Llevaba
una semana sin saber de Ernesto por lo que me dediqué en cuerpo y alma a
escribir cuentos y poesías y fue entonces cuando recibí una nueva solicitud de amistad,
a la cual acepté sin lugar a dudas. De ese modo empezamos una relación intercambiando
opiniones de esto y aquello, seguido de frases de admiración hacia mis relatos.
Se llamaba Federico, pero todo el mundo lo conocía por Fede. Tenía más o menos
mi edad, y era Comercial de Farmacia. Me dijo que estaba separado desde hacía
quince años y que le quedaba poco para jubilarse y que estaba cansado de tanto
viajar. Se había recorrido casi toda España con el flamante coche de la empresa,
lo mismo que el móvil. También que cuando tenía que acudir a un congreso lejos
de Cádiz, lugar de su residencial actual, le pagaban el billete de avión en
clase turista, inclusos los gastos del hotel. Me envió una foto en la entrada
de uno de ellos, cinco estrellas, donde aparecía vestido con su traje de
chaqueta y un maletín. A simple vista no estaba nada mal, alto, delgado y con
el pelo blanco. Tenía buen porte. De momento no me disgustaba, aunque me parecía
demasiado perfecto. Para ser sincera, estos hombres tan educados, de buenas
maneras y guapitos de cara, no me llenaban del todo. Me daba la sensación de que
escondían algo y que todo era querer aparentar. Cada día al amanecer me enviaba
alguna fotografía de buenos días seguida de una bella panorámica, donde casi
siempre el mar estaba presente. Otras veces unos carteles de frases llenas de
amor que me llegaban al alma, pero como acababa de pasar por una mala
experiencia, me puse a rastrear en su muro y no tenía ni una foto. Rápidamente me
acordé de una amiga mía que me contó en privado la mala experiencia que había
tenido con un hombre de este estilo recientemente, que la dejó tirada cuando menos
se lo esperaba y se sentía muy mal. Hasta me dio nombres y apellidos para que
yo investigara por mi cuenta y resultó que no tenía ni una foto. Era bastante
alarmante. Lo mismo que aquél, tan sólo cuatro datos y medio referente a la
universidad en la cual había estudiado y el trabajo que ejercía. Todo esto me
resultaba muy sospechoso. No me fiaba ni un pelo. Además, continuamente leía en
Face, en últimas noticias la cantidad de tejemanejes que se traían algunos tíos
y de que había que tener cuidado con la gente que se aceptaba en tu lista de
amigos, y aunque yo ya era mayor, sí que era bastante ingenua en estas cosas,
porque para mí todo el mundo es bueno. Seguí investigando por mi cuenta porque
esta clase de hombres, lo único que buscan en una es puro y duro sexo. Sexo a
través de conversaciones o intercambiando sus móviles para tener conversaciones
calenturientas. Además ya había recibido varios mensajes anónimos de mujeres,
amiguitas suyas, que se dedicaban a altas horas de la madrugada a chatear con
él. Lo que nunca me hubiera imaginado que algo así me ocurriera a mí, ya que
jamás había dado prueba de ser una más del lote de Fede. Así que empecé a hacerles
preguntas inocentes para sonsacarle. Realmente aún no sabía qué era lo que le
había llevado a enviarme una solicitud de amistad y lo único que le pude sacar
era que le encantaba leer y por casualidad le gustaron mucho unos cuentos que
había colgado, aparte de un par de fotografías que puse el día de nuestra Patrona
la Virgen de África
y yo aparecía en la puerta de la iglesia. Me dijo que estaba como un caramelo,
¡guau! Menudo piropo, con lo que me gusta que me digan cosas bonitas. Después,
siguió que se había enamorado locamente de mí y que quería vivir conmigo hasta
el resto de sus días. Demasiado rápido pensé, pero como yo estaba pasando por
un mal momento y deseando de amar a alguien me lo creí de nuevo y quedamos en
vernos donde yo vivo para conocernos mejor, ya que por su trabajo, podría venir
dentro de dos semanas. Y mira por donde, precisamente ahora tenía un congreso
en Barcelona y tendría que estar como mínimo cinco días. Tres de ellos reunido
y dos libres. Rápidamente mi cabeza empezó a cavilar y el nombre de Ernesto se
hizo eco en mi cuerpo y en mi alma, ¡qué casualidad! No lo pensé ni un instante
y le contesté.- Me parece mejor en Barcelona.- Me venía bien por que ya sabéis
que tengo una hermana allí, aunque esta vez no pensaba estar con él más que
para pasar el día y por la noche cada uno en su cama. La verdad es que tenía
muy reciente la herida que me había dejado el dichoso Ernesto, como para que de
repente me echara a los brazos de cualquiera, ni hablar, para eso tendría que
sentir un poco de amor, y por Fede tan sólo sentía una pequeña curiosidad. De
repente, la noticia corrió como la pólvora por todas las redes sociales, de tal
manera que hasta cuando iba en el Ave, sentí mil ojos observándome. Había
espías por todas partes, y un hombre vestido de negro, con gafas oscuras se
sentó justo frente a mí que no paraba de mandar mensajes por el wasap. El
sonido del silbato lo delataba. Al principio no le di mucha importancia, pero
cuando llegamos a la estación, me ayudó a bajar la maleta y hasta se ofreció a
acompañarme a la parada del taxi, menos mal que mi cuñado, lo mismo que la otra
vez, me estaba esperando, pero cuando monté en su coche, miré hacia atrás por
la ventanilla y vi que el hombre de negro se subía en un auto que conducía otro
hombre vestido de negro. ¡Me estaban siguiendo! Hasta me pareció reconocer en un
gesto a uno de ellos. Tenía la sensación de que me estaban vigilando. Cuando
llegué a casa de mi hermana, lo mismo de siempre, besos y abrazos y ten mucho
cuidado. Al otro día quedé con Fede en la Sagrada Familia para visitarla
y como sabía qué cara tenía, no tuvimos que llevar ningún ramo de flores que
nos delatara. Mi cuñado me llevó hasta allí y cuando se fue, lo primerito que
vi, era el hombre vestido de negro del tren acompañado de una mujer de tez
morena…
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