martes, 10 de diciembre de 2013

AVATARES EN LA RED.- 8º (UN VIRUS EN INTERNET)




No, no es verdad. Estuve toda la noche pensando en Ernesto, ¡no me lo podía quitar de la cabeza! Tenía una rabia tan grande que los virus se apoderaron de Internet enredándome la cabeza. Quería convencerme que había hecho lo correcto. Estaba dispuesta a pasar página y olvidarme de él de una vez por todas y seguir chateando con quien me diera la gana. ¿Qué más quisiera yo? Pero por mucho empeño que ponía en borrar todas sus palabras, más se me clavaban en el alma, sobre todo después de haber vivido tan linda historia de amor a través de Internet. Me puse a llorar desconsoladamente pensando en el por qué me había engañado, yo que me había entregado tanto, ¡más de mil besos le escribí en el Chat! Sin contar con la pasión que ponía en mis frases. Sentía tanta lástima de mí que me daban ganas de tirar el ordenador por la ventana conmigo incluida. Estaba ya harta de tanta hipocresía, ¡mentiroso del demonio! ¿Qué te has creído que puedes jugar con mis sentimientos? ¡Falso, más que falso! Había llegado a un punto en mi vida que aguantaba lo justo y necesario, ya sabéis, a los hijos y a los nietos, por que a los maridos ni lo más mínimo. Siempre he tenido muy mala suerte con los hombres, ¡malísima! No sé por qué, pero la mayoría me dejan tirada. Quizás yo tuviera la culpa, no lo sé, seguramente es que cuando era niña no era muy agraciada, la verdad era feilla, pecosa y canija, pero mi madre siempre decía que tenía mucha salero hablando, y de ese modo me defendía, pero luego en la adolescencia seguía igual. Una vez fui a un guateque, de esos que dábamos en casa y me tiré toda la santa tarde sentada por que ningún chico me sacaba a bailar, ¡lo pasé fatal! Yo sola ahí viendo a las demás chicas bailar tan acaramelados todos, ¡me cachis la mar! Menos mal que de jovencita me espabilé un poco haciendo alarde de la gracia que decía mi madre, y de ese modo me camelé unos cuantos chicos, pero la verdad, no me gustaban ninguno. Bueno, no quiero adelantar acontecimientos, tan sólo quiero dar una explicación del por qué quise eliminar a Ernesto de mi vida, pues soy una mujer muy entregada y quiero recibir lo mismo. Eso de que en la Biblia pone que cuando te den un bofetón pongas la otra mejilla, ¡ni hablar del peluquín! Eso no está hecho para mí, por que yo quiero recibir lo mismo que doy, lo siento, me he vuelto muy egoísta desde que pasé de los cincuenta. Antes tenía muchos complejos y lo pasé fatal, sobre todo en mi juventud, pero ya llevo mucho tiempo que me siento estupenda y soy la dueña de mis actos y de mi vida y no pienso consentirle a nadie que me haga el más mínimo daño, no señor y si Ernesto se ponía chulito, lo mando a paseo y me quedo tan pancha, ¡vaya! No se me ocurrió que podría estar enfermo en cama o que estuviera ocupado con sus hijos, pues tanto él como yo éramos abuelos y a veces surgen contrariedades, ya se sabe, pero me había vuelto muy exigente y egoísta. Sólo pensaba en mí, en mi dolor, sin pararme a pensar que yo también podría haberle daño, un daño irreparable, ¡ay Dios mío! Que he metido la pata, ¡seguro que he vuelto a meter la pata! Si ya lo decía mi madre desde que era muy niña, sobre todo por que derramaba la leche de vaca, ¡era tan atrevida! Cogía el cazo y lo vertía en el vaso hasta arriba, ¡hala, cachetazo que te crió! Pues sigo lo mismo, que no me paro a pensar y me dejo llevar por los demonios que tengo dentro cuando me invade la desconfianza. Y así estuve toda la santa noche, ¡madre mía qué noche más mala! Las lágrimas empezaron a inundar mis ojos y finalmente me dormí y entre sueños y pesadillas, se me ocurrió pensar que Ernesto me habría eliminado, y de esa manera, lo primero que hice al levantarme, fue abrir el Face  y ahí que había unos cuantos mensajes de él. El corazón empezó a latirme de prisa y corriendo y lo primero que vi fue una fotografía llenitas de flores de nuestro jardín, El Jardín Primero, donde bajo una luna iluminada nuestras bocas se encontraban. Deslicé el ratón y leí sus palabras, todas llenas de humildad explicándome el por qué no me pudo ni chatear ni llamar. Me puse a llorar como una tonta. Apenas podía leer las frases que destellaban tanto amor, vida mía, tanta verdad que te enaltecían, amor mío… Yo creí que me iba a echar en cara lo mal pensada que era, pero no, tan sólo me dijo que había estado enfermo con fiebre. Me quedé sin habla, muda… ¡Ay Ernesto de mi vida! ¿Qué hubiera dado yo por estar a tu lado, corazón mío…? Con tus manos en la mías, tu cabeza en mi regazo, los dos unidos en un abrazo. Tenía un nudo en la garganta al pensar que estuvo solo metido en cama sin nadie que le hiciera compañía. Lo siento mi amor, lo siento, te ruego que me perdones. Se lo dije gritándole, escribiendo íntimas y secretas palabras que me salían del alma, de tal manera que mis lágrimas se mezclaron con las redes sociales y…Y ahora resulta que estoy llorando, no sé por qué me preocupo si soy fuerte como un álamo, quizás esté equivocada… Ernesto mío yo no soy mala, tan sólo una mujer enamorada… Señor mío, líbrame de todos los demonios que llevo dentro… ¡Aléjame de ellos! Dame paz y cordura, y llena mi vida de amores secretos, esos que alimenta mi alma, y dejo a la merced del viento…Te quiero…


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