martes, 14 de enero de 2014

AVATARES EN LA RED.- 27º.- (DESCONTROL EN LA RED)



Esa chica tan guapa que pasó corriendo por la calle llorando, era un avatar descontrolado que había perdido el rumbo del camino hacia el cielo. Esto de las redes sociales es tan poderoso, que las noticias traspasan hasta las propias líneas del firmamento, y viéndome a mí lo desesperada que estaba con la indiferencia de Ernesto hacia mi persona, quiso echarme un cable para que no me estrellara contra las redes, ya que a ella le había ocurrido lo mismo.- Por mucho que te agarres a una persona y la idealices pensando que es tu tabla de salvación, la realidad es que todo es pura falsedad. Lo único que buscan éstos tíos en su lista de contacto, es a alguien, que como tu anda perdida entre los avatares del devenir diario, y aprovechándose de los momentos más débiles, te solicitan para llevar un poco de fantasía erótica a su mediocre vida sexual. Aléjate de ellos y elimínalos de tu vida lo más pronto posible antes que te absorban las energías por completo. Son los verdaderos chupópteros de sangre. Se alimentan de las debilidades humanas y van ensanchando horizontes a costa de las personas románticas e ilusas que viven en las nubes. Algunos se definen como unos románticos a la antigua usanza, frase muy recurrente utilizada por ellos y que hace estragos entre las incautas féminas.- Me quedé sin habla por que algo de lo que me iba diciendo concordaba con algunas comentarios que había leído en el Chat. Automáticamente para reforzar y convencerme, pasó a relatarme de esta manera.- Yo estaba muy desesperada ese día, así que de un portazo cerré la puerta y salí corriendo calle abajo. Apenas veía a las personas que se cruzaban conmigo. La gente me dejaba pasar mirándome. Muchos volvían la cabeza, con la curiosidad y el morbo que despierta el ver correr a una mujer con el rostro inundado en lágrimas. Llegué a casa de mis padres llorando desconsoladamente. Ya no podía aguantar más. Estaba harta de sus manías, de su machismo y de su tiranía. Era imposible seguir ese ritmo de vida tan lleno de crueldad. Me sentía la más inútil de todas las mujeres. No servía para nada. Mi marido llevaba tantos años repitiéndomelo que al final me lo creí. Continuamente me estaba comparando a las que tenían una buena carrera, y que si no fuera por él me moriría de hambre. Más tarde empezó a insultar a los demás miembros de mi familia. No soportaba ni a mis padres y ni a mis hermanos, descalificándolos cada dos por tres. Ponía tanto empeño en demostrar el odio que les tenía que hasta me prohibió que fuera a visitarlos. Tan sólo iba cuando él estaba de viaje, a escondidas y con prisas. Apenas me sentaba a charlar tranquila, siempre temerosa de que me llamara por teléfono, incluso cuando no estaba en casa, me vigilaba desde lejos a través del móvil, poniendo el mal tiempo de excusa para los chiquillos, que apenas les tenía cariño a mis hermanas y hermanos ¡ya se había encargado, desde que nacieron que no visitaran mucho a mis padres! Sólo a los suyos, como si ellos fueran los únicos abuelos. Si no me encontraba en casa antes de que él entrara, me llamaba gritando o me echaba a patadas.- En ese momento le pregunté por qué había aguantado tanto y por qué se había casado con un hombre tan malo o es que el matrimonio lo hizo cambiar, a lo cual siguió relatando.- No sabría precisar cuando y cómo cambió, realmente no era el mismo hombre al que una vez conocí. Tan lindo y tan bello, educado y moderno, ¿dónde estaba aquél chico tan majo? El caso es que después de siete años de noviazgo, decidimos casarnos. Nos conocimos en una fiesta de cumpleaños, y desde el primer momento nos gustamos. Él era un estudiante de medicina con grandes pretensiones, pensando que cuando acabara la carrera iba a poner rápidamente una clínica privada, ganar mucho dinero y viajar por países extranjeros, y después de divertirse de lo lindo, casarse. Yo me saqué el Graduado Escolar en un colegio de niños, que por las noches daba clases nocturnas, para personas rezagadas y mayores. Después me dediqué a ayudar en casa en las faenas típicas del hogar, charlar con mis amigas y fumar, hasta que venía mi novio un rato y dar una vuelta por la calle si era verano, porque en invierno no salíamos de casa de mis padres. Era el dueño del sofá. Estábamos deseando que llegara el sábado para salir con sus amigos, ir al cine o a alguna discoteca. Mis padres me daban una pequeña cantidad de dinero para los gastos. Entonces era la época de que cada uno paga lo suyo, sin contar el tabaco, que tenía que durarme por lo menos hasta el próximo fin de semana. Cuando terminó la carrera no encontró trabajo tan pronto como se había imaginado, y pasó una buena temporada hasta que se colocó en un pueblo de otra ciudad que no era de su agrado. Al cabo del año se le acabó el contrato y regresó a casa con la mirada cambiada y una manera diferente de ser. Al final tuvo que reconocer que para casarnos tenía que coger cualquier trabajo, fijo o trotando, y sin pensarlo aceptó uno de Comercial de Farmacia, que tampoco era la ilusión de su vida, pero accedió porque los años se le estaban echando encima, además algo me querría, cosa que actualmente lo pongo en duda. A los seis meses iba enganchada al brazo de mi padre, que orgulloso, me condujo hacia el altar con paso firme y seguro. Todas las miradas clavada en mi, de lo guapa y bella que me había puesto ese día, con la sonrisa linda y serena, satisfecha de haber conseguido lo que más anhelaba en este mundo, casarme antes de los treinta. Alquilamos un piso, y compramos la mitad de los muebles, dejando el viaje de novios para más adelante. Al año y medio nació mi primer hijo, y poco después llegaron los mellizos, y como decía mi madre, uno no es ninguno, dos es uno, y tres carga es. Carga para mí, tan sólo para mí, ya que mi marido estaba todo el día fuera trabajando y no llegaba hasta la noche, y si tenía un par de días libre, no podía estar en casa porque se agobiaba con los niños tan pequeños y se iba al bar y no volvía hasta que estaban completamente dormidos. Jamás tuvo tiempo para jugar con los chicos, ni siquiera me pudo ayudar a bañarlos, que era una proeza el sacarlos del agua. Se tiraban por lo menos una hora larga pasándose de unos a otros la esponja, los churretes y el jabón. Finalmente me liaba a dar manotazos a diestra y siniestra, resbalándose uno y llorando el otro. Después de los gritos y llantos, les hacía la cena. No había quién los hartara, para más tarde acostarlos y entre unos y otros me llamaban para que les contara ese cuento que tanto les gustaba, dándome todas las noches las tantas y cansada, me ponía a prepararle a mi marido su buena cena, no se conformaba con cualquier cosilla, según él, no se podía dormir.- De nuevo hizo una pausa.- Y así llevo ya más de quince años hecha una esclava. La situación no ha cambiado, llegando a ser tan insoportable, que he decidido ponerle fin e irme a vivir a casa de mis padres, pero es tan grande la maldad de mi marido, que me ha amenazado con quitarme a los niños y si me atreviera a denunciarle, le pega fuego a la casa con mis padres dentro y a mí me machaca a golpes.- ¡Estás avisada! - Me ha gritado con todas sus fuerzas las palabras más feas de esta tierra, y por eso de un portazo cerré la puerta y salí corriendo calle abajo llorando, cuando de repente te vi caer en Internet y para que no te estrellaras en la red, te agarré…





No hay comentarios:

Publicar un comentario