¡Ay cariño si yo te viera! ¡Ay cariño si te cruzaras en mi
camino en estos momentos…! Te arrastraría bajo la sombra de los álamos por la
cintura con mis piernas, y te amarraría a mi abrazo con la ansiedad de los
enamorados…pues…Te sigo deseando como si tuviera verdes primaveras en mi alma…y
en mis caderas que deseosas están de tus labios…y del vaivén de tus maneras…
¡Ay madre mía de mi vida y de mi corazón! ¡Que me sujeten fuerte que estoy
perdiendo la razón por un hombre! Ese hombre que me lleva por el valle de la
amargura con tanto dolor y sufrimiento que me está haciendo padecer por su mal
querer… ¿Quién yo? Sí, sí tú…Se quedó mirándome de arriba abajo como si hubiera
visto al diablo…debe ser que se me pone cara de bruja cuando se despiertan los
demonios que tengo en lo más hondo de mi cuerpo, esos que están mansos y apaciguados,
pero con tal que los provocan salen encendidos echando chispas de mis
adentros…pues…No hay nada peor que me saquen de mis casillas, que un tío se
acomode a la tranquilidad de la conquista de una mujer, creyendo que la tiene segura
y rendida a sus pies, ¡porras! Y lo que no sabe, es que a una le gusta que la busquen
todavía, porque si la deja arrinconada vienen otros y las arrastran por los
bajos fondos, ¡vaya que sí! Y las pierden para siempre, que merodean por aquí
unos tíos que están como para perder el sentido, sobre todo si se presentan con
claveles rojos y bellas palabritas…pues…Hay muchos tipos parlantes por éstos
derroteros, esos que yo llamo…ladrones de guante blanco, y a nadie le amarga un
dulce y más si está enfadada y con la mosca tras la oreja, que me tiene
comidita de celos, ¡por Dios! ¡Que ya no aguanto más desplantes! Los celos me
invaden, la rabia me corroe y me entra un no sé qué…que me hace enloquecer… ¡Ay
si mi madre levantara la cabeza…! ¡Menuda era…! Hay que darse a valer hijita,
decía…La dignidad es lo último que se pierde, enseguida iba yo a ir tras un
hombre, ¡enseguida…! Y esa era su cantinela de siempre… ¡Mira la que fue a
hablar…! Que estaba loquita por mi padre y no paró de coquetear delante de sus
narices hasta que lo llevó al altar… No sé qué es lo que me pasa hoy, el caso
es que a veces me siento como si fuera la chica del ayer, la que besaste en el
banco aquél cuando a los quince años lo más preciado te entregué, y ahora con
más de medio siglo tatuados en mi cuerpo, se me cruzan unas imágenes tan
reales, que me hacen perder la razón…Estaba tranquila y relajada, escuchando
música, esas canciones que me transportan hacia ti como cuando éramos dos locos
enamorados, ¿qué digo éramos? ¡Somos! Que estamos estancados en el siglo pasado
como dos tortolitos…En ese tiempo que llaman…La eterna juventud, ¡vaya que sí! Claro
que en realidad soy yo la que tiene esa sensación de quinceañera en las
pelambreras que me entorpecen y enredan…es algo así…Como si nunca hubieran
pasado los años por mí...pues... Tengo grabado aquellos besos precipitados que
nos dábamos en aquél banco del jardín, ¿te acuerdas? Ese que se encontraba en
la parte más oscura entre el estanque y los álamos…Entonces estaban todos los
bancos ocupados por sombras de parejas abrazadas bajo la luz de la luna…Eran
unos besos tan dulces y amargos a la vez, que me sobresaltaban cualquier ruido….allí
los dos acariciándonos a medias, reteniendo los impulsos de la verde primavera…toda
yo era pura inocencia loquita por descubrir los placeres ocultos que estaban a
punto de asomarse al balcón de la vida, y ahora, ¡fíjate qué cosas me ocurren!
Que sigo asomada aquí, desnuda y con el pecho al descubierto gritando al mundo entero
todos mis secretos…pues…Es tanto lo que te deseo que mis brazos mueren por
tenerte amarradita a mi cuerpo…debe ser que me quedé sentada en el banco aquél
donde te besé por primera vez y dejaste tus caricias tatuadas en mi piel, y por
eso te echan de menos, pero… Cuando te tengo, ¡madre mía de mi vida…! Cuando te
tengo entre ellos gasto todos mis besos…será que me sobran…o los guardo en mi
garganta para hacer ese intercambio de boca que tú y yo conocemos con la lengua
retorcida en medio…pues…Me gusta saboreártela como si fuera un pedacito de
caramelo…Aún recuerdo tus palabras, cuando enardecida me quedé sentada de
espaldas en tus piernas y tú, abrazadita como me tenías por la cintura, me acariciabas
los cabellos con la suavidad de tus labios como si fueran hilos de seda
plateados…pues…De plata son los que se mezclan con el tinte castaño, tirando a
negro…¿Estás bien, estás cómoda? Susurrabas despacito…recorriéndome tantas
cosquillas por el cuello, que me salían los suspiros del pecho como si fueran
balas de fuego, y es que cada vez que me tocas me dan ganas de chillar de alegría
y felicidad…Y por eso hoy estoy frente a ésta jungla de cristal, que es ésta
ventana mirando al mar como si fuera la chica del ayer…
No hay comentarios:
Publicar un comentario