martes, 17 de diciembre de 2013

AVATARES EN LA RED.-13º (SOLICITUDES SOSPECHOSAS)




Estaba loquita de contenta, me encontraba tan feliz que no paraba de cantar y bailar lo mismo que cuando tenía quince años. Estaba viviendo una verdadera historia de amor, la historia que yo misma me había inventado. Duró menos que canta un gallo. Estuve toda la noche deseando que llegara el día para ver qué me había dejado mi amado. Cada vez que abría la ventana del ordenador, allí que aparecía una flor o una bella fotografía donde los personajes casi siempre era una pareja abrazada. Estaba dispuesta a decirle cuánto lo quería, cuando en lo alto apareció una solicitud de amistad. Últimamente estaba siendo muy requerida por señoras extranjeras. Durante unos días me bombardearon con solicitudes amistosas a las cuales aceptaba sin remisión. No pertenecían a mi ámbito social, ni a mis grupos de caballas, ni al de los deportistas. Lo que más me extrañaba era que todas tenían un amigo en común. Ernesto. Me resultaba muy sospechoso. Ya hacía un par de semanas que lo estaba observando pero no le di importancia hasta ese día, no sé por qué pero me mosqueó bastante. Aún así me fui a andar. Hacía un domingo espléndido de sol. No me pude quitar a esa mujer de la cabeza en toda la santa mañana, porque lo mío no era unas mosca tras la oreja, era un tábano. Estaba deseando volver para averiguar quién era y qué tenía que ver Ernesto en todo esto, porque rebobinando unos días atrás, caí en la cuenta de que eran las mismas que likaban un me gusta, cuando Ernesto colgaba algunas frases ingeniosas de famosos filósofos, o bellas fotografías de ciudades de España. Seguía siendo muy sospechoso. Empecé a investigar por mi cuenta y cada vez me gustaba menos. Estaba clarísimo. Ernesto no es que fuera un mariposón, no. Era un don Juan que es aún peor. Peor que un buitre, o un casanova. Que se te cruce un Don Juan en la vida es lo peor que le puede ocurrir a las mujeres que siguen soñando con príncipes encantados. Son terroríficos y demoledores. Éstos acaban con las plagas de sueños románticos. Son unos verdaderos asesinos de mentes llenas de pájaros. Se limitan a coger su escopeta y no dejan ni uno vivo. No estaba dispuesta a que matara mis pajaritos. Yo tenía un millón volando por mi mente infantil, los había heredado de mi madre, y mi madre para mí era sagrada. No lo pensaba permitir. A la izquierda de mi ordenador estaba Ernesto con el semáforo en verde. Yo no quería preguntarle nada. Siempre he pensado que una mujer tenía que darse a valer no demostrando tanto interés por un hombre. Así me he tirado buena parte de mi vida, haciendo todo lo contrario de mi verdadera manera de ser, como si mostrarse tal cual fuera algo deshonroso y queda una como más interesante, ¡menuda estupidez! Mandé a freír espárragos todo enjuiciamiento. Ernesto seguía conectado. No lo pensé un instante. Fui al grano y a bocajarro le lancé la pregunta sobre dichas señoras. Al momento me pidió sus nombres.- X y Z.- Le respondí. Haciéndose el tonto me contestó que eran amigas suyas.- ¿Qué tienen que ver conmigo? ¿Por qué ese interés hacia mi persona? - Lo pillé desprevenido. Me contó una historia para no dormir sobre X.- ¿Y Z?- Z y él eran amigos desde hacía más de veinte años.- Como antes me dijo que X vivía en la otra punta del mapa, me quedé más tranquila, pero cuando me dijo que Z vivía a una hora de su casa, la verdad, me reboté bastante, ¡madre mía lo que me entró por el cuerpo! ¡Todos los demonios del firmamento! Dios mío, otra vez me dio por comerme el coco. Reconozco que soy una mujer muy débil. Estoy llena de flaquezas. No sirvo para esta realidad donde prima tanta mentira y falsedad. Dicen las malas lenguas que en las redes sociales abundan hombres que abusan de niñas, y aunque yo hacía muchísimo tiempo que dejé atrás la niñez, en cosas del corazón me quedé allá, muy lejos… Al momento le mandé un mensaje.- Ernesto, perdóname corazón mío, pero no quiero sufrir más, lo siento, así que te dejo el campo libre.- Al momento recibí su contestación.- Como quieras, no me das otra opción y tampoco me dejas que te explique. No quiero insistir ni forzar nada. Eres tu la que has decidido romper y yo me siento impotente porque no puedo hacer nada.- Rápidamente le escribí rabiosa.- Vamos Ernesto, que ya soy muy mayorcita y no me creo para nada que no te acuestes con ella y eso me rebota bastante ¿sabes? - Como siempre, me contestó con doble intención. Es muy listo, sabe mucho y continuamente me estaba poniendo a prueba, como para saber hasta dónde podía llegar yo.- Puedes pensar lo que quieras, pero te equivocas. ¿Y por qué he de acostarme con ella?- Lo que yo decía, otra cosa no tendré pero las cazo al vuelo, éste es un Don Juan, pero lo que no sabía él era que yo no estaba dispuesta a ser su doña Inés, ¡hasta ahí podríamos llegar! Y ésta fue mi reacción, ya que quería saber, lo dejé boquiabierto.- ¡Porque estás vivo tío! Tienes que tener necesidades sexuales o ¿No? Además que yo lo haría y punto. Me daría un buen revolcón si estuviera en tu situación, ¡solo! ¿Te enteras? Me pongo en tu lugar y aunque hubiera roto con mi pareja y somos buenos amigos, de vez en cuando tendríamos una cita. No pasa nada. Hoy en día es muy normal. A ver si te has creído que una persona es de hielo. Todos los órganos del cuerpo tienen su misión, o es que te crees que el floripondio está ahí tan sólo para hacer pis, ¡jolines!- No lo pude remediar. Reconozco que me pasé un rato en mi contestación. Estaba rabiosa perdida. Había llegado a un punto de mi vida que no me cortaba un pelo ante nada, ni con nadie. Se acabaron para mí todas las trabas burocráticas. Me daba igual lo que pensara. Esto era lo que había y así era yo. No pensaba ocultar nunca más mi verdadera personalidad, además me gustaba, me quería y me encontraba feliz y contenta. Demasiado tiempo estuve haciendo el papel de una mujer ajena a mí, sin expresar mis verdaderos sentimientos, y todo por quedar como una dama. Tiré por la borda a la dama y salvé a la auténtica mujer que había en mí. Ernesto se quedó patidifuso. No se esperaba esta sarta de metralla.- Jajajá, ¡menuda mujer! Pero bueno, no me gusta forzar a nadie a hacer lo que no quiere. Tú decides lo que vas a hacer y yo lo respetaré, ¿qué te puedo decir? - ¡Que me quieres, que no estás con ella y que te mueres por mis huesos! – La historia con ella ya se acabó. Daría cualquier cosa por poder demostrarte lo que siento. Las ganas que tengo de ti.- Caí rendida a sus pies. Me dejó caos, no lo puedo remediar. Otra vez lo volvió a hacer. Sus últimas palabras me fulminaron. Al momento nos enviamos varias fotos donde los besos y abrazos se retorcían como verdaderos amantes. Éramos como dos niños intercambiando nuestros cromos. Esa noche dormí como una bendita. Al otro día me fui a comprar los regalos para mis hijos y mis nietos. Ya mismo llegaba la Navidad y no quería demorarlo más. Apenas pude conectarme con Ernesto en todo el día. Lo había echado mucho de menos. Era ya casi de noche cuando lo saludé. Se desconectó. Ni siquiera me dijo un te quiero. Me puse muy triste. No sé por qué el día de antes se mostró tan cariñoso y hoy tan frío. No entiendo éstos altibajos. Me descontrolan y me hacen pensar mal. Las redes sociales estaban colapsadas. Los internautas no paraban de hacer comentarios jocosos sobre nuestra relación. Me dediqué a eliminar a todas las mujeres que antes había aceptado. Bloqueé a las que pudieran tener acceso a mí. Ernesto seguía sin aparecer. No sabía ni qué pensar. Quizás estaba enfadado conmigo por no haber contactado con él en todo el día. Me hacía mil reproches. Empecé a recibir información por parte de gente que no sabía ni que existían, comentándome que tuviera cuidado con Ernesto. Algunas mujeres dejaron caer en las redes que ese tal Ernesto se chateaba de madrugada con una mujer y sus conversaciones dejaban mucho que desear. Había comentarios de todo tipo. Me acosté muy triste, con ganas de llorar. No pude conciliar el sueño. Me abatí entre dudas. De nuevo me puse en posición fetal. Cerré mis ojos buscando el rostro de mi amado en una fotografía que había colgado al principio de nuestro encuentro en Internet. Me encantaba esa foto, donde aparecía mucho más joven y coqueteaba con la cámara. Tenía una expresión en los ojos de juegos libidinosos y en la sonrisa aparecía un millón de picardía. Me aferré a esa foto hasta que conseguí que se girara hacia mí y me viera el rostro. Me eché a su lado y acerqué mis labios a su cuello, susurrándole palabras íntimas y secretas que tan sólo se dicen cuando una está muy enamorada. Acaricié cada recoveco de la fina piel de su oreja hasta que se me ahogaron las palabras. Fui dando órdenes aterciopelando cada sentido de su cuerpo, allanando el camino a seguir. Tenía manos de pianista. El mejor pianista con dedos ágiles y sabios sobre el teclado. Se desorbitaron todas las letras de móviles y ordenadores, menos la G, que se hizo con el mando desde los bajos, dirigiendo la orquesta con la batuta en sus manos. Las trompetas se alzaron dejando caer sus resoplidos al libre albedrío del avatar. Las cantantes del coro gritaron Aleluya, Aleluya en un grito de libertad, mientras yo, seguía arqueándome de manera que pudieran verme desde todos los puntos de éste gran escenario imaginario, cuando, de repente, el pianista arremetió con furia sobre el teclado y en todas la redes sociales se pudo oír: Loco, loco, locooo… Era la canción de Pablo Alborán... Mi canción, la que tanto me gustaba y que no me cansaba de oír… Los internautas se trastornaron sin saber qué quería decir eso. A qué venía tanto concierto, estaban anonadados. No sabían ni qué decir, ni qué pensar de ésta orquesta descomunal. Durante un buen tiempo, los creadores de los correos electrónicos se liaron a buscar a los intérpretes de tan extraña situación. Los comentaristas estaban desconcertados, no sabían a qué atenerse, nadie sabía nada. Quizás unos de los personajes de la novela “Los Hermanos Kamarazov” de Fiódor Dostoyevsky, del mismo nombre y amigo mío, se haya percatado que todo éste engranaje es el umbral de los avatares. Poco a poco las teclas empezaron a funcionar con normalidad. De nuevo la imaginación volvió a traspasar los límites de la realidad, transportándome al momento de la verdad, si aquella verdad que yo escondía y que todavía Ernesto desconocía…

No hay comentarios:

Publicar un comentario