Me sentía perdida en
alta mar, a la deriva de las olas, cuando de pronto vi acercarse un velero remando
al viento. Era mi Ernesto, el tipo de mi cuento que como yo, estaba buscando su
caracola. Desde la misma cresta me divisó entre el vaivén de las embravecidas
aguas, cuando oyó la voz de mi llamada gritando con todas las fuerzas de mi
alma, que si no me ayudaba ese mismo día me ahogaba, y echándome el remo, me
agarré a su cuello. Nos dejamos mecer por las olas como gaviotas al barlovento,
encallando en la isla Perejil, donde más de mil besos le di. Después lo abracé
como si fuera un niño perdido y lo arropé con mi cálido cuerpo alejándolo del
frío, y para que no temiera la noche oscura le conté todas mis aventuras, le
canté una nana y le dije cuánto lo quería, y cuando llegó la mañana me desperté
sola y abandonada…
Es muy fácil caer en
las redes sociales cuando una persona se encuentra en un momento débil. He
escrito estos relatos para que vean hasta donde llega la osada humanidad. Todo
lo aquí descrito es producto de mi imaginación, cualquier semejanza con la
realidad es pura coincidencia.
Felicidad Hurtado Sánchez
Con la colaboración
especial de Ernesto
17 de enero de
2014- Córdoba
No hay comentarios:
Publicar un comentario