Me encontraba en un
mar de dudas. No sabía qué hacer ante tantos comentarios, sobre todo desde que
una señora me escribió en privado, que a ella la habían dejado tirada y encima
sin avisar. Y eso era lo que más temía que me hiciera Ernesto, así que decidí
enviarle un mensaje acerca de mis dudas para que me diera su opinión, a lo cual
me dijo que pensaba lo mismo que esa mujer, añadiendo además, que había un gran
abanico de alimañas en las redes sociales que se alimentaban de las incautas.
No sé por qué me dio mala espina y ni corta ni perezosa, le rogué que me diera
una razón convincente para ser el único y verdadero hombre de mis sueños. No
volvió a escribirme. Todavía lo estoy esperando. ¡Dios mío, me ha engañado! Me
sentía utilizada. Ahora me doy cuenta de la cantidad de insectos que pululan
por las redes sociales. Son unos chupas sangres. Aún así, yo seguía confiando
en él. No sé por qué pero pensaba que tenía un motivo de peso para no decirme
nada. Es muy listo. Me estaba poniendo a prueba. Creo que espera mi reacción. A
estas alturas de nuestra historia ya parece que lo estoy conociendo un poco. No
sé por qué, pero tenía la sensación de que me estaba echando un pulso. Un pulso
al amor. Así que si quería jugar conmigo al gato y al ratón se iba a enterar
bien quién era quién. De repente me sentí como una gata salvaje, y si éste
quería un duelo de frases, aquí estaba yo dispuesta a jugarme la honra. No
pensaba ponérselo fácil, pues si él en su momento, se atrevió a escribirme
aquellas ardientes palabras, haciendo alarde de tío machote, ahora se iba a dar
cuenta de lo que vale una mujer madura, y que no se corta un pelo a la hora de
decir todo lo que se le apetezca. Me quedé tan pancha, más a gusto que un
marrano en un charco. Un silencio sepulcral se adueñó de Internet. Los
internautas que estaban chateando pararon de teclear. La expectación era total.
La gente se preguntaba qué era lo que iba a escribir esta señora. Se suponía
que era una decente y recatada mujer de su casa, ¡claro que lo soy! pero lo que
es, es y punto. En una palabra, que estoy viva, y no estaba dispuesta a perder
al hombre de mis sueños. A esta altura de mi vida paso un poco, ¡qué digo poco!
¡Paso mucho de dimes y diretes! Que luego cuando me dejen en la cajita, a nadie
se le va a ocurrir hacerme compañía, así que a lo mío. Yo sabía que estaban
todos los avatares enredándose entre los internautas, dando información por
todas las redes sociales, y los comentaristas estaban al loro, así que le mandé
unas cuantas estrofas que lo iba a dejar caos.- Quisiera pasar tan sólo una
noche entera contigo, y susurrarte al oído las frases más frescas ardientes y
bellas que salgan de mi cabeza, recorrer tu cuerpo todo entero con mis labios…
desde los pies hasta tu boca… pero antes quisiera, sentarme sobre tu vientre,
bailando un tango lentamente… despacio, muy despacio para que sintieras cada
movimiento de mis caderas, y supieras cómo te deseo, y de qué manera… ¡y ahora
piensas lo que quieras ja, ja, ja…! – Lo dejé caos. Los puntos suspendidos eran
como insinuantes. ¡Ay qué risa tengo! ¡Éste se creía muy listo! Y lo que no
sabe es que está perdido. Me decía para mis adentros, completamente convencida.
Estaba segura de que se estaba haciendo el importante, por que seguía como si
yo no existiera, ¡qué enterado es! Me estaba poniendo de los nervios. ¿Qué se
habrá creído? ¿Qué no me doy cuenta de todo? ¡Qué risa me da! A lo mejor le era
indiferente, no, no me creía para nada que le fuera indiferente, ¡claro que no!
¡Lo tenía pillado! Estaba segura de que cuando leyera mi mensaje, ya no podría
vivir sin mí, lo que pasaba es que me tenía miedo. ¡Sí, sí! Mucho miedo. Pero
yo sé que era mi esclavo, ¡vaya si lo sé! Ernesto no quería reconocerlo porque
seguía teniendo mucho miedo. La verdad es que hasta yo misma me estaba creyendo
lo que pensaba, no sé si para conformarme, o para darle fuerza a su amor. Me
estaba hartando tanto mutismos, ¡jolines! Me daban ganas de mandarlo a paseo,
¡vamos! De escribirle poniéndolo de vuelta y media, así que ni lo pensé y le
envié éste mensaje.- ¡Todavía estoy esperando tu contestación! – Nada. Mudo.
Parecía que se lo había comido la tierra.- Le escribí otro.- ¿Se puede saber
qué te ocurre? – Me contestó con tres palabras.- No te creo.- Vaya, ya era
hora. Lo sabía. Sabía que no se podía creer que yo me pudiera enamorar de él.
Quizás es que no se gustaba ante el espejo, y jamás pensaría que una mujer como
yo de buen aspecto, querría estar con él en la cama. Ernesto no se daba cuenta
de que a mi lo único que me enamoraba era el carácter y no la imagen, claro que
me gustan los hombres guapos, no lo voy a negar, pero francamente es que ya
había llegado a un punto de que pasaba de esas tonterías. Antes me gustaban
todos. Los rubios, los morenos, pero aparte de eso es que quería estar con ellos,
¡pues no me conformaba con menos! Pero en este momento de mi vida, me llena más
la persona que hay dentro de cada uno y él seguía en sus creces, así que volví
a escribirle.- Pero, ¿por qué no me crees? Si yo te amo, ¡te lo juro por Dios,
y por todos los santos! Dime cariño mío, ¿qué debo hacer? ¡Te juro por mi vida
que te quiero! Que no puedo vivir sin ti y que por ti muero... Al fin lo
convencí, al menos eso creía yo, pero como era un hombre tan realista y con los
pies en el suelo, me lanzó un reto.- Si tanto me quieres, ¿por qué no te vienes
a vivir conmigo? - Ahí me quedé sin saber qué decir. Me pilló con las manos en
la masa...
No hay comentarios:
Publicar un comentario