miércoles, 13 de marzo de 2019

A LA MERCED DE TUS CARICIAS LOCAS.- (MICRORRELATO)



Dicen las malas lenguas que ojos que no ven, corazón que no siente, y eso era lo que me paso precisamente a mí, que cerré los ojos ante lo evidente para no sufrir…Temía que al descubrir la realidad me dejara para siempre, y por eso seguí con él…pues…Era tan apasionado conmigo que daba la sensación de que me amaba de verdad, hasta que una mañana me armé de valor y lo seguí caminando…Parecía una rata de alcantarilla rastreando sus pasos, ¡qué bajo había caído por Dios! Apenas podía reconocerme...No sé ni cómo ni cuándo había llegado a ese punto de dependencia...pues...Con tal que pasaban días sin verlo se me llenaba la mente de ira y malos pensamientos, ¡dichosos celos! Una vez que se instalan en tu mente la ponen a una toda endemoniada perdida y se le da vida a lo que no existe…Deben ser las tretas de los amores ciegos... te ponen un venda en los ojos y hacen contigo lo que quieren como si fueran cosas de brujerías…¡Ay madre mía de mi vida… qué angustia siento en mi pecho…! Callada y dubitativa venía dándole vueltas a una misma idea...pues... Desde hacía más de una semana rondaba por mi cabeza... Era demasiado evidente y aunque no lo quería creer, al fin pude comprobar que todas mis sospechas no eran en vano…Y estando en éstas tesituras lo veo caminar hacia mí con cara de no haber roto un plato…Venía sonriendo, como siempre…Me quedé mirándolo de arriba abajo con la mirada iracunda…quería que se diera cuenta de que ya me había enterado de todo…¿Qué, qué pasa? Lo miré a los ojos y tratando por todos los medios que no me saliera la voz en un grito airado, le solté a bocajarro con el dedo índice apuntando y casi rozando su rostro…Me ha dicho un pajarito que te han visto dándote un pico con una tía por los alrededores del río…Se quedó, absorto, como no dando crédito a mis palabras…pues…En actuar no hay quien le gane... Era un actor de primera categoría y en cuanto se le acusaba de una traición, lo negaba a pies juntillas y no había manera de que admitiera la verdad…Seguí insistiendo…Sí, sí, que te han visto a brazo partido, metiéndole mano escondidos entre matorrales...Sí, sí, a la vera del río con esa morena…la morena esa, ya sabes a cual me refiero…Lo negó tres veces, como San Pedro, ¡vaya que sí! ¿Será embustero? Me dieron ganas de estrellarlo contra la pared, pero ante todo quería que me dijera la verdad, que confesara de una vez lo que estaba pasando…pues…Si me había dejado de querer lo comprendería, ¡estaría bueno! aunque por dentro estuviera muertita de miedo…Me armé de valor y le exigí que confesara, al mismo tiempo que temía la realidad…lo quería tanto…Lo quería a rabiar y el pensar tan sólo que me engañara con otra me ponía frenética perdida, pero seguía negándolo, además hasta se reía…Parecía que estaba disfrutando viéndome celosa…era tan morboso…Me comían los demonios al mismo tiempo que me encolerizaba más…era como si echara leña al fuego y yo, rebelde por naturaleza, le grité agarrándolo por los brazos…no sé de donde saqué las fuerzas, pero de un empujón le eché hacia atrás y encarándome le espeté…¡Confiesa, cobarde, confiesa! Ni siquiera hizo amago de defenderse, quieto como estaba, parecía una estatua de hielo, y más rabia me daba por lo que empecé a zarandearlo, pero…Era como si zarandeara a un muro de cemento de la frialdad que veía en su mirada, al mismo tiempo que seguía temiendo que sucumbiera a mis exigentes sospechas…pues…Por dentro de mi corazón le pedía a Dios que me mintiera…No salió nada de su boca y volví a la carga zarandeándolo con el ímpetu de mis palabras…¡Confiesa cobarde! Me sentía como Chiquito de la Calzada y casi se me escapa una risa…Y él, que también pensaría lo mismo, empezó a reír a carcajadas y rodeándome con un brazo por la cintura y con el otro echándome la cabeza atrás, me dio un besazo en los labios que me dejó sin respiración, y yo, loca como estoy por sus huesos, me dejé besar como si fuera su vasalla….y tú mi rey…Y seguí caminando con las piernas flojas de la pasión del encontronazo y con unas punzadas en el corazón que me llenaban de temblor…pues…Me gustan tus anchas espaldas, tus hombros rectos, tus brazos musculosos, tus manos…esas manos ansiosas siempre de arrancarme la ropa dejando mi cuerpo a la merced de tus caricias locas…Tu cuello, tu cabeza, hasta tus sienes plateadas me gustan, pero lo que más me gusta, es esa mirada inquisitoria que me desnuda el alma dejando los sentimientos a flor de piel…

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