sábado, 14 de diciembre de 2013

AVATARES EN LA RED.-11º (ESPIONAJE TRAS LA RED)




Si, me pilló desprevenida. No esperaba que Ernesto se sintiera verdaderamente atraído por mí hasta el punto de querer pasar el resto de su vida a mi lado. Francamente, no me lo podía creer del todo. Lo que en un principio empezó como un juego entre dos personajes de ficción, poco a poco fue cobrando fuerza de tal manera, que ya no sabía distinguir la fantasía de la realidad. Yo misma me estaba engañando y enredando en un mundo de ensueño, sumergiéndome en aventuras fantásticas y llenas de pasión que me hacían latir el corazón de nuevo, renaciendo de todas esas heridas que, desde muy jovencita, había sufrido por el amor de un chico que me dejó… Si, mi primer amor. Aquél que duele más que ninguno, y donde todos los sentimientos se engrandecen. Me abandonó por otra dejándome una herida mortal. Yo ya conocía ese sufrimiento y cómo dolía. Entonces tenía catorce años. Era pura y sincera. Pasé un verdadero calvario. Tenía la sensibilidad a flor de piel y cualquier desaire me dolía en lo más profundo de mi alma, además era muy celosa. Tenía unos celos tremendos, y cuando veía que alguna niñata flirteaba con mi chico, le cogía una manía horrorosa, ¡vamos que la odiaba con todas las fuerzas de mi corazón! Al final cuando me dejó hecha una piltrafa, me invadió una desolación que no se la deseo ni a mi peor enemiga, ¡lo pasé fatal! Bueno, bueno, si yo os contara… Estaba llena de tristeza. Daba penita verme. Me quedé canija perdida, flaca, flaca. Menos mal que el tiempo todo lo cura y la herida que tenía cicatrizó. Por eso ahora estaba viviendo el sueño de mi vida pensando que Ernesto era lo mejor que se me había cruzado en el camino. Los dos estábamos de vueltas de malas experiencias en ese sentido, y por eso me entregué a él en alma y cuerpo. Bueno, en cuerpo imaginario, pues aún tenía viva la escena de nuestros besos y abrazos, cuando fuimos a San Amaron, incluso conservo unos cuantos cardenales de los revolcones que nos dimos entre los pinares del Hacho. Era tan real el sentimiento de mi avatar, que poco a poco se fue transformando en algo maravilloso, haciendo el día a día una aventura irresistible. Sin darme cuenta le di aliento a las palabras que brotaban de mi alma como si fuera pura magia. Estaba sumergida en una dinámica donde el romance era lo único que me guiaba a seguir chateando con él. Nunca pensé traspasar los límites de la línea que separa la fantasía de la realidad. Lo que pasó es que al final me enamoré de verdad y estaba viviendo mi propia historia de una manera fantástica. Así que de una vez por todas, decidí enfrentarme a mis miedos y me puse a escribir una larga carta. Estaba dispuesta a contarle la realidad de las cosas, poniéndolo en antecedentes. Quería sincerarme con él. No hago más que empezar, cuando aparece un comentario en la parte baja y a la izquierda de mi ordenador, alertándome que había otra internauta chateándose con él y que Ernesto me estaba utilizando como comodín. Por un momento pensé que no era para mí. Al minuto siguiente recibí un mensaje anónimo advirtiéndome que seguían liados. Después otro y otro más. Me quedé blanca. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo abriéndome aquella cicatriz. La que yo creía que estaba cerrada. Volví a sentir el mismo dolor del desamor. Todas las teclas de mi ordenador empezaron a echar chispas y los avatares reaccionaron inmediatamente buscando a espías y chivatos. Las redes sociales estaban llenitas de intrusos merodeando por mentes libidinosas. Los buitres acechaban desde lo más alto, siempre oteando en busca de carnaza. Estaba fuera de mí. Eliminé una a una todas las letras de mi carta. Me enfurecí de tal manera que lo único que quería era vengarme. ¡Tonta, más que tonta! Me decía chillando como una loca. ¡Nunca vas a aprender a ser una mujer adulta! ¡Jolines que ya era una abuela, por Dios! En menos de un minuto urdí un plan terrorífico. Estaba llena de odio. Sólo pensaba en vengarme de Ernesto de la manera más cruel que sentía en ese momento. Yo sabía que era un mariposón pero al mismo tiempo, un posesivo machista, además de un celoso empedernido. Lo que quería para él, que no lo tocara nadie. A esta altura de nuestras conversaciones, ya me lo había calado y lo que no sabía era que yo, en el tema sexual, pensaba como un hombre, o sea, éramos iguales. Nada de que los tíos pueden enrollarse con todas y las mujercitas mutis por el foro, ¡de eso nada monada! Pero, ¿qué se han creído algunos tíos? Me daba una rabia, ¡madre mía, el coraje que tenía dentro del cuerpo! Además, poseía unos mecanismos de defensas tremendos. Ernesto no daba un paso en falso y todo lo que soltaba por esa boquita tenía una doble intención. Estaba continuamente alerta ante cualquier adversidad. Jamás se le pillaría desprevenido. Era como una fortaleza, a la vez, que guardián de la mazmorra. Lo que no sabía era que una mujer vehemente y espontánea como yo, iba a derribar tales puertas de acero, con los sentimientos del corazón abierto. No lo pensé ni un instante. Le mandé un mensaje por privado a mi antiguo amante. Si, al jovencito ése que se encaprichó de mí hacía unos años. Ése, con el cual estuve tonteando por purita curiosidad. Ése, al que yo le sacaba casi veinte años. Ése que yo misma dejé tirado como un perro. Ése que estuvo babeando por mí como un carnero degollado. Ahora tenía cuarenta y dos años. Era todo un tío cachas, buenorro y guapetón, ¡vamos que tenía un buen revolcón! Estaba en plena forma. No es que me hiciera mucho tilín, no, ya se sabe que una a esta altura de la vida se fija en otras cualidades personales y no físicas. La mayoría de las mujeres no cumplimos años tan sólo para tener arrugas, carnes mal repartidas y todo lo que conlleva el ritmo natural del tiempo al envejecer, sino que somos muy selectivas a la hora de echar alas al viento. Elegí a mi antiguo ex para darle en las narices a Ernesto. Yo sabía que con sólo chasquear los dedos, lo tendría a mis pies como si fuera un esclavo, por eso y nada más que por eso lo elegí, sabiendo de antemano la ira que iba a despertar a Ernesto, además ya le había hablado en cierta ocasión de éste muchacho. No hay nada peor que una mujer despechada, ¡qué mala malísima! No tardó ni un segundo en contestarme. Reconozco que abusé del poder que ejercía sobre mi ex. Total que le dejé bien clarito que lo único que quería con él en esos momentos era puro sexo, puro y duro. No quería que se hiciera ilusiones conmigo, por que ya se sabe como son algunos tíos, que les da la mano y te cogen la pierna. Y a éste le encantaba estar conmigo desde el primer día que lo engatusé con mis artimañas de mujer. Claro que no quiero adelantar los acontecimientos del por qué me enrollé con él en un momento clave de mi vida, eso lo iré desgranando según la circunstancias de la historia. Total que quedamos por la tarde noche, más bien noche. Mis avatares ya estaban dando información a lo largo y ancho de todas las redes sociales. A uno le colgué unas letras en mayúsculas que hasta el más tonto de los humanos podría descifrar, en el cual ponía: Ahora sabréis lo que es un verdadero grito de Tarzán. Rápidamente envié un avatar a Internet diciendo que iba a ver un encuentro salvaje entre dos ex amantes, y que no le iba a gustar a uno nada cuando se supiera quien era la dama. De repente me encontré paseando tranquilamente por el centro de la ciudad con mi ex, poniéndonos al día de nuestro devenir, ya se sabe, lo típico. Él quería llevarme a su piso lo antes posible, pero a lo tonto a lo tonto, nos encontramos en medio de un gran parque que estaba más oscuro que boca de lobo. Encaminé mis pasos hacia un enorme árbol y lo empujé hacia él lentamente. Estaba haciendo tiempo para ver si algún avatar le había soplado a Ernesto mi encuentro, y antes de que se diera cuenta me arrodillé a sus pies y les puedo asegurar que no tenía intención de pedirle perdón ni rezar una oración, cuando de repente mi móvil empezó a sonar escandalosamente…

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