos entregar su más preciado tesoro. Eso estaba guardado para la noche de bodas, además, nosotras las chicas hablábamos poco, y de ese tema con muchísima cautela. Las más atrevidas, decían que eso dolía muchísimo, o sea, una barbaridad, y tenía un miedo horroroso, sobre todo, porque según ellas, se sangraba mucho, no por que lo hubieran hecho ellas, recalcaban con énfasis, si no por que se decía por ahí... Así, que verdaderamente tenía miedo. Cuando le comentaba esto a Julia, me decía que no le hiciera caso a ninguna, que eran unas envidiosas de que ningún chico las mirara de gordas y feas, y que si en vez de yo, fuera ella, otro gallo cantaría, por que estaba deseando de hacer el amor. Que yo era una tonta por desperdiciar una oportunidad maravillosa, ya que pensaba que el amor es lo más bello del mundo y que cuando una está enamorada no hay nada mejor y placentero en el mundo que hacer el amor con tu hombre. Y es que Julia era la leche, ¡Jesús! Esta expresión, de verdad, de verdad que se ha cruzado con mi aliento. Seguro que la acaba de soltar el chico que acaban de entrar en camilla, por que acaban de decir por el altavoz que despejaran los pasillos, por que el pobre motorista había saltado por los aires al chocar contra un camión, y mira por donde no llevaba el casco puesto...
Cuando Jaime se enteró por Julia lo de mis miedos, me dijo que no me preocupara de nada, y que cuando estuviera preparada, tendría mucho cuidado. Al principio me enfadé con ella por contarle nuestras confidencias a su hermano, pero luego me convenció diciéndome, que tenían mucha confianza y que eso no tenía importancia para ellos. Julia era muy natural en todo. Yo francamente, estaba deseando de hacer el amor, ¡tenía una curiosidad imperiosa! y como estaba completamente enamorada y ciega de amor, una tarde cualquiera de ese mismo año, que sus padres y su hermano Luis no estaban en casa, nos metimos en la cama, mientras Julia vigilaba por la ventana.
A partir de aquél día, aprovechábamos cualquier lugar para tener una relación sexual, y si no podíamos, él se molestaba y discutíamos cada dos por tres, estando casi toda la tarde sin hablarnos. ¡Cuántas caminatas sin rechistar! Aún puedo recordarlo, y rememorando aquellos paseos interminables, siento ese gusanillo del amor cosquilleándome todos los sentidos de mi vida carnal, revitalizando hasta éste último aliento del sin vivir que padezco.
Al cabo de un año, Jaime le pidió permiso a mi padre para poder entrar en casa, lo cual nos vino bien a todo el mundo por que así ya no tendría que vernos más a escondida, pero lo primero que me dijo mi madre es que no se me ocurriera venir con una barriga, y que tenía que casarme de blanco, si no la gente me criticaría mucho y estaríamos en boca de todos, dejándolos en muy mal lugar, tanto a ellos como a sus padres. Mi madre, la pobre, se creía que yo seguía siendo virgen, bueno, eso era la impresión que a mí me daba, porque ahora me doy cuenta de que seguramente es que se hacía la loca, como todas hacemos...
Estuvimos dos años de novios formales, y en ese transcurso de tiempo pasamos de los celos al enfado, de las discusiones a los abrazos. De los días encerrada en casa llorando como una magdalena, a los que te quiero y que te amo. Que no puedo vivir sin ti y perdóname vida mía. A los bailes al aire libre de noche y con orquesta, al cine y a las verbenas de los barrios con lucecitas de colores y el Dúo Dinámico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario