AVATARES EN LA RED.- 24º.- (LÁGRIMAS AL VIENTO)
Después
de leer aquél mensaje de mi admirador secreto queriendo suplir a mi Ernesto, le
contesté con tres palabras.- No me interesa.- ¿Por qué? –Escribió airado.- Cada
persona es única, punto pelota.- Lo dejé patidifuso y no volvió a insistir
jamás. Me dediqué a escribir cuentos cortos para los niños pequeños. De esa
manera surgió “Iris y el Faro” entre otros. A veces me invadía una enorme pena
acordándome de mi amado, y me dedicaba a llorar sobre el ordenador llenando las
teclas de lágrimas, las cuales se expandían por las redes sociales, de tal
manera que no paraba de recibir solicitudes y mensajes de locos románticos, que
como yo, se sentían tristes y desolados. La mayoría eran divorciados y lo único
que buscaban en mi era tema, o sea, ñaca-ñaca. Habían oído lo de la famosa
galopada y todos deseaban cabalgar conmigo. Algunas jóvenes me enviaban versos
llenos de tristeza, y yo la verdad, es que no estaba para eso. Ya tenía mis
propias penas como para tener que escuchar la de otros. No es que no quisiera,
sino que me daban ganas de llorar, sobre todo cuando las adolescentes apenas
podían balbucir palabras, ¡vaya y yo que pensaba que era la única! Peor eran
los tíos éstos, todos rasurados de cuerpo entero. Atléticos, con las cejas
depiladas como chicas, peinados con el flequillo tieso y ladeado, mientras un
pequeño arito lleno de brillantes lucía en una oreja. Verás, no es que me lo
invente, no, es que me enviaban sus lamentables romances con foto incluida. Los
pobres se creen unos guaperas, y realmente son los más llorones e inseguros,
cuando descubren que sus novias los dejan por otro más guapo que han conocido
en el Chat, ¡madre mía! Esto de las redes sociales es un auténtico misterio. Me
parecía estar en un consultorio amoroso, donde múltiples parejas de enamorados
me contaban sus penas como si de mí dependiera el poder solucionárselas. Me
llegaron cartas hasta de Romeo y Julieta, ¡Dios mío de mi corazón! Luego de
Dafnis y Cloe… Pero bueno, ¿esto que es? Eran del año catapún, chin-chín. Me
estaba volviendo loca perdida cuando Tristan e Isolda se lían a cantar en el
teatro La Scala
de Milán la Ópera de Richard Wagner, ¡jolines! Esto sobrepasaba los límites del
cielo cuando veo a los Amantes de Teruel en pleno apogeo. Entonces fue cuando
recordé que alguien difundió una fotografía en la red la de Los Amantes de
Internet, viéndome a mí misma sentada sobre las rodillas de Ernesto en un banco
de un jardín. Empecé a sentirme tan mal que di rienda suelta al llanto como una
energúmena. Creo que me pegaron un virus relacionado con el desamor. Las
lágrimas caían sobre el teclado sin poderlas detener. Acudían a mis ojos entre
gritos y lamentos. Las palabras iban fluyendo por las redes sociales airando
sentimientos por los recovecos de las bandejas de entradas y salidas. Brotaron
las apasionadas tres noches de locura desenfrenada que pase en Barcelona con mi
amor, y que sembraron en mi alma besos de pasión y esperanza. Me lié a llorar
con una tristeza descorazonada y me descarné sobre el ordenador como si me
pudiera escuchar. Hasta tuve el atrevimiento de preguntarle que dónde estarían
esos momentos de amor y dónde los besos de pasión. Según iba tecleando, recibía
rápidamente varios mensajes juntos. Era como si los avatares tuvieran
sentimientos propios. Me dejaron completamente perpleja.- ¡Averigua cómo y
dónde fueron! – Otro decía.- ¡Entre los recovecos del tiempo!- Y por último
éste que me dejó con la boca abierta.- ¡Volando por el aire, como las hojas de
los árboles! - Parecía como si estuvieran revoloteando a mi alrededor por la
rapidez de sus contestaciones, por lo que les sugerí.- Averiguar dónde están.-
Recibí estas palabras.- Se los llevó el aire como las hojas de los árboles.-
¡Pero ¿dónde están y dime cuáles? - Los atrapó el avatar y los colgó en la
red.- De repente oí un estruendo, seguido de un fogonazo como si la tormenta
estuviera a punto de estallar. Los cristales de mi ventana empezaron a
temblequear con unos restadillos tremendos. Me asomé al balcón y miles de rayos
cruzaban el cielo, seguido de relámpagos y truenos. El aire se llenó de frases
escritas al viento y múltiples versos cayeron de las nubes como si fuera el
diluvio universal. Las redes sociales reventaron de tal manera, que se
escaparon todas las letras dejando salir versos y poesías como si fuera
lluvia de lágrimas. Hasta la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer.- Por una mirada,
un mundo/ Por una sonrisa, un cielo/ Por un beso… ¡Yo no sé que te diera por un
beso! - No daba crédito a mis ojos. Algo estaba ocurriendo en el mundo
cibernético. Los internautas no sabían a qué atenerse. Facebook se quedó en
blanco por un día, como yo. Finalmente me dejé arrastrar por los latidos de mi
corazón, y recordando aquella noche de luna iluminada, en la que una silueta de
dos bocas se besaban, me puse a escribir delante del ordenador como si fuera mi
Ernesto.- ¡Cuántas cosas cambiaría hoy de mí! Olvidé aquél jardín donde mil
besos te di y en el oído me decías reina mía, reina mía. ¡Cuántas cosas
cambiaría hoy de mí! La madurez hizo presa de mi ser, alterando la manera de
sentir olvidando a la niña que hay en mí. Como me gustaría que te volvieras
loco vida mía aunque fuera sólo por un día. Te juro que me bastaría y en el
oído me dijeras, tú eres mi reina, tú eres mi reina. ¡Cómo me gustaría volverte
loco todavía! Quizá yo tenga la culpa sin darme cuenta vida mía, pero sigo
siendo aquella niña que conociste aquél día. Mi mundo es de locos, donde reinar
siempre querría.- El silencio era total. No volví a saber nada de nadie,
entonces seguí con mis avatares. Dándome cuenta de que podría sacar provecho y
alejar la pena de mi cuerpo, me lié a seguir escribiendo algunos cuentos, hasta
que recibí una nueva solicitud de amistad, y como era de mi tierra lo acepté y
poco a poco fuimos entablando conversación y a conocernos. Menos mal que a éste
señor no se le ocurrió suplantar a nadie y según me dijo, estaba separado de su
mujer hacía años y se encontraba libre de compromisos. Estaba buscando pareja a
través de las redes sociales, y fue entonces que se fijó en mí...
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