Había una abuela sentada en la mecedora bebiendo agua del
botijo, al cual había puesto un pañito de croché en la boca ancha, y lo miraba como diciendo:
- Ya no te entrarán ni mosquitos ni moscardas.
Él la miraba tan presumido desde su platito de cerámica,
la mar de bonito. Tiene un pitorrito muy chiquito que vuelca todas sus
intimidades con un chorreoncito de lo más fresquito, dejando la mente despejada
y abierta.
Había en la pared de enfrente una jaula dorada donde vivía
un canario de lo más lindo, con el cuerpecito igualito que una pelotita de
espuma, blanda y amarilla, y un tupé modernísimo repeinado y muy tiecesito, que
siempre estaba trinando piuliro, piuliro, piuliro.
Despertaba a todos los de la casa antes del alba, el muy
pillo, y cuando la abuela limpiaba su casita escapaba volando, volando, y entre
vueltas y revueltas, daba una voltereta hacia rejas y macetas, enredándose en
medio de las plantas, y de un saltito llegaba al mismo borde del platito, donde
bebía el agua que rezumaba del botijo, llegando a ser muy amiguitos.
Una plácida mañana que picoteaba por su lado, el botijo le
confió el secreto mejor guardado, que hasta ahora siempre había disimulado, comportándose como un
buen botijorrote, y le dijo
- Soy homosexual o gay, y esto es lo que hay.
- ¡Ah! ¿Sí? Bueno, yo, en fin, a mi me da lo mismo, verá, que
no me importa
- Menos mal que ya se puede decir, porque antes no se podía ni
oír.
- Di que sí, amigo mío, pío, pío
- Si, pero no te puedes imaginar lo que me ha ocurrido
- Cuenta, cuenta...
- Se lo he confesado a mi novia, La Botija, y le ha sentado fatal,
llamándome fraude de la Alfarería,
y no sé por qué, pues antes de ayer, era el Botijo más guay del patio.
- ¡Qué antigualla, la muy recatada!
- Y eso que me decía lo mucho que me quería, que era el Botijo
más tolerante y echao palante, y el más chulo que ninguno, pero cuando ha oído
la palabreja, se ha quedado con la boca abierta.
- ¡Vaya con la
Botijarrita! Y a ti, ¿qué más te da?
- Es que me ha gritado en el patio, delante de todas las
Macetas que era un grandísimo Botijón.
- ¡Y se las daba de moderna y comprensiva! ¡Qué Botija más
mala! ¿Qué has hecho entonces?
- Pues rompimos nuestra relación, ¡menos mal que se lo he
dicho!
- ¡Ni que fueras un bicho! Pío, pío y pío.
- No, tan sólo soy homosexual, y la verdad es que me da igual,
pero ahí no queda la cosa.
- ¡Ah! ¿no?
- No, por que se lo conté a mis amigos, los Tiestos, y se
quedaron anonadados perdidos, y poco a poco me dieron de lado.
- ¡Jolines con los Tiestos! ¡y se daban de muy modernos!
- Y después se lo dije a mi hermano, y me ha mirado de arriba
abajo con un descaro exagerado, con un mohín en el pitorro de chulo y enterado.
- ¡Menudo Botijorro que es tu hermanito! Pío, pío, pío…
- Pero mi hermana me dio un cachete en la panza con una sonrisa
en la boca ancha, y guiñándome el pitorrito, me ha dicho que me quiere de igual
modo.
- ¡Menos mal que hay alguien que comprende! Se nota que es de
porcelana fina, fina…
- Si, pero cuando se lo dije a mi padre, que es un Cántaro de
lo más antiguo que hay, me puso de patitas a la calle
- ¡Menudo Cántaro que está hecho tu padre!
- Menos mal que mi madre se puso de mi parte.
- Es una buena Jarra, y seguro que santa, santa.
- Si que es verdad, y una buena esposa. La pobre se ha puesto a
llorar conmigo, y mandándome callar, me ha relatado con todo detalle su
historia, ¡con pelos y señales!, ¡desde que nació hasta ahora!
- Y ¿has tenido la paciencia de escucharla?
- Si, más de dos horas, porque soy un incondicional, pero
francamente, me ha sentado fatal.