CITA A CIEGAS.- (MICRORRELATO) Tercera parte
Nos fuimos a un hotelito que
encontramos por unas callejuelas y nada más llegar, decidí refrescarme bajo la
ducha, y mientras me secaba, lo llamé con voz melosa para que me trajera la
ropa interior...La había dejado adrede encima de la cama. Se puso muy nervioso y
no encontró más que el sujetador. Le dije que el tanga estaba justo al lado y
que mirara bien…Cariño date prisa que estoy muertita de frío…Le dije
insinuantemente…Cuando por fin lo encontró se acercó al baño diciéndome que había
confundido el tanga con un lazo para el pelo...Lo tenía todo previsto para
llevármelo a mi terreno. Saqué el brazo con la puerta entreabierta en pelota
picada y frente al espejo, de manera que me viera de arriba abajo... Me hice la
despistada con toda la intención de una gata salvaje, y cuando le miré a la
cara, los ojos se le iban a salir de las órbitas. Se dio la vuelta nerviosito
perdido, y sabiéndolo yo, me puse a tararear esa canción de Alejandro Fernández
que últimamente estaba muy de moda… Hoy tengo ganas de ti…blanco y en botella…
Después salí para vestirme delante de él... Utilicé todas mis armas de mujer.
Coqueteé ante el espejo poniendo posturitas de lo más provocadora, agachándome
de vez en cuando para que no se perdiera detalle del encaje que ribeteaba el
filito de mi tanga... Reconozco que me pasé siete pueblos poniéndolo a
caldo…pues…Ya no sabía si tirarse para mí o hacerse el loco. Loco lo estaba
volviendo con tanta carnaza que le puse para ver si de una vez se lanzaba en
forma de leopardo. No tuve compasión y de manera muy pícara le dije que se
metiera en la ducha… Yo estaba radiante de alegría, porque eso de que me miren
con tanto fuego, me apasiona. Me enloquece, no lo puedo remediar. Me encantan
estos jueguecitos entre un hombre y una mujer. Siempre he pensado que es lo más
bello del mundo. Seguí con mis tretas bailoteando alrededor de la cama,
mientras se iba transformando de tal manera que se abalanzó sobre mí de
forma arrebatadora. Me besó en la boca y me encaramé a su cuerpo anudándolo con
mis piernas alrededor de su cintura. Parecíamos dos adolescentes disfrutando
como locos, casi nos caemos con tantas acrobacias. Me sugirió ducharnos juntos
para darme con la esponja donde mis manos no alcanzaba, y mirándolo de arriba
abajo como loba enjaulada, le eché mano al cuello y me lo llevé de nuevo al
huerto. Y como aquello era tan pequeño y no podíamos ni movernos, se me cayó el
jabón al suelo y para qué os voy a contar el desmadre que se lió. Parecíamos
dos contorsionistas, y en plena faena de nudos marineros, decidimos irnos a la
cama como marido y esposa y cuando se tumbó a mi lado, le di unos masajes en el
cuello para quitarle el dolor que le había causado con mis movimientos al son
de la música de la fuente. Pobre hombre lo que tuvo que soportar con tal de
darme gusto en todo. Al cabo de los diez minutos nos quedamos dormidos el uno
en los brazos del otro, Z, z, z…Fin.-
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