martes, 17 de febrero de 2015

CON LA AGONÍA DE LA DESESPERACIÓN.- (MICRORRELATO)


No me tires más de la carne, que quiero seguir mi vida como antes, que ya hemos agotado todas las calles de pasión…Yo no sabía el poder que ejercía sobre él hasta aquél día, que desconfiada salí a la calle toda endemoniada perdida pensando que ya no me quería. Estaba poseída por algún maleficio que me envenenaba la mente con malos pensamientos, apoderándose de tal manera de mi alma que hasta vida le daba. Pasaban los días y apenas te veía y eso era lo peor que llevaba, que aunque sabía que en aquellos momentos no podía, era tan egoísta que me importaban un pimiento tus obligaciones, porque para mí, yo era lo primero y punto pelota. Reconozco que en eso me equivocaba, y aún sabiéndolo y siendo consciente de ello, seguía pensando que algo pasaba y que ya no me querías. Incluso llegué a convencerme que ya te habías aburrido de mí. Siempre he necesitado tu atención, tus besos y que me digas que me quieres continuamente y esto de ver pasar los días sin verte es un verdadero tormento. Todavía no me he acostumbrado a que pases de mí, y por eso hoy me he vestido de manera provocadora, derrochando sensualidad a cada paso, moviendo mis caderas descarada y seductoramente. Fue entonces cuando te vi pasar, te giraste y me hice la loca, como si no te hubiera visto, pero te cruzaste delante mía, y yo que me di cuenta me quedé al acecho, caminando tranquilamente, moviendo culete…¡Ya te tengo tras de mí como perrito faldero! Eso me da una hegemonía sobre tus sentimientos que te desequilibro emocionalmente, con una tranquilidad de lo más pasmosa, haciéndome la dueña de tus pensamientos, ¡fíjate lo perversa que soy! De todas maneras siempre tengo mis dudas. A veces pienso que vienes a por mí cuando te apetece y da la gana, y no me gusta que te creas que me tienes comiendo de tu mano como una gatita sumisa y obediente, me reconcome por dentro. Me hace sentir como la presa fácil y me irrita y me enfurece. No lo soporto, y por eso me he vestido como una auténtica diva y voy pavoneándome como me da la gana, y cuando lo vi, pasé por su lado balanceando mi cuerpo descaradamente sabiendo que me estaría esperando. Yo ya me había desabrochado el abrigo para que viera lo preciosa y atrevida que iba, y antes de cruzar la carretera se giró y me giré, y estando enfrente me puse un brazo en jarra y lo provoqué con la mirada y con mi cuerpo, vamos como si me estuviera ofreciendo...Al momento seguí mi camino y entré en la tienda. Tenía que comprar y cuando salí había desaparecido por completo, ¡me puse furiosa perdida! Estaba rabiosa porque me di cuenta de que ya no estaba como antes cuando me seguía por todas las calles, me buscaba como un loco y me besabas los labios comiéndomelos todos, todos…Disimuladamente miré a un lado y otro. No estaba por ninguna parte, y no sé por qué empecé a tener otra vez las dudas de siempre, así que me dediqué a ir por todos los lugares donde me imaginaba que estaría. Andaba ligera, rápida, desesperada, con los ojos desorbitados, inyectados en sangre, como para lanzarme a sus brazos y pecho y clavarle las uñas y arañarle la cara. La ira y los malos pensamientos invadían mi alma y antes de doblar las esquinas temía verlo en los brazos de otra, hablando con otra y mirando a otra. Al acecho, pendiente de ver pasar a otra, lo mismo que hace conmigo. Según caminaba lo maldecía con palabras cargadas de veneno. Hasta te veía esperando en cualquier esquina a alguna pájara de cuenta, pues en mi mente, las otras son todas unas arpías, busconas y ratas callejeras, hijas de mala madre y todos los adjetivos y apelativos denigrantes y grotesco que se me ocurrían, poniéndolas a parir de un burro. No lo veía por ninguna parte. Había desparecido del mapa. Los celos me estaban comiendo por dentro, ¡malditos celos! Siempre imaginándome que está con otra. Sólo pensarlo me vuelvo loca. Empecé a dar vueltas de nuevo. Lo busqué por todas las calles, si esas calles donde tú y yo nos besamos, las mismas que conocen nuestros pasos y nuestros apasionados abrazos. No podía quitarme de la cabeza que lo pillaría buscando a otra y eso nada más que pensarlo me llevaban los demonios y no paraba de maldecirlo mil veces, pensando que si lo encontraba le diría de todo, pero al darme cuenta de que otra vez iba a meter la pata, me giré y me dije que yo valía mucho y que no merecía la pena, así que me dediqué a dar vueltas para ver si llegaba más tarde que él. Por todo el camino sufriendo de dolor pensando esto y lo otro, imaginándome lo peor, cuando de repente llego a mi casa y lo veo esperándome con los ojos llenos de rabia. Entré en mi portal y subió tras de mí corriendo, preguntándome dónde me había metido, al mismo tiempo que me agarró por la cintura, abrazándome, besándome con unos besos locos y ansiosos, muertos de hambres, esos que tanto me gustan y que me vuelven la cabeza loca, loca de pasión, a la vez un interrogatorio continuo y aparatoso, medio respirando, casi ahogándose en mis labios sus besos locos…¿Dónde has ido… dónde te metes…con quién has estado? ¡Dime la verdad! ¡Mírame a los ojos! ¡Como me entere que andas con otro…! ¡No te rías…! ¿De qué te ríes? Apenas podía respirar, su boca en la mía no me dejaba hablar…te quiero, te quiero… Me decía con la agonía de la desesperación…

No hay comentarios:

Publicar un comentario