CITA A CIEGAS.- (MICRORRELATO) Segunda parte
Cuando vi el ramo de flores
avanzar hacia mí me puse muy nerviosa. No estaba segura de que fuera él, pero
cuando la sonrisa asomó a su rostro, me di cuenta de que ya no podía echar
marcha atrás. Tenía un caminar tranquilo y sereno. Me pilló desprevenida. Ya
estaba aquí. Las piernas me temblaban. Algo me impedía andar. Tragué saliva,
alcé la cabeza e intenté por todos los medios sonreír. Tampoco quería que
pareciera exagerada. ¡Ay Dios mío, en qué lío me había metido! De repente lo
tengo justo enfrente de mí. ¡Qué guapo y apuesto era! Me volví loca de alegría.
Se presentó tímidamente y le di dos besos en la cara. Me ofreció el ramo de
flores y estuvimos caminando hacia ninguna parte, sólo dónde nos llevaban los pasos.
Me invitó a tomar un café en la cafetería donde solía ir, ¡qué casualidad! La
misma que me dijo una vez, que le gustaría que lo vieran sus amigos conmigo
para presumir de mujer. Le cogí del brazo. Nada más entrar, se callaron y me
miraron descaradamente de arriba abajo. Me los presentó a todos, ¡qué educados!
Casi se agacharon para besarme la mano. Eran muy galantes. Después nos fuimos a
dar una vuelta y llegamos a un parque donde la mayoría eran personas de la
tercera edad. Estaban jugando a la petanca. Algunos eran conocidos suyos
también. Después de saludarlos, me senté en un banco del jardín. Sabía que sus
amigos nos estaban observando… Se iban a enterar bien de lo que vale un peine.
Estaba dispuesta a ofrecerles una buena exclusiva. Nos sentamos en un banco del
jardín y antes de que se diera cuenta, me giré hacia él sentándome sobre sus
rodillas a horcajadas. Le cogí la cabeza y acercándome a su cara le comí la
boca con un besazo de tornillo, que se quedaron todos boquiabiertos,
disimulando y mirando hacia el cielo. Los jóvenes que pasaban por nuestro lado
nos pusieron a parir de un burro. No pararon de criticarnos incluso oí a unas
chicas que decían que, qué poca vergüenza y qué escándalo estábamos dando. Que
vaya ejemplo para los niños y la juventud. Que ya éramos muy mayorcitos para
dar tal espectáculo. Que menudos caraduras y que no teníamos respetos a la
sociedad. Los que estaban jugando a la petanca se quedaron patidifusos y no
sabían si seguir jugando o irse para otro lado, el caso es que no daban pie con
bola. Una mujer de unos treinta años, llamó a un policía y cuando éste vino, le
dio tal ataque de risa, que la pobre se tuvo que ir sin comprender nada. El caos
fue total…pues…Se habían intercambiado los papeles en la humanidad. Ahora eran
los abuelos los que se besaban en los jardines. Los mismos que corrían tras los
nietos por las calles. Los que llevaban y recogían a los niños de guarderías y
colegios. Las jóvenes parejas ya no se escondían para besarse, ni tampoco se
sentaban en los bancos del parque. Sólo se limitaban a poner sus pulgares sobre
los móviles. Ni siquiera se miraban a la cara para hablarse con la mirada.
Ahora sus ojos no se apartaban de las pantallas de los móviles para hablar por
el Wasap. Mientras tanto, yo seguía besándolo atornilladamente y con lengua. Me
lo estaba pasando bomba con él, que en ningún momento opuso resistencia, ajeno
a la realidad de mi intención. Lo único que quería es que en todas las redes
sociales corriera la noticia de que un hombre y una mujer se habían conocido
por Internet. Finalmente nos levantamos
y nos fuimos a picar algo por ahí más contentos que un trucho y una trucha. Era
ya casi de noche cuando llegamos donde una fuente se levantaba de colores al
son de la música. Estaba llenita de gente con lo que le dije que me subiera
sobre sus hombros para poder ver mejor, ¡el trabajo que nos costó! Casi nos caemos
de culo. Eran más de las doce y media de la noche cuando llamé a mi hermana
diciéndole que no me esperara…Continuará…
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