sábado, 4 de enero de 2014

AVATARES EN LA RED.-22º (LA REALIDAD)




Cuando llegué a casa, después de poner orden a todo, abrí mi ordenador y me metí en facebook y lo primero que encontré fueron estas palabras que alguien había colgado. Me quedé perpleja. Parecían que me estaban esperando y me sentí completamente identificada con ellas. Rápidamente las copié y las guardé: “En la India se enseñan las “Cuatro Leyes de la Espiritualidad” La primera dice: “La persona que llega es la persona correcta” es decir que nadie llega a nuestras vidas por casualidad, todas las personas que nos rodean, que interactúan con nosotros, están allí por algo, para hacernos aprender y avanzar en cada situación. La segunda ley dice: “Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido.” Nada, pero nada, absolutamente nada de lo que nos sucede en nuestras vidas podría haber sido de otra manera. Ni siquiera el detalle más insignificante. No existe el: “si hubiera hecho tal cosa hubiera sucedido tal otra…” No. Lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado, y tuvo que haber sido así para que aprendamos esa lección y sigamos adelante. Todas y cada una de las situaciones que nos suceden en nuestras vidas son perfectas, aunque nuestra mente y nuestro ego se resistan y no quieran aceptarlo. La tercera dice: “En cualquier momento que comience es el momento correcto.” Todo comienza en el momento indicado, ni antes, ni después. Cuando estamos preparados para que algo nuevo empiece en nuestras vidas, es allí cuando comenzará. Y la cuarta y última: “Cuando algo termina, termina.” Simplemente así. Si algo terminó en nuestras vidas, es para nuestra evolución, por lo tanto es mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar ya enriquecidos con esa experiencia.”- Después se las envié a Ernesto junto a unas palabras mías.- Esto no lo he escrito yo, pero me identifico totalmente, ¿sabes? Feliz Año Nuevo.- Al momento me contestó.- Me dejas un sabor amargo. Intuyo tristeza en tus palabras. ¡Ay, si yo te contara...! Yo si que tengo verdaderos motivos para estar triste. Pero bueno, la vida continúa.- Con el corazón roto le escribí las palabras más sinceras de mi vida.- Te quiero y porque te quiero no voy a volver con él nunca. Lo dejé cuando te conocí y para mi no existe otro hombre más que tu. Todas las noches pienso en ti y te beso en la boca y te abrazo en mis pensamientos, de tal manera, que hasta lo vivo porque soy capaz de escenificar cada imagen, incluso cuando recuerdo mi infancia en la playa del Chorrillo corriendo en la orilla con mis hermanos, oigo el ruido de las olas. Eso es algo que tan sólo unos cuantos privilegiados podemos hacer, y para ello se necesita mucha concentración y yo gracias a Dios he logrado. Lo vengo practicando desde niña y ahora lo consigo con mucha facilidad, te quiero.- Le di a enviar y apagué mi ordenador. Me senté y empecé a llorar como nunca. La nostalgia invadió mi alma recorriendo mi cuerpo todo entero dejándome rota y destrozada, lo mismo que cuando murió mi hermana pequeña, que en su último aliento se agarró a mí con la desesperanza del susto escrito en su cara. Nunca en mi vida me había sentido tan triste y desolada, ni siquiera cuando mi madre me dijo adiós con la mirada, ni cuando mi padre, sin darse cuenta se fue con ella, tampoco cuando mi hermana la mayor, dormidita y sonriendo nos dejó. Esta vez fue diferente a todas las idas hacia la muerte. Era como si apagaras una luz de repente y me quedara a solas y a ciegas. Lo mismo que de pequeña, en el pasillo de mi casa jugaba con mis hermanas a la gallinita ciega. Así me sentí yo, perdida entre tinieblas y sin comprender la verdadera razón de mi error. Empecé a llorar como una niña chica y las lágrimas afluyeron a mi rostro como una cascada de lágrimas. Cayeron sobre las teclas de mi ordenador igual que los versos de aquella poesía rota, que como ellas, salieron de lo más profundo de mi corazón: “Me encuentro sola, vacía, sin nada… Tan sólo la memoria, y una vela casi apagada… Tengo una mesa y una silla, y en la pared hay colgados dos retratos. Si señor, dos retratos. Uno de cuando mis padres, ¡qué guapos! Se casaron. El otro de toda la familia, ¡cuántos hermanos! De cuando estaba tan unida por los vínculos de la sangre… Sangre no corrompida… ¡Qué fuerte madre mía! Y mirándolos un buen día, sentía cómo se me iba la vida buscando la armonía entre la realidad y la fantasía…- Nunca en mi vida me había sentido tan triste, cuando de repente empecé a recordar mi vida en Ceuta, y aferrándome a mi infancia eché mano de la fantasía que tanta falta me hacía y que me había salvado de las garras de la tiranía...

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