lunes, 5 de diciembre de 2016

QUE DIOS ME JUZGUE.- (MICRORRELATO)



¿Por qué lloras mujer? ¿Qué te pasa? Cuéntame de tu pena y llanto y ya verás que el dolor compartido no pesan tanto…¡Ay Dios mío! No sé qué hacer, me encuentro abatida, no sé qué hice mal…me duele el alma, tengo el corazón roto y hay días que la tristeza me supera… Los meses pasan y estoy en un constante sin vivir, pues desde que me separé, mi hija no me trae a las niñas para que las vea…Pero aquí estoy yo para cuando ella quiera, total no se lo tomo en cuenta, ¡qué le vamos a hacer! Espero que algún día recapacite y piense en el daño que me está haciendo y la perdonaré, soy su madre…Yo vivía en un pueblo de Sevilla precioso junto a mis padres y hermanas. Somos cinco chicas y dos chicos y siempre hemos estado muy unidos. Mis padres ya son mayores, pero aún se valen por sí mismos, además mis hermanas viven cerca de ellos, menos yo…Gracias a sus esfuerzos todas estudiamos y acabado buenas carreras. Siempre fuimos muy responsables. Yo estudié economía y desde que cumplí la mayoría de edad he trabajado y todavía sigo…qué sería de mí si no…Me casé con un muchacho muy majo, después de diez años de noviazgo. Nos conocimos en el instituto. Teníamos veinticinco años los dos, y juntos emprendimos la aventura de vivir en Algeciras, ya que tenía un hermano allí y lo animó para poner un negocio entre los dos, así que hice las maletas y allá que nos fuimos. Estaba tan enamorada que no veía más que por los ojos de él…El primer año de casada fue el más bonito de mi vida, y cuando nació nuestra primera hija nos volvimos locos de alegría…al siguiente año otra nena, y cuando menos lo esperaba, llegó el niño por sorpresa. Total que me junté con tres hijos, lo cual dio un giro de noventa grados a mi vida…A partir de entonces todo cambió para mí, o quizás es en la convivencia de una pareja cuando se trastoca la realidad…Mi realidad, porque mi marido, a pesar de ser un buen hombre, trabajador como nadie en el mundo, honrado y fiel esposo, sólo se dedicaba a trabajar para potenciar el negocio. Estaba desde que amanecía hasta que anochecía en su oficina, y cuando llegaba a casa era tan tarde que apenas teníamos vida de amantes, y menos de padre para sus hijos, pues mientras los niños eran chicos iba sola a todas partes. Jamás vino con nosotros a la playa, ni siquiera un domingo. No paseábamos nunca todos juntos…Si ya de muy jovencito era poco dado a los bailes, o estar en pandillas como todos los jóvenes de mi generación, ahora con los años peor. Era lo que se decían por entonces, un chico raro, y ahora aún más, y aunque no era una desgraciada en toda regla, tampoco me sentía feliz, y si no hubiera sido por los chicos no sé hasta dónde habría aguantado…Mis hijas estaban preciosas, sacaban buenas notas y el chico lo mismo. Por ese lado me sentía muy orgullosa y cuando ya no me necesitaban tanto, invertí en un hotel en pleno centro de la ciudad y poco a poco empecé a ganar un dinero y contraté a varias camareras de habitación…De esa manera me iba liberando un poco de mis preocupaciones y emociones, menos los fines de semanas que las chicas empezaron a salir con sus amigas y amigos, lo normal con esas edades tan bonitas y me encontraba muy sola. Jamás podría decir que nos faltara nada, pues económicamente todo iba viento en popa, además que también compartía una parte del negocio de mi marido y cuñado, y de ese modo íbamos marchando, en cambio mi matrimonio no tanto, pero me acostumbré a fuerza de años compartidos con un hombre que nació para trabajar, y se olvidó del amor…Así estuve durante más de veinte años hasta que enfermó…Fueron ocho años de entrar y salir del hospital, y la mayoría del tiempo que estaba en casa, en la cama. Lo cuidaba como si fuera un niño pequeño, estaba pendiente de las medicinas y de su cuerpo que tenía que hacerle todo…Tuvimos que dormir en camas separadas. Fueron diez años sin relaciones de marido y mujer y él cada vez más egoísta y caprichoso…Gracias a Dios, que después de varias operaciones fue reponiéndose, pues hubo varios momentos que creíamos que se le iba la vida…Durante toda su enfermedad, mis hijas se casaron, y me hicieron abuela de dos niñas preciosas la chica, y la mayor de un niño guapísimo, y mi hijo opositando para bombero. Me incorporé en mi trabajo, pues mientras cuidaba a mi marido, delegué un poco el cargo a mi primogénita, hoy en día mi mano derecha…Cuando mi marido sanó, de repente le cambió la mentalidad. Es posible que fuera porque se había visto en las puertas de la muerte, el caso es, que ahora sólo quería salir de noche y divertirse como si tuviera la edad de nuestro hijo…y ahí empezó el dilema…En un principio no me importaba demasiado, pero no es lo mismo tener cincuenta años que veinte y la verdad, a veces me molestaba esa música marchosa y ruidosa, así que en varias ocasiones le dije que se fuera solo. Otras veces cedía, pero siempre me sentía fuera de lugar, no estaba a gusto. En el fondo, pensaba que pronto se le pasaría, pues el pobre había padecido mucho durante tanto tiempo postrado en la cama. Creía que sería algo pasajero, pero no, todo lo contrario…Cambió tanto que parecía que estaba viviendo en un mundo surrealista…Empezamos a discutir todos los fines de semana, de tal manera que me dijo que me hiciera a la idea de que tenía dos jóvenes en casa. Entonces mi hijo tenía diecisiete años y él se sentía igual, con muchas ganas de salir y entrar…Mis hijas se compadecían de él, sobre todo la chica, que siempre me había visto una mujer fuerte, y a su padre el más débil, y ahora que parecía su hermano en vez de su padre, más, sobre todo, desde que lo vio tan enfermo…Así estuvimos cinco años, los peores de mi vida, hasta que de pronto, una noche que volvía de mi trabajo me dijo que cada uno por su lado…Y por eso estoy aquí…Se quedó con la casa que es enorme para él solo, y con todo lo que había en ella, comprado con nuestro sudor, menos la vajilla que me la habían regalado mis padres y demás familiares cuando nos casamos…Hice la maleta y me compré un apartamento y llevo viviendo sola dos años y sin salir a la calle, nada más que para mi trabajo... En estos momentos estamos de juicio, en un tira y afloja por los dichosos dineros. A mí me da igual que se haya quedado con el piso, pues al fin y al cabo, será para mis hijos que es lo que quiero más en éste mundo, lo demás no me importa. No quiero nada de la casa, sólo deseo vivir en paz, ya he sufrido bastante. Se me han pasado los mejores años de mi juventud criando a mis tres hijos sola, y aunque nunca nos ha faltado un plato de comida en la mesa, siempre hubo un vacío en mi interior…Lo mejor de nuestro matrimonio han sido mis tres hijos, que los adoro como sólo una madre siente en su corazón, y ahora tengo la pena más grande del mundo, y es la de no poder ver a mis nietas, ni abrazarlas, ni siquiera darle un beso de abuela…Mi hija lleva dos años sin mirarme a la cara y sin traerme a las niñas que las quiero con locura…Espero que algún día lo entienda y se dé cuenta de que no tengo la culpa de nada, pues aunque cuando me separé ya no estaba enamorada de su padre, me duele que sin haber terceras personas por parte de ninguno de los dos, ella siga pensando que yo tenía que seguir a su lado de cualquier manera, aguantar hasta que se le hubiera pasado la ventolera, y lo que nunca le he dicho, es que su padre me dijo que me fuera…Ella siempre me vio fuerte y a su padre débil…Estoy esperando el divorcio, y a Dios le pido cada día que me ayude y me de fuerzas para seguir adelante…Tengo la mirada triste. He estado encerrada en casa deprimida y llorando hasta ahora…Hace seis meses que una buena amiga vino a verme y sacarme de éste infierno. Gracias a ella me encuentro algo mejor. Ahora salgo, me arreglo más y de vez en cuando nos vamos al cine, otras veces a cenar y luego a bailar a salones para nuestra edad. Tengo cincuenta y cinco años y pienso pasar página, dar carpetazo, aunque soy ya bien mayorcita, tengo toda una vida por delante, y un buen hombre que me mira como a la mujer de sus sueños…Es un buen amigo que me aconseja y me está ayudando mucho a ver la vida de otra manera, que todo no se acaba con un divorcio, que eso es lo de menos…Sé que se está enamorando de mí, pero yo aún no estoy preparada para una nueva relación, y por eso he decidido echar mis lágrimas al viento y que Dios me juzgue…pues sólo Él podrá retenerme ya…



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