Me guiñaste
un ojo al pasar junto a mí y yo te sonreí, ¡vaya que sí! que me dio una risa…
Me guiñaste y me perdí entre dos mares cuando de niña, los chicos les guiñaban
a las chicas y ellas les sonreía... y esa sonrisa que yo percibí en un instante
de mi vida, quedó en el aire dormida y latente, pero viva… Era como si
estuviera alerta a un despertar lejano, donde sólo la complicidad y la picardía
se daban la mano. No lo pensé ni un instante y seguí sonriendo tras ese guiño
como una chicuela adolescente. Estaba poseída por una fuerza interior que me
empujaba a ir tras de ti… y tu sabiéndote ganador me llevaste por sendas
inconfesables, donde la curiosidad se apoderó de las emociones más atrevidas de
mi ser. No había nadie en aquel portal. Tan sólo tu y yo, y me dejé abatir por
la aventura de traspasar los límites estipulados por la sociedad. No sentía
nada de vergüenza. Era como si nos conociéramos de toda la vida. Nuestras manos
batallaron en una lucha infinita escarbando por lugares recónditos, mientras
boca con boca se liaron a batallar contra besos distorsionados de deseos,
enganchándose las piernas en un abrazo interminable de tirabuzón y cuando
estábamos casi culminando el baile del apasionado encuentro, se oyeron pasos
bajando los escalones… Salimos pitando de allí como dos chiquillos haciendo
travesuras, como cuando llamaba a todas las puertas de los pisos, ja, ja, ja… y te seguí, te seguí como un
galgo por la calle, toda llenita de gente desconocida, algunos conocidos por mí.
Me escabullí entre ellos corriendo, corriendo tras de ti, ja, ja, ja… Parecía
que estábamos jugando al Rol en vivo y en directo, donde cada miembro del grupo
lleva un instrumento con poderes para ir ganando. Tu llevabas una espada, si la
espada de Damocles, esa que pende de un hilo, si, si, como diciendo… ten
cuidado, ten cuidado… que hay mil ojos diferente acechando por las esquinas,
espiando cada movimiento, pero ¿qué me importaba a mí la gente si aquella
aventura era de lo más emocionante? Estaba hechizada, como poseída por una
fuerza interior que me arrastraba a no detenerme jamás. Corrí, corrí y corrí
tras de ti guiada por ese guiño atrevido y sugerente a la vez. Yo llevaba una
caja llena de sorpresas, ¡vaya que sí! que cuando la abrí hasta yo misma me
sorprendí al ver lo que contenía. Estaba llena de máscaras, y en cada una de
ella había escrita una palabra: niñez, infancia, inocencia, pudor, curiosidad,
sueño, ilusión, esperanza. Un sinfín de adjetivos y apelativos referentes a las
distintas etapas de la vida personal, de los cuales, yo sabía por propia
experiencia, además contenía también varios uniformes femeninos, donde la niña,
la hija, la colegiala, la hermana, la novia, la esposa y la madre se llevaban
la palma. Me quedé patidifusa, sin reaccionar y seguí adelante, siempre tras de
ti, sabiendo, que tu espada pendía sobre mi cabeza. De repente llegamos a un
callejón, y en la curva, justo en la mitad, en un arrebato de ardor, nos
besamos apasionadamente mientras me susurrabas al oído frases atrevidas y
llenas de picardía seguida de ese guiño… Imagínate que estamos en un pajar los
dos solos, revolcándonos como animales… y yo sonriendo te sugería… no, mejor
sentados en la butaca de un cine, viendo una película, si, con las manos
empeñadas en disfrutar del paquete vacío de palomitas, ja, ja, ja… y tú
guiñándome… no, no, en un autobús repleto de gente, y yo tras de ti, respirando
fuerte, para que escuches bien cuánto te deseo… y yo te miraba y me reía…ja,
ja, ja… Hasta que se nos acabaron las palabras y los besos… Y seguimos nuestras
andanzas caminando de la mano, como si fuéramos novios de verdad hasta un
jardín oscuro, oscuro y lleno de árboles altos y frondosos. No había nadie, tan
sólo tu y yo y ahí fue donde descubrí otra máscara, la que llevaba puesta en la
cara, ja, ja, ja… La que te sonreía cuando tu me besabas y me abrazabas. Me
apoyé sobre ese árbol y me dejé querer, si me dejé querer como nunca, me
abandoné a la oscuridad de la noche y a tus ardientes manos de pasión, sin
importarme nada, pasando del mundo y de los ecos lejanos. Me daba igual, como
si nadie existiera tan sólo tú y yo… me arrodillé ante ti y besé todo lo que mi
boca alcanzaba… Me sentí fuerte y poderosa, como si fuera la dueña de mis
emociones y de mis pensamientos, ¡vaya que sí! Que tenía el universo en mis
manos y a mis pies… Estaba toda eufórica, como si tuviera alas…Era el momento
más emocionante de mi vida… No sabía yo que tras ese guiño y aquella sonrisa se
escondiera la euforia de la vida…
Que bonito relato,la inocencia de la niñez��
ResponderEliminarGracias Africa, me alegro de que te haya gustado.
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