domingo, 13 de enero de 2013

LA FAROLA DE PISA.-

Farola que alumbras en la Plaza de Matías Prats del Zoco, ¿te acuerdas de aquellas mañanas de invierno, cuando me sentaba a tu lado para abrocharme los patines? Siempre estabas ahí tranquila y derecha, sobre todo dispuesta a iluminarme en las noches oscuras. Juntas planeábamos las vueltas que daría a tu alrededor. Eran momentos tan míos, que me sentía como una verdadera artista patinando en la pista. Nunca podré olvidar esos ratos tan agradables, y, ¿cuándo me compré los primeros patines en línea? Como me mirabas… Recuerdo que di vueltas alejándome de ti, que por cierto no te gustó nada, y te enfadaste un poco conmigo, pero enseguida comprendiste cuando te dije que necesitaba aprender sobre patines Online. Eran los más novedosos, además los jóvenes se quedarían con la boca abierta… Aceptabas todo lo que te decía y qué feliz y orgullosa cuando hacía el ángel, ¡cómo me iluminabas! Tus haces de luz nunca me faltaron. Reconoce que te gustaba verme patinar, ¿verdad? Sobre todo cuando me sentaba a tu lado ¡cómo me cuidabas! Siempre alerta de que no se fundiera tu bombilla, a veces los enamorados te apagaban sin piedad… Otras, los niños pequeños, guiado por la curiosidad, abrían la puerta donde guardabas tus cosas, pero lo que peor llevabas eran cuando los perros alzaban la pata a tu lado. Eso te molestaba un montón, ¡cuántas diabluras que tú soportabas con cariñosa paciencia!
Farola, Farola mía, cuando evoco aquellos momentos me invade una añoranza…
Y ahora te veo ahí, caída, apenas sin luz, casi levantada del suelo… Nadie te endereza… Los patinadores colocan sus conos cerca de ti para que le puedas alumbrar, y tú sigues ahí, inerte como eres, desnuda… ¡Cómo me gustas! Adornas tanto la plazoleta, que siempre luces bella…
No sabes cuanto me duele que alguien te mire con desdén. Yo sé de tu pena, por que en el fondo, querías ofrecer mejor aspecto, ¡qué sabrá la gente…! Recuerdo que una vez me levanté con ganas de patinar, era domingo y la emprendí contigo. Llamé a toda la chiquillería que me seguían como si yo fuera una monitora. Las niñas no paraban de dar vueltas a tu alrededor con las manos agarradas a tu cuerpo fuerte y esbelto. Te estaban mareando. Las muy ufanas, creyeron que se iban a salvar, ¡qué ilusas! Se cayeron casi todas al suelo, ¡por Dios, la que se armó! Te indignaste porque una madre dijo que la culpa la tenías tú por estar en medio. Al momento las alejé de ti patinando hacia otra parte. Yo no hacía más que mirarte y lanzarte piropos, ¡qué linda está mi Farola! ¡Qué preciosidad de cuerpo! Es mi Farola humilde y acogedora. Cada trozo de ella tiene algo de mí… Farola, Farolita mía, tú sabes de mis alegrías y de mis penas, ¿te digo un secreto? Todos los patinadores te están comparando con La Torre de Pisa, así que no te sientas menos que ella. Las chicas que se sientan a tu lado, te miran y sonríen para sus adentros. Son todas muy guapas y los chicos, ni te cuento, se lo pasan bomba coneando a tu alrededor. ¡Ay Farolita mía! Te veo tan lejana que parece como si hubiera pasado una eternidad, aunque esto lo arreglo en un momento escribiendo éste cuento…

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