domingo, 8 de diciembre de 2013

AVATARES EN LA RED.- 7º (FLUJOS Y REFLUJOS)


Si, Ernesto y yo regresamos al mundo real. Atrás quedó aquella cita llena de encanto, donde cada día hacía un maravilloso repaso a golpe de teclado, imaginando historias de besos y abrazos. Estaba perdidamente enamorada de sus frases siempre llenas de encanto y aunque últimamente me desconcertaba que no estuviera tan pendiente de mí, me auto conformaba pensando que estaría muy ocupado. El caso es que le dije que tenía muchas ganas de oír su voz. Quedó que me llamaría al otro día. Mentira cochina. Me dejó plantada como una maceta. Estuve toda la tarde sin salir esperándolo y cuando se lo dije ni siquiera se dignó en contestarme. Lo tenía claro. Creo que Ernesto me estaba engañando con otra mujer, y como yo no soy persona de estar comiéndome la cabeza con la más leve sospecha, se lo manifesté en toda su cara. ¡Por Dios, que ya no tenía quince años! No estaba dispuesta a que nadie volviera a jugar con mis sentimientos, bastante he pasado ya para que ahora venga un desconocido y se ría en mis propias narices. No lo pensaba permitir ni consentir, así que sin más preámbulos me enfrenté a él, a lo que me contestó rápidamente que no pensara mal, que no me olvidaba ni de día ni de noche y que estaba muy enamorado de mí. ¡Qué falso y embustero! Como si yo fuera una estúpida, y ahora que lo pienso, si, soy una idiota, imbécil y tontorrona. No tenía arreglo. No lo puedo remediar. Me lo creo todo. Cualquier hombre me puede engatusar en sus redes, y más en éstas, donde no se ve al tío en particular. Quizás es que estuviera a falta de amor verdadero y bonito. Había pasado muchas penalidades en mi vida real para encima tener que aguantar más de lo mismo. Me había liberado de todos los perjuicios enfrentándome a la sociedad, echando por la borda dimes y diretes. Ahora, con sesenta y un año, no estaba dispuesta a sufrir lo más mínimo, y menos por Internet. Así que me propuse olvidar a Ernesto de una vez por todas. Para eso empecé desde un principio. Repasé nuestro primer encuentro y caí en la cuenta de que eran como dos hombres diferentes, pues no se parecían en nada el primero con éste último, más apagadito. No podía comprender el por qué no me llamó esa tarde. Siempre fuimos muy sinceros el uno con el otro. No teníamos nada que perder. La verdad es que era una estupidez el seguir chateándonos sin necesidad, sobre todo en un medio tan amplio donde hay gente por un tubo deseosa de amistad o sepa usted qué, el caso es relacionarse con alguien. Era una pérdida de tiempo el que nos engañáramos, a no ser que se le hubiera ido de las manos y el pobre Ernesto se sintiera obligado por la pasión que yo ponía en mis palabras cuando chateábamos. La verdad es que estaba desbordada de amor y como no soy mujer que se guarde las cosas, si no, todo lo contrario, ¡hala! Que las echo al viento como si me estorbaran dentro. Francamente no puedo reprimir mis sentimientos y necesito expresarme, ya me guardé bastante todos los secretos que fui acumulando durante tantos años. Esta mañana caminando no sé por qué se me metió en la cabeza que Ernesto no me llamaba por que la primera vez no era él, si no un amigo más joven, por que esa voz tan rotunda y clara, con ese desparpajo, no sé… parecía más como si tuviera unos treinta años, ¡ay Dios mío! Me habían utilizado. Estoy segura de que eran dos hombres diferentes. Éste último no se parecía en nada al primer hombre que me solicitó. Ni siquiera sus frases eran iguales. A mi me gustaba el primero, el atrevido y valiente, si, sí, el malote, ¿qué hacemos? Me gustan un poco pícaros, y ése era el auténtico hombre que me enamoró. Estoy convencida de que estaba mandado por el verdadero Ernesto, que sería el típico solitario, tímido y pazguato. Por eso no me llamaba. Sabía de antemano que reconocería su voz al instante, ¡Dios mío! ¡Cómo es posible que no me hubiera dado cuenta antes! ¡Claro! Si ya me lo dijo una de mis amigas del Chat, que en las redes hay muchas engañifas. ¡Tonta, tonta y más que tonta! Empecé a llorar desconsoladamente y mientras mis lágrimas resbalaban por mi cara, el aire se las llevaba entre las teclas para que todos los internáutas las escuchara… Ernesto de mi alma…Te conté mis secretos, todos imperfectos y llenitos de pecado… Me descarné enterita porque confiaba en ti, y cuando menos lo esperaba te alejaste de mi. Te diste la vuelta amor mío… Me quedé sola y despojada por tu puñalada trapera matando la confianza que tenía en ti… Eras mi amado corazón mío, creía que te habías enamorado de verdad. Eras mi paño de lágrimas, mi leal compañero. Contigo chateaba sin vergüenza ni complejos mis incoherencias…Yo te quería y te admiraba, casi te idolatraba, y por esa puñalada que no me esperaba, me quedé sin palabras y sin amado… Ya no siento nada, ni odio siquiera, tan sólo me queda una gran indiferencia…




No hay comentarios:

Publicar un comentario