sábado, 21 de diciembre de 2013

AVATARES EN LA RED.- 15º (RED DE MENTIRAS)




Si, era demasiado tarde para unir nuestros destinos. Estaba convencida. Cada día lo tenía más claro. A partir de aquella carta, la mayoría de los internautas estaban al loro de nuestra relación, y cada vez que me ponía a escribir, el silencio se hacía eco de las redes sociales. Incluso recibí algunas solicitudes de amistad de hombres que sin saber cómo, se habían enterado de la famosa cartita. Acepté a algunos, pero cuando me escribían de manera indecorosa, los eliminaba de un tajo. No sé cómo, pero la carta dio mucho que hablar y durante una semana no se comentaba otra cosa que no fueran “los amantes que se veían a escondidas”. Esto de las redes sociales es un mundo donde a la menor de cambio te lanzan proposiciones indecentes. Debe ser del énfasis que puse en mis palabras y los relatos. A veces me dedicaba a hablar con mis avatares y hasta contigo, amor mío... Yo estaba dormida hasta que tú me despertaste Ernesto, mi querido Ernesto. Ahora me siento muerta, lo mismo que la montaña de nuestra tierra, esa que parece una mujer tumbada. Tu eras como el monte Hacho, ese monte tan fuerte y tan bravo, que desde lejos mimabas mi canto. Luego te convertiste en el Faro, el que ilumina con su haz de luz a todos los barcos perdidos en alta mar. Yo estaba perdida en un desierto de arenas movedizas donde el caminar cada día, se me hacía lento e insoportable para acabar en tierras pantanosas. Estaba en un mar de dudas, cuando de repente las luces del Faro de Ceuta iluminaron mi camino. Fuiste mi salvavidas. Me sacaste de aquellas aguas embravecidas, donde las olas me sacudían violentamente y cuando sentí que me oprimían, me lanzaste aquél clavel, ¿te acuerdas? Me aferré a la rama y salí como si fuera una princesa encantada. Si, encantada por tus palabras. Las palabras más seductoras, que una soñadora como yo podría oír en aquellos momentos. Los peores momentos de mi vida donde respirar era un esfuerzo sobrehumano. Y cuando me llamaste por teléfono sentí la magia del sonido de tu voz. Pura magia para los oídos. Por eso estoy aquí, mi amor, metida en unas redes de mentiras, donde cualquiera puede entrar arrasando con todo el poder que tiene la avariciosa maldad. No estaba dispuesta a ceder a ello y lo mismo que Laura Esquivel con su novela “Como Agua para Chocolate” supo impregnar de sentimientos sus recetas culinarias, yo tenía que hacer todo lo posible por inyectar mis pasiones en cada relato, de manera que la historia fuera tan creíble, que hasta el más incrédulo de los mortales la estuviera viviendo en sus propias carnes. Estaba tan entusiasmada con el proyecto que entre los mismos internautas se rumoreaba que un nuevo Julio Vernes estaba a punto de nacer, irrumpiendo con sus avatares en las redes sociales, adelantándose al futuro. Incluso hubo muchos que se pusieron a copiar y pegar cada relato en sus carpetas privadas para fotocopiarlos después como suyos. Otros simplemente se liaron a escribirlo a mano para que pareciera más creíble, incluso los firmaban. Empecé a recibir mensajes anónimos advirtiéndome de que ya me estaban plagiando. Cosa que no me preocupaba lo más mínimo, porque desde un principio firmé un contrato con una prestigiosa editorial a la cual, según escribía, enviaba con mi firma a pie de página, además de un poder notarial en caso de plagio. Aparte, siempre me guardaba un As en la manga, cambiando alguna frase. De repente se colapsaron las redes sociales. El pánico cundió entre los chateadores que estuvieron compartiendo cada palabra que escribía en Internet. No imaginaban que una, en estos menesteres fuera tan cauta y estuviera tan bien asesorada por los mejores abogados del mundo y expertos en la materia. El caso es que desde que escribí aquella famosa carta a Ernesto, contándole la historia de los dos amantes que se veían a escondidas, me llovieron las solicitudes de hombres jóvenes y no tan jóvenes, comentándome que les encantaban mis relatos y que me seguían a rabiar. Otros lo ponían por las nubes, resaltando el estilo y la pasión que había en ellos. La mayoría me preguntaban si era historias verídicas o simples fantasías. Los más avispados se dedicaron a escribir verdaderas declaraciones de amor, dándome a entender que se habían enamorado locamente de mí. Algunos me enviaban ramos de flores, otros poesías y los caraduras, me tiraban los tejos de tal manera que si no fuera por la distancia de la red seguro, seguro que me escalabraban. Hasta un antiguo pretendiente se atrevió a decirme que siempre le gustó mi estilo. La verdad es que me sentía aturdida, porque al único hombre que yo deseaba era Ernesto, y no quería saber de nadie más. Un muchacho al que le llevaba dieciocho años, se empeñó en acosarme de tal manera que tuve que eliminarlo y bloquearlo. Era muy pesado, además es que los chicos más jóvenes que yo, siempre me han parecido muy aburridos. No me interesan para nada. Por venganza se dedicó a escribir a todos sus contactos que ese tal Ernesto seguía chateándose con mujeres más jóvenes hasta altas horas de la madrugada, y lo único que quería era jugar conmigo para llegar a algo más… Con puntos suspendidos como dejando entrever una duda indescriptible, que hasta la más incauta pensara mal. Tanto es así que yo misma me hacía mil preguntas, sobre todo cuando veía siempre una mujer nueva con un me gusta bajo lo que él colgara. Quizás fueran los celos éstos que heredé de mi madre, aparte de los pajaritos. Tenía tal incertidumbre que pensaba tirar la toalla y decirle a Ernesto que deberíamos dejar a un lado nuestra relación. No le veía futuro ninguno, además cada día lo sentía más alejado de mí. Presentía que ya no me quería como al principio y eso me desconcertaba mucho. Necesitaba constantemente que me recordara que estaba ahí para mí, aún sabiendo que es agotador estar tan pendiente. Reconozco que soy muy acaparadora e irracional. Últimamente, cada vez que lo veía conectado, siempre tenía que dar yo el primer paso. Parecía que le estuviera pidiendo limosna, la verdad, no me gustaba para nada. Debe ser por la educación que he recibido, esta tan anticuada, en la que la mujer ha de ser más recatada, ¡yo qué sé! Y mira que soy atrevida y aventurera, pero algo en mi interior me decía que Ernesto no jugaba limpio conmigo. Fue en su último mensaje, cuando le pregunté por qué la señora Z seguía mis relatos, ¡jolines con la señora Z! No me la podía quitar de encima. Me dijo que procuraba no mencionar el tema con ella.- ¿Por qué? Si no tienes nada que ver con ella.- Apenas nos vemos y cuando coincidimos hablamos de cómo nos va la vida, no sé cómo demostrarte que no estoy con ella.- No me convenció para nada. Creo que en esta conversación hay algo que no me cuadra del todo. Porque eso de que procuraba no hablar del tema, me daba a entender que estaban juntos, y si estaban juntos, ¿qué pinto yo aquí? Lo mejor que hacía era desaparecer del mapa lo antes posible. Lo mismo que me enamoro locamente, me desenamoro con la rapidez del trueno, con tal que siento que me puedan hacer daño. Gracias a Dios que tengo unos mecanismos de defensa que me protegen ante el dolor. Por eso dejé a ese que yo llamo el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Ese que ha estado toda la vida persiguiéndome por caminos intransitables para conseguir un abrazo pasional y al que cedí por amor. Ese que dos días antes de ver la realidad con mis propios ojos, me estaba comiendo la oreja con que “sin ti me muero” y a los dos días me dejó tirada como un perro. Ahí fue cuando se me cayó la venda y hasta ahora. Y ahora me persigue por las calles, me busca por todas partes y me acosa… Ya es demasiado tarde porque ya no lo quiero. Ahora que he conocido a Ernesto y me ha salvado de las manos del cruento. Por eso no quiero perderlo y me aferro a su cuello con desespero. Quizás lo esté ahogando y se sienta obligado, o es que haya ido tan lejos que ahora no sabe salir de este entramado. Así que se lo pondré lo más fácil posible. No me gusta obligar a nadie a quererme. Mañana pienso escribirle otra carta diciéndole que antes me gustaría conocerlo, darle un beso y hasta luego…

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