jueves, 5 de diciembre de 2013

AVATARES EN LA RED.- 5º (PÁNICO EN EL FORO)




Ese sentimiento mío tan bello y bonito, fogoso y fresco al mismo tiempo, ese sentimiento era lo que yo más había anhelado sentir en mi vida. Y con Ernesto empecé a tener tantas emociones controvertidas, que aún sabiendo que ya no me contestaba con tanto deseo, a mí me importaba un bledo, por que se convirtió en el hombre que yo más quería. Sentía una impotencia que me dominaba, me amargaba y me irritaba de tal manera que hasta el alma se me sublevaba. Era una rabia contenida que me embargaba de los pies a la cabeza arrasándome toda entera. Me estaba fulminando con sus continuas evasivas cuando le decía que era el amor de mi vida. Era como si aún no se lo creyera al verme tan hermosa en mis fotografías. Últimamente le bombardeaba con ellas a ver si así caía y me mandaba una del momento, pero ni con esas, siempre se hacía el tonto, con lo cual se lo comenté a una amiga mía y me dijo que lo más seguro era que se encontrara gordo viejo y calvo, cosa que para ser sincera, me echaba para atrás, aún así yo sentía una pasión inaudita en mí por no poder tocar sus manos, ni abrazarlo ni besarlo. Era como una enfermedad maldita que no sé por qué me tocó vivirla a través de Internet, como si fuera una mala estrella que hubiera nacido conmigo, sabiendo que algún día sucumbiría en sus brazos…Estaba tan obsesionada con él, que tan sólo el pensar que estuviera chateándose con alguna otra mujercita tonta como yo del foro, ya me daban ganas de tirarme para su cuello y ahogarlo. Nada más que pensarlo, se me revolvía el estómago y los demonios que llevaba dentro salían a través de las redes sociales como si fueran avatares malignos. El caso es que cuantos más mensajes nos intercambiábamos, más lo sentía dentro de mi corazón, embargándome el alma de tal manera que me estaba quemando por dentro. ¡Ay Dios mío! Me decía para los adentros, ¿me estaré volviendo loca? ¿Será que ya voy para mayor y las cabezas con la edad se entontecen?  No, no, para nada, por que si fuera así no estaría tan cuerda cuando razono, ¡yo qué sé! Lo único que tenía claro era que me había enamorado por Internet y que Ernesto estaba en la otra punta y que no se entregaba como yo a él. Así que tuve que volver a echar mano de mis dotes de estrategia y le escribí unas letras que ardieron hasta las teclas.- Quisiera apagar éste fuego que me está quemando por dentro…escríbeme tan sólo un beso, y te juro amor mío que te lo devolveré muy lento, derramando todos mis sentimientos a golpes de versos.- Era tal el ímpetu que yo ponía en mis frases que no tuvo más remedio que contestarme enseguida, y cuando leí sus palabras, mi corazón empezó a latir tan fuerte que pensé que se me iba a salir del pecho.- Quisiera darte todo eso que tú ansias. Seria como llevar a cabo la obra maestra de mi vida... ¡Oh Dios, cuántas cosas nos perdemos! ¿Y qué tenemos? Esta herramienta que nos comunica y una mente soñadora, ávida de aventuras interminables... Soñar en la utopía, pero, al menos tenemos eso. La capacidad para crear nuestra propia historia y moldearla a nuestro antojo. ¿Quién nos va a privar de eso, quién? ¡Eh! Nadie. Solos tú y yo, vulnerando todas las leyes del Universo. Por eso, te quiero mi vida.- Me quedé sin aliento. Yo que pensaba que ya no le interesaba, que tan sólo era un contacto más en su lista de amistades. ¡Qué contenta madre mía…! ¡Qué felicidad más grande! A partir de entonces empecé a confiar un poco más en él y seguimos compartiendo fotografías, pero como siempre, las de él del año la nana. Yo ya no sabía cómo inducirle a que hiciera lo mismo que yo y lo machaqué a fotazas mías a cuál más bonita. Para eso me repintaba, me arreglaba y posaba como si fuera una verdadera modelo, siempre en la calle o con algún amigo mío jovencito con los brazos echados por los hombros. No sé por qué, pero lo único que yo quería darle a entender era que estaba de muy buen ver, en una palabra, ¡muy buena! Una vez me dijo que tenía un cuerpo escultural y me dio una alegría que sólo las mujeres maduritas sentimos en lo más profundo de nuestro ser. Realmente no sé por qué tenía ese afán de que viera que no era un espantajo, y lo único que conseguía era alejarlo más de mí, pues por sus contestaciones tan huidizas, me di cuenta de que el pobre se sentía abrumado y pensaría que yo estaba fuera de su alcance, ya que si era verdad que no se gustaba en el espejo, estaría haciendo deporte a troche y moche para finalmente quedarse echo un querubín y mostrarme lo tío cachas que estaba hecho o de lo contrario, esperaba eclipsarme con sus sutilezas y apasionadas palabras, cosa que era lo que realmente me había llegado al estado más puro de mi alma. Era tan romántica e ilusa que me conformaba con soñar en aquellos instantes de mi vida. Para ser sincera, había llegado a un momento crucial, en que me lo creía todo y como tal, le contestaba yo con párrafos llenos de poesías. Así que seguimos con lo nuestro y de vez en cuando se dejaba caer con otra foto, esta vez en bañador, ¡vaya por Dios! Estaba rodeado de un grupito de amigos en la playa, toda llenita de chinos gordos que me recordaron la de mi tierra, pero lo peor no era eso, si no que estaba hecho un canijo perdido, más flaco que un gato muerto hambre y encima parecía un pavipollo, ni era un niño ni un hombre, con la cara llenita granos y un leve bigotillo, de esos que tanto coraje me daba ver en los adolescentes de mi época, que todavía recuerdo de la academia particular, cuando tenía catorce años, que para que nos diéramos cuenta las chicas que ya se afeitaban llegaban a clase llenitos de tiritas, tirándose toda la tarde con ellas colgando de un hilo con una manchita rosilla, por lo cual deduje que tendría unos quince años, ¡me dieron ganas de mandarle una de mi primera comunión! Claro que entonces se daría cuenta del trasfondo de mi mensaje y para enmascarar el asunto le envié una del colegio donde aparecía subida en una silla con el mapa de España detrás de mí, pues yo con mucha gracia sonreía al fotógrafo, mientras que con el puntero señalaba una ciudad que me había dicho el maestro. Entonces tendría unos cinco añitos. No sé si se daría por aludido o no, el caso es que me envió una con unos veinticinco años fumando y con el pecho al descubierto, el pelo todo revuelto y tenía una sonrisa y una mirada llena de picardía que me perdió para siempre. Era de lo míos, por que a mi me gustaban los hombres así de chulos, ¡madre mía lo que me gustó! Me enamoró al momento y me dije a mí misma que tarde o temprano sería mío para siempre, ¡no pensaba renunciar a él! ¡Éste ya no se me escapaba! Ahora tenía en mente cómo atraparlo, ¡era un verdadero reto para mí! Se presentaba una batalla difícil de ganar pues tendría que utilizar la palabra ya que era el único medio de comunicación que teníamos, y como por experiencia sabía que algunos hombres se les entra mejor por abajo que por arriba, utilicé el método del apasionado objeto del deseo, ya que a la mayoría les gusta y se enredan de tal manera que cuando quieren darse cuenta ya están ante el altar…Claro que ese no era mi objetivo, por que en esos momentos de mi vida yo no era libre ni tampoco la dueña de mi vida, pero si de mis actos y de mis palabras. Por eso y nada más que por eso no volví a insistir en que me mandara fotos y por unos días tan sólo chateábamos sin más, y poquito a poco me hice con el control de sus emociones llevándole al terreno más sugerente de la palabra escrita con arte y elegancia, pero con pizcas de chispas que saltaban hasta por las redes sociales, saliendo los avatares descontrolados perdidos, pues ya se sabe que en las conversaciones entre internautas, la frialdad es tan latente que congela la más sólida de las relaciones humanas. Así que me dediqué a implicarle en la situación barométrica de mi cuerpo, echando mano del tiempo ya que era invierno y hacía un frío que pelaba. Cuando llegaba de la calle le escribía temblorosas letras dejando entrever la doble intención de mis palabras, y de eso modo me lo iba camelando. Más tarde utilicé una artimaña donde la coquetería femenina era mi fuerte. Me hice una foto sentada con las piernas cruzadas, insinuando más que mostrando, donde unos muslos demoledores lo elevaron a la cúspide del cielo. Y estando yo tan contenta imaginando la cara que pondría al verme tan hermosa, me contesta con una foto. Antes de abrir el mensaje estaba pensando que por fin iba a ver su cara y su cuerpo del momento y ya me estaba regodeando cuando me llevé la sorpresa más grande de mi vida. Era una foto de cuando hizo la mili. ¡Madre mía, de cuando hizo la mili! Entonces era obligatoria. Éste niño no tenía remedio, la verdad es que me estaba preocupando, ¡jolines! No había forma de que se diera cuenta, así que de muy mala manera empecé a mirarla por encima cuando algo me llamó la atención. Llevaba puesto el uniforme de soldado color garbanzo, fajín verde, fez rojo y una capa blanca orlando al viento. ¡Me dio un vuelco el corazón! ¡No podía dar crédito a mis ojos! Me puse toda nerviosita perdida y las lágrimas inundaron mi rostro. Apenas podía ver el teclado, hasta que empecé a llorar compulsivamente. Empecé a gritar con todas mis fuerzas. Se enteraron todos los internautas conectados de lo que era un desgarro de verdad. Se intercaló mi llanto paralizando hasta los quebrantos de los gritos que estaba dando en el chateo con mi amado. Fueron tan eufóricas mis exclamaciones que se interpolaron entre las teclas y se bloquearon todas las redes sociales. Hubo un apagón universal y por momentos el pánico en el foro fue mundial. Todos mis gritos llegaron a sus oídos como si me estuviera oyendo de verdad. Sé que lo sintió, estoy segura que lo sintió por que, enseguida me preguntó qué me ocurría. Sabía que era rápida y le extrañaba mi tardanza. Poco a poco me fui calmando volviendo la cordura a mi ser, y cuando me quedé sin lágrimas, pude contestarle con algo de tranquilidad. Me vino a la mente mi padre. Yo tenía una foto igual de mi padre desfilando. Mi padre era militar. Mi tierra se presentó ante mí como si la estuviera viendo de verdad. Le dije que era caballa, que había nacido en Ceuta. Ahora el que se quedó atónito fue él. Enmudeció. El silencio hizo que las redes volvieran a funcionar dejando a los avatares a la merced del tiempo. Ernesto era de Ceuta. Los dos habíamos nacido allí y habíamos dejado nuestra tierra casi con la misma edad, él con quince y yo con catorce. Yo salí en mil novecientos sesenta y seis, Ernesto al año siguiente, ¡éramos paisanos! Hasta ahora no nos habíamos dado cuenta. ¿Cómo era posible que se cruzara en mi camino? Parecía algo sobrenatural, como si fuera obra divina…


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