AVATARES EN LA RED.- 15º (RED DE MENTIRAS)
Si, era
demasiado tarde para unir nuestros destinos. Estaba convencida. Cada día lo
tenía más claro. A partir de aquella carta, la mayoría de los internautas
estaban al loro de nuestra relación, y cada vez que me ponía a escribir, el
silencio se hacía eco de las redes sociales. Incluso recibí algunas solicitudes de
amistad de hombres que sin saber cómo, se habían enterado de la famosa cartita.
Acepté a algunos, pero cuando me escribían de manera indecorosa, los eliminaba
de un tajo. No sé cómo, pero la carta dio mucho que hablar y durante una semana
no se comentaba otra cosa que no fueran “los amantes que se veían a
escondidas”. Esto de las redes sociales es un mundo donde a la menor de cambio
te lanzan proposiciones indecentes. Debe ser del énfasis que puse en mis
palabras y los relatos. A veces me dedicaba a hablar con mis avatares y hasta
contigo, amor mío... Yo estaba dormida hasta que tú me despertaste Ernesto, mi
querido Ernesto. Ahora me siento muerta, lo mismo que la montaña de nuestra
tierra, esa que parece una mujer tumbada. Tu eras como el monte Hacho, ese
monte tan fuerte y tan bravo, que desde lejos mimabas mi canto. Luego te
convertiste en el Faro, el que ilumina con su haz de luz a todos los barcos
perdidos en alta mar. Yo estaba perdida en un desierto de arenas movedizas
donde el caminar cada día, se me hacía lento e insoportable para acabar en
tierras pantanosas. Estaba en un mar de dudas, cuando de repente las luces del
Faro de Ceuta iluminaron mi camino. Fuiste mi salvavidas. Me sacaste de
aquellas aguas embravecidas, donde las olas me sacudían violentamente y cuando
sentí que me oprimían, me lanzaste aquél clavel, ¿te acuerdas? Me aferré a la
rama y salí como si fuera una princesa encantada. Si, encantada por tus
palabras. Las palabras más seductoras, que una soñadora como yo podría oír en
aquellos momentos. Los peores momentos de mi vida donde respirar era un
esfuerzo sobrehumano. Y cuando me llamaste por teléfono sentí la magia del
sonido de tu voz. Pura magia para los oídos. Por eso estoy aquí, mi amor,
metida en unas redes de mentiras, donde cualquiera puede entrar arrasando con
todo el poder que tiene la avariciosa maldad. No estaba dispuesta a ceder a
ello y lo mismo que Laura Esquivel con su novela “Como Agua para Chocolate”
supo impregnar de sentimientos sus recetas culinarias, yo tenía que hacer todo
lo posible por inyectar mis pasiones en cada relato, de manera que la historia
fuera tan creíble, que hasta el más incrédulo de los mortales la estuviera
viviendo en sus propias carnes. Estaba tan entusiasmada con el proyecto que
entre los mismos internautas se rumoreaba que un nuevo Julio Vernes estaba a
punto de nacer, irrumpiendo con sus avatares en las redes sociales,
adelantándose al futuro. Incluso hubo muchos que se pusieron a copiar y pegar
cada relato en sus carpetas privadas para fotocopiarlos después como suyos.
Otros simplemente se liaron a escribirlo a mano para que pareciera más creíble,
incluso los firmaban. Empecé a recibir mensajes anónimos advirtiéndome de que
ya me estaban plagiando. Cosa que no me preocupaba lo más mínimo, porque desde
un principio firmé un contrato con una prestigiosa editorial a la cual, según escribía,
enviaba con mi firma a pie de página, además de un poder notarial en caso de
plagio. Aparte, siempre me guardaba un As en la manga, cambiando alguna frase.
De repente se colapsaron las redes sociales. El pánico cundió entre los
chateadores que estuvieron compartiendo cada palabra que escribía en Internet.
No imaginaban que una, en estos menesteres fuera tan cauta y estuviera tan bien
asesorada por los mejores abogados del mundo y expertos en la materia. El caso
es que desde que escribí aquella famosa carta a Ernesto, contándole la historia
de los dos amantes que se veían a escondidas, me llovieron las solicitudes de
hombres jóvenes y no tan jóvenes, comentándome que les encantaban mis relatos y
que me seguían a rabiar. Otros lo ponían por las nubes, resaltando el estilo y
la pasión que había en ellos. La mayoría me preguntaban si era historias
verídicas o simples fantasías. Los más avispados se dedicaron a escribir
verdaderas declaraciones de amor, dándome a entender que se habían enamorado
locamente de mí. Algunos me enviaban ramos de flores, otros poesías y los
caraduras, me tiraban los tejos de tal manera que si no fuera por la distancia
de la red seguro, seguro que me escalabraban. Hasta un antiguo pretendiente se
atrevió a decirme que siempre le gustó mi estilo. La verdad es que me sentía
aturdida, porque al único hombre que yo deseaba era Ernesto, y no quería saber
de nadie más. Un muchacho al que le llevaba dieciocho años, se empeñó en
acosarme de tal manera que tuve que eliminarlo y bloquearlo. Era muy pesado,
además es que los chicos más jóvenes que yo, siempre me han parecido muy
aburridos. No me interesan para nada. Por venganza se dedicó a escribir a todos
sus contactos que ese tal Ernesto seguía chateándose con mujeres más jóvenes
hasta altas horas de la madrugada, y lo único que quería era jugar conmigo para
llegar a algo más… Con puntos suspendidos como dejando entrever una duda
indescriptible, que hasta la más incauta pensara mal. Tanto es así que yo misma
me hacía mil preguntas, sobre todo cuando veía siempre una mujer nueva con un
me gusta bajo lo que él colgara. Quizás fueran los celos éstos que heredé de mi
madre, aparte de los pajaritos. Tenía tal incertidumbre que pensaba tirar la
toalla y decirle a Ernesto que deberíamos dejar a un lado nuestra relación. No
le veía futuro ninguno, además cada día lo sentía más alejado de mí. Presentía
que ya no me quería como al principio y eso me desconcertaba mucho. Necesitaba
constantemente que me recordara que estaba ahí para mí, aún sabiendo que es
agotador estar tan pendiente. Reconozco que soy muy acaparadora e irracional.
Últimamente, cada vez que lo veía conectado, siempre tenía que dar yo el primer
paso. Parecía que le estuviera pidiendo limosna, la verdad, no me gustaba para
nada. Debe ser por la educación que he recibido, esta tan anticuada, en la que
la mujer ha de ser más recatada, ¡yo qué sé! Y mira que soy atrevida y
aventurera, pero algo en mi interior me decía que Ernesto no jugaba limpio
conmigo. Fue en su último mensaje, cuando le pregunté por qué la señora Z
seguía mis relatos, ¡jolines con la señora Z! No me la podía quitar de encima.
Me dijo que procuraba no mencionar el tema con ella.- ¿Por qué? Si no tienes
nada que ver con ella.- Apenas nos vemos y cuando coincidimos hablamos de cómo
nos va la vida, no sé cómo demostrarte que no estoy con ella.- No me convenció
para nada. Creo que en esta conversación hay algo que no me cuadra del todo.
Porque eso de que procuraba no hablar del tema, me daba a entender que estaban
juntos, y si estaban juntos, ¿qué pinto yo aquí? Lo mejor que hacía era
desaparecer del mapa lo antes posible. Lo mismo que me enamoro locamente, me
desenamoro con la rapidez del trueno, con tal que siento que me puedan hacer
daño. Gracias a Dios que tengo unos mecanismos de defensa que me protegen ante
el dolor. Por eso dejé a ese que yo llamo el perro del hortelano, que ni come
ni deja comer. Ese que ha estado toda la vida persiguiéndome por caminos
intransitables para conseguir un abrazo pasional y al que cedí por amor. Ese
que dos días antes de ver la realidad con mis propios ojos, me estaba comiendo
la oreja con que “sin ti me muero” y a los dos días me dejó tirada como un
perro. Ahí fue cuando se me cayó la venda y hasta ahora. Y ahora me persigue
por las calles, me busca por todas partes y me acosa… Ya es demasiado tarde
porque ya no lo quiero. Ahora que he conocido a Ernesto y me ha salvado de las
manos del cruento. Por eso no quiero perderlo y me aferro a su cuello con
desespero. Quizás lo esté ahogando y se sienta obligado, o es que haya ido tan
lejos que ahora no sabe salir de este entramado. Así que se lo pondré lo más
fácil posible. No me gusta obligar a nadie a quererme. Mañana pienso escribirle
otra carta diciéndole que antes me gustaría conocerlo, darle un beso y hasta
luego…
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