AVATARES EN LA RED.- 23º (EL REGRESO DEL AVATAR)
Después
de acabar la relación con Ernesto me vi sumergida en un mar de dudas. Algo me
arrastraba al cementerio. Estaba muy abatida por lo ocurrido y quería sentir
que podría salir adelante. Saber si estando cerca de mis padres y
hermanas, me ayudaban a seguir mi camino sin mirar hacia atrás. Sentía muchas
ganas de llorar, echar mis lágrimas al viento y poderme desahogar. De repente
todos los internautas empezaron a chatear publicando a los cuatro vientos que
los avatares atacaban de nuevo. No sé cómo ni cuando, el caso es que en
Internet se enteran de todo. Te rastrean y sacan de ti hasta lo que no haces, o
sea, antes de nacer, ya saben quién era tu madre y tu padre y hasta de dónde
eres. El caso es que cuando llegué, no sentí nada. Me quedé observando las
letras que estaban escritas en sus lápidas y sentí un vacío muy grande. Era una
piedra lisa, fría y desnuda. Tenía la sensación como si jamás hubieran existido
en mi vida, ellos que siempre fueron tan carnales. Una desazón invadió mi
corazón. No sentí apenas dolor. Me encaminé hacia el lado opuesto, Los
columbarios. Mi hermana la mayor estaba en la segunda planta. Me sentí extraña,
sola y abandonada. Rápidamente me fui al Jardín de los Ausentes, donde las
cenizas de mi hermana la chica estaban esparcidas y entonces si que lo vi más
claro. Ella que había estado sometida a la tiranía de un maltratador
psicológico. Una mujer que se le negó todo. La familia, los amigos, ¡todo!
Hasta la vida… De repente sentí como una fuerza devastadora tiraba de mí. Oía
unas voces que decían que me alejara. Eran como unas presencias que me
rodeaban. Me di la vuelta y no había nadie, tan sólo el jardinero y unas dos
personas recomponiendo unas flores en un jarrón bajo los pies de otra lápida.
Salí huyendo de allí y me precipité cuesta abajo corriendo, corriendo, lo mismo
que un galgo y cuando estaba sentada en la parada del autobús, me quedé impávida.
Quería perderme entre llantos y suspiros y no conseguí nada. Una gran
indeferencia, como si nunca hubieran existido. Fui allí para encontrarme y me
perdí en un laberinto de insensibilidad como si lo encontrara natural. Así que
seguí deambulando por mi precaria vida, y lo mismo que los hombres cuando
pillan a su pareja in fraganti, me dio por salir por ahí con mis amigas a salas
donde la mayoría de los clientes iban a ligar a lo bestia, bebiendo y bailando
con cualquiera. Apenas fui tres veces. Me gustan más los lugares abiertos y
pasear por la ciudad, ver museos, hacer deporte, pero cuando tengo penas,
prefiero refugiarme en las iglesias. Me atrae mucho sentarme y mirar las
imágenes, es como si ellas me comprendieran sin hablar siquiera.- Señor mío, yo
no soy mala, tan sólo una mujer enamorada… Estoy apagada, triste, enigmática,
ni siquiera me reconozco. Yo no soy así y me rebelo. No me gusto. Quiero llorar
a lágrima viva. No tengo lágrimas. No tengo nada, ni siquiera puedo desvelar
mis sentimientos. Me encuentro en un laberinto de emociones, todas desconocidas
para mí. A lo mejor es la edad esta que tengo que vuelve a las personas
impávidas e inertes. Quiero estar viva. Quiero sentir mucha pena. La
indiferencia no va conmigo. Hay unas cuantas lágrimas a punto de rodar, pero
cuesta, ¡cómo me cuesta dejarlas caer! Madre mía, necesito tu ayuda
urgentemente, ¡rápido, por favor, te necesito ya! Quiero refugiarme en mis
letras, en mis cuentos, en mis relatos cortos. Quisiera escribir. Tengo tantas
cosas que contar y no puedo, me cuesta mucho arrancar. Dios mío, ayúdame a
salir brotando. No quiero hacerme ilusiones, a veces veo un atisbo de esperanza
que llega.- Nada, no me escuchaban. Me ignoraban. No sabía salir del desánimo.
Estaba muy triste y deprimida. No tenía ganas de nada, tan sólo de perderme por
callejuelas del casco histórico de la ciudad donde los turistas vienen y va. De
repente, mirando una tienda de recuerdos, me tropiezo con un antiguo amante.
Si, si, ese casi veinte años más joven que yo, pero que estaba loquito por mis
huesos y con tan sólo una señal acudía como un perrito faldero, y que le
encantaba estar conmigo porque según él… bueno, ¿para qué vamos a entrar en
detalles? A mí me importaba un bledo y pensando que era por despecho y había perdido
el norte, no sería ni malo ni bueno que lo supiera Ernesto, además como nada
nos unía ya, pensé que no me vendría mal pasar un rato y seguí adelante con mis
devaneos. El caso es que no conseguí sacarme a Ernesto del pensamiento. No
comprendo cómo una persona se te puede clavar tan dentro tan sólo siendo un
pasajero más de la red social. A veces pienso que fue un accidente sin más, y
él, como buen caballero antiguo español se vio obligado a enviarme un ramo de
flores por los daños causados, y yo, romántica empedernida creí que se me
estaba declarando. La verdad es que esto de leer tantos libros es como un arma
de doble filo, que a la vez que te instruye, te aloca la cabeza. Lo mismo que
Don Quijote de la Mancha
que veía gigantes en los molinos de viento, yo vi un príncipe Azul en la
humanidad de Ernesto. Sólo era un contacto más de mi lista y punto. Ahora tengo
mucha rabia, ya que yo fui la culpable de todo y me decía a mí misma que nunca
debería haberlo puesto a prueba. Hay cosas que una no debería de plantear jamás
a nadie. Al final me quedé más sola que la una, pues nada más acabar con mi
joven amigo, me sentí la persona más vacía del mundo. Estuve toda una semana
debatiendo conmigo misma si había hecho lo correcto o no, sin saber nada de
Ernesto, nada más que lo que él quería que supiera, o sea cuatro párrafos
copiados de algún poeta o cantante, seguramente que irían dirigidas a cualquier
amiga, que a mí ni fu ni fa, para qué nos vamos a engañar, y de nuevo me acordé
de una frase muy bonita y llena de esperanza que había leído en Conviviendo con
mi otro yo que decía.- La vida es un acordeón y el amor, el aire que lo
expande.- La cual me hizo reflexionar bastante, así que después de estar varios
días vagando por ahí, una fuerza interior me hizo ver más allá de la realidad,
y de nuevo me aferré a mis cuentos. Aquellos que escribo para mis nietas y que
cuando vienen les leo y les digo que ellas son las protagonistas y se ponen tan
contentas. De esa manera le hablé de Iris, que vivía en una nube y que bajó a
la tierra para buscar a su amado. Entonces lo vi claro, ¿cómo no me había dado
cuenta antes? Lo tenía frente a mis ojos y hasta ese momento no me di cuenta.
Rápidamente abrí mi ordenador, me metí primero en facebook, cuando en la
bandeja de entrada tenía varios mensajes de mis seguidores, pero el que más me
sorprendió fue uno que decía ser un admirador secreto de mis relatos y se
ofrecía a ser mi Ernesto, ¡guau! No podía creerlo, por eso decidí seguir con
mis avatares….
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