martes, 7 de enero de 2014

AVATARES EN LA RED.- 23º (EL REGRESO DEL AVATAR)




Después de acabar la relación con Ernesto me vi sumergida en un mar de dudas. Algo me arrastraba al cementerio. Estaba muy abatida por lo ocurrido y quería sentir que podría salir adelante. Saber si estando cerca de mis padres y hermanas, me ayudaban a seguir mi camino sin mirar hacia atrás. Sentía muchas ganas de llorar, echar mis lágrimas al viento y poderme desahogar. De repente todos los internautas empezaron a chatear publicando a los cuatro vientos que los avatares atacaban de nuevo. No sé cómo ni cuando, el caso es que en Internet se enteran de todo. Te rastrean y sacan de ti hasta lo que no haces, o sea, antes de nacer, ya saben quién era tu madre y tu padre y hasta de dónde eres. El caso es que cuando llegué, no sentí nada. Me quedé observando las letras que estaban escritas en sus lápidas y sentí un vacío muy grande. Era una piedra lisa, fría y desnuda. Tenía la sensación como si jamás hubieran existido en mi vida, ellos que siempre fueron tan carnales. Una desazón invadió mi corazón. No sentí apenas dolor. Me encaminé hacia el lado opuesto, Los columbarios. Mi hermana la mayor estaba en la segunda planta. Me sentí extraña, sola y abandonada. Rápidamente me fui al Jardín de los Ausentes, donde las cenizas de mi hermana la chica estaban esparcidas y entonces si que lo vi más claro. Ella que había estado sometida a la tiranía de un maltratador psicológico. Una mujer que se le negó todo. La familia, los amigos, ¡todo! Hasta la vida… De repente sentí como una fuerza devastadora tiraba de mí. Oía unas voces que decían que me alejara. Eran como unas presencias que me rodeaban. Me di la vuelta y no había nadie, tan sólo el jardinero y unas dos personas recomponiendo unas flores en un jarrón bajo los pies de otra lápida. Salí huyendo de allí y me precipité cuesta abajo corriendo, corriendo, lo mismo que un galgo y cuando estaba sentada en la parada del autobús, me quedé impávida. Quería perderme entre llantos y suspiros y no conseguí nada. Una gran indeferencia, como si nunca hubieran existido. Fui allí para encontrarme y me perdí en un laberinto de insensibilidad como si lo encontrara natural. Así que seguí deambulando por mi precaria vida, y lo mismo que los hombres cuando pillan a su pareja in fraganti, me dio por salir por ahí con mis amigas a salas donde la mayoría de los clientes iban a ligar a lo bestia, bebiendo y bailando con cualquiera. Apenas fui tres veces. Me gustan más los lugares abiertos y pasear por la ciudad, ver museos, hacer deporte, pero cuando tengo penas, prefiero refugiarme en las iglesias. Me atrae mucho sentarme y mirar las imágenes, es como si ellas me comprendieran sin hablar siquiera.- Señor mío, yo no soy mala, tan sólo una mujer enamorada… Estoy apagada, triste, enigmática, ni siquiera me reconozco. Yo no soy así y me rebelo. No me gusto. Quiero llorar a lágrima viva. No tengo lágrimas. No tengo nada, ni siquiera puedo desvelar mis sentimientos. Me encuentro en un laberinto de emociones, todas desconocidas para mí. A lo mejor es la edad esta que tengo que vuelve a las personas impávidas e inertes. Quiero estar viva. Quiero sentir mucha pena. La indiferencia no va conmigo. Hay unas cuantas lágrimas a punto de rodar, pero cuesta, ¡cómo me cuesta dejarlas caer! Madre mía, necesito tu ayuda urgentemente, ¡rápido, por favor, te necesito ya! Quiero refugiarme en mis letras, en mis cuentos, en mis relatos cortos. Quisiera escribir. Tengo tantas cosas que contar y no puedo, me cuesta mucho arrancar. Dios mío, ayúdame a salir brotando. No quiero hacerme ilusiones, a veces veo un atisbo de esperanza que llega.- Nada, no me escuchaban. Me ignoraban. No sabía salir del desánimo. Estaba muy triste y deprimida. No tenía ganas de nada, tan sólo de perderme por callejuelas del casco histórico de la ciudad donde los turistas vienen y va. De repente, mirando una tienda de recuerdos, me tropiezo con un antiguo amante. Si, si, ese casi veinte años más joven que yo, pero que estaba loquito por mis huesos y con tan sólo una señal acudía como un perrito faldero, y que le encantaba estar conmigo porque según él… bueno, ¿para qué vamos a entrar en detalles? A mí me importaba un bledo y pensando que era por despecho y había perdido el norte, no sería ni malo ni bueno que lo supiera Ernesto, además como nada nos unía ya, pensé que no me vendría mal pasar un rato y seguí adelante con mis devaneos. El caso es que no conseguí sacarme a Ernesto del pensamiento. No comprendo cómo una persona se te puede clavar tan dentro tan sólo siendo un pasajero más de la red social. A veces pienso que fue un accidente sin más, y él, como buen caballero antiguo español se vio obligado a enviarme un ramo de flores por los daños causados, y yo, romántica empedernida creí que se me estaba declarando. La verdad es que esto de leer tantos libros es como un arma de doble filo, que a la vez que te instruye, te aloca la cabeza. Lo mismo que Don Quijote de la Mancha que veía gigantes en los molinos de viento, yo vi un príncipe Azul en la humanidad de Ernesto. Sólo era un contacto más de mi lista y punto. Ahora tengo mucha rabia, ya que yo fui la culpable de todo y me decía a mí misma que nunca debería haberlo puesto a prueba. Hay cosas que una no debería de plantear jamás a nadie. Al final me quedé más sola que la una, pues nada más acabar con mi joven amigo, me sentí la persona más vacía del mundo. Estuve toda una semana debatiendo conmigo misma si había hecho lo correcto o no, sin saber nada de Ernesto, nada más que lo que él quería que supiera, o sea cuatro párrafos copiados de algún poeta o cantante, seguramente que irían dirigidas a cualquier amiga, que a mí ni fu ni fa, para qué nos vamos a engañar, y de nuevo me acordé de una frase muy bonita y llena de esperanza que había leído en Conviviendo con mi otro yo que decía.- La vida es un acordeón y el amor, el aire que lo expande.- La cual me hizo reflexionar bastante, así que después de estar varios días vagando por ahí, una fuerza interior me hizo ver más allá de la realidad, y de nuevo me aferré a mis cuentos. Aquellos que escribo para mis nietas y que cuando vienen les leo y les digo que ellas son las protagonistas y se ponen tan contentas. De esa manera le hablé de Iris, que vivía en una nube y que bajó a la tierra para buscar a su amado. Entonces lo vi claro, ¿cómo no me había dado cuenta antes? Lo tenía frente a mis ojos y hasta ese momento no me di cuenta. Rápidamente abrí mi ordenador, me metí primero en facebook, cuando en la bandeja de entrada tenía varios mensajes de mis seguidores, pero el que más me sorprendió fue uno que decía ser un admirador secreto de mis relatos y se ofrecía a ser mi Ernesto, ¡guau! No podía creerlo, por eso decidí seguir con mis avatares….







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